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"Porque
por fe andamos, no por vista." 2 Cor. 5: 7.
Se necesita a cada paso la
fe que obra por el amor y purifica el alma. Esta fe reaviva y eleva el alma
mediante la nobleza de la práctica santa. Es esencial para todo el que corre la
carrera con el propósito de obtener la vida eterna. Eleva el alma a una
atmósfera más pura y santa, capacitando a su poseedor para mirar hacia adelante,
a logros más y más elevados, y para discernir claramente los peligros de una
vida de indulgencia propia. Mire por la fe más arriba de Ud. mismo, y vea en la
obra de Dios el medio para ganar las riquezas que pueden depositarse junto al
trono de Dios. ¡Oh, qué altura y profundidad de conocimientos pueden obtenerse
mediante una consagración sin reservas a Dios! El Señor quiere poseer al hombre
entero, o de lo contrario, nada. No se puede comprar su favor con donativos de
dinero. El pide la ofrenda de todo el corazón.
No es necesario que
conozcamos los resultados del curso de acción que seguiremos antes de entregamos
plenamente a Dios. No necesitamos ver el camino o saber qué nos deparará el
futuro. Una cosa sabemos, porque Dios lo ha dicho: el hombre que teme a Dios y
obra justicia será aceptado por El. Esto es todo lo que necesitamos saber. Día
tras día camine con humildad y contrición delante del Señor. Su destino futuro
depende de su propio curso de acción. "Escogeos hoy a quién sirváis" (Jos. 24:
15). "Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él" (1 Rey. 18: 21).
Sea una cosa o la otra. "No podéis servir a Dios y a las riquezas" (Luc. 16:
13). Su felicidad. presente y su bienestar futuro dependen de su propia
elección. Si escoge servir a Jesús tendrá que obedecer las palabras: "Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mat.
16: 24).
La vida eterna es para todo aquel que come la carne y bebe la
sangre del Hijo de Dios; que vive de cada palabra que procede de su boca. Los
que hacen esto obtendrán una clara comprensión de lo que significa ser uno con
Cristo.
"Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura,
después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin
incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para
aquellos que hacen la paz" (Sant. 3: 17, 18). Dos personas pueden estar ocupadas
en los mismos actos de adoración exterior y, con todo, el servicio de una,
cuando es pesado en la balanza de oro del Santuario, puede ser hallado falto,
mientras que el de la otra puede ser aceptado. Solamente el servicio que se
realiza con sinceridad, con corazón humilde y contrito, es aceptable a Dios
(Carta 39, del 28 de febrero de 1903, dirigida a un hombre de negocios
adventista).
"¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a
favor de los que serán herederos de la salvación?" Heb. 1: 14.
Los
ángeles que siempre contemplan el rostro del Padre en los cielos preferirían
permanecer junto a Dios. Pero el Señor da a cada ángel su obra en favor de este
mundo caído. Se provee a los hombres ayuda divina. Tienen la oportunidad de
cooperar con las inteligencias celestiales, de ser colaboradores con Dios. Ante
ellos están las posibilidades de obtener la idoneidad para estar en la presencia
de Dios, de ser capacitados para ver su rostro. Los ángeles celestiales están
obrando para llevar a la familia humana a una hermandad más estrecha, a una
unidad que Cristo describió como semejante a la que existe entre el Padre y el
Hijo. ¿Cómo es posible que los hombres tan altamente honrados por Dios dejen de
apreciar sus oportunidades y privilegios? ¿Cómo es posible que rehúsen aceptar
el ofrecimiento de ayuda divina? ¡Qué posibilidades de logros hay para los seres
humanos cuya mira está puesta en la eternidad!
Las fuerzas satánicas
están siempre luchando por el dominio de las mentes humanas. Pero los ángeles
del Señor obran constantemente para fortalecer las manos débiles y confirmar las
rodillas temblorosas de todos los que invocan a Dios en demanda de ayuda. La
promesa que se hace a cada hijo de Dios es: "Pedid, y se os dará; buscad, y
hallaréis; llamad, y se os abrirá" (Mat. 7: 7). El Señor está más dispuesto a
dar el Espíritu Santo a los que se lo piden de lo que los padres están a dar
buenas dádivas a sus hijos. Pedid entonces; creed en lo que Dios ha dicho. El
seguramente cumplirá su palabra. Decid desde lo profundo del corazón: "Mi carne
y mi corazón desfallecen, mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para
siempre" (Sal. 73: 26). La victoria debe obtenerse día tras día. Como seguidores
de Cristo debemos colocarnos en posición ventajosa delante del mundo, como
representantes de El. Ocupémonos en la lucha cristiana, venciendo decididamente
cada debilidad de carácter. . .
