viernes, 30 de marzo de 2012

NUESTRO ESTUDIO AQUÍ Y EN EL MAS ALLA


 
NUESTRO ESTUDIO AQUÍ Y