El Señor ha tenido hombres y mujeres de
corazón íntegro que sacrificadamente hicieron un pacto con Dios. No se apartaron
de su integridad. Se mantuvieron sin mancha en el mundo. Fueron guiados por la
Luz de vida para derrotar los propósitos del astuto enemigo. ¿Estarán dispuestos
los seres humanos ahora a desempeñar su parte en resistir al diablo? Si lo hacen
así, él huirá seguramente de ellos. Hay ángeles que están esperando que ustedes
cooperen, y que harán por ustedes lo que no pueden hacer por ustedes mismos. . .
Si tienen el deseo de resistir al diablo y oran sinceramente: "Líbrame de la
tentación", recibirán fortaleza para cada día. La obra de los ángeles
celestiales consiste en aproximarse a los que pasan por pruebas, a los que
sufren, a los tentados (Manuscrito 14, del 23 de febrero de 1899, "A cada hombre
su obra").
"Si yo
hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que
resuena, o címbalo que retiñe." 1 Cor. 13: 1.
Así como hay un
cristianismo genuino en el mundo, existe también uno falsificado. El verdadero
espíritu del hombre se manifiesta en la forma como trata a su prójimo. Podemos
plantear el interrogante: "¿Representa el cristiano el carácter de Cristo en
espíritu y en acción, o simplemente manifiesta los rasgos egoístas que
pertenecen a la gente de este mundo?" La profesión no significa nada ante Dios.
Antes que sea demasiado tarde para corregir los males, cada uno debiera
preguntarse: "¿Cómo soy yo?" Depende de nosotros mismos el que formemos
caracteres tales que nos capaciten para integrar la familia real de Dios en el
cielo.
Si hemos de llegar a ser como Cristo, debemos estudiar su
carácter. . . Es necesario que nos examinemos cuidadosamente a nosotros mismos y
nos preguntemos: "¿Es éste el camino por el cual Cristo andaría? ¿Seguiría
Cristo este curso de acción? ¿Qué clase de impresión estoy dejando sobre las
mentes de aquellos con quienes me relaciono? ¿Debo mantener una conducta que
debilite la confianza de alguien con quien tengo trato y lo lleve a pensar con
liviandad acerca del cristianismo que profeso? ¿Me permitiré ser descortés,
desemejante a Cristo, inmisericorde para con aquellos que fueron comprados con
la sangre de Jesús?"
Quisiera advertir a los hermanos de nuestras
iglesias porque me temo que muchos estén desempeñando la parte del siervo
perezoso que ocultó en la tierra el talento de su Señor. El suyo fue un pecado
de negligencia, el pecado de no desarrollar los grandes tesoros del conocimiento
que fueron entregados a su custodia. Dios ha dado luz preciosa a su pueblo para
iluminar el mundo y, ¿no la están tratando muchos con indiferencia, y actuando
como si el don celestial fuera de poca importancia?. . .
Los que son
discípulos solamente cuando las cosas van bien no responderán al llamado del
Señor en el tiempo de peligro hacia el cual estamos avanzando rápidamente. Serán
discípulos activos aquellos que no solamente escuchan sino que obedecen las
palabras de Cristo: "No perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor"
(Rom. 12: 11). Una nueva energía que procede desde abajo está tomando total
posesión de la sinagoga de Satanás, y una nueva vida que desciende del cielo
está tomando posesión de cada instrumento humano que es consagrado, dedicado, y
que está tratando de hacer las obras de Dios. . .
Que aquellos que
ministran en palabra y doctrina mezclen la fe con la oración fervorosa, y traten
de utilizar cada rayo de luz que procede de la Palabra escrita. La voz de Dios
llama desde el cielo y demanda el uso de cada capacidad confiada. Todo talento
debe ser utilizado al máximo (Manuscrito 6, del 21 de febrero de 1895,
"Cristianismo genuino y falsificado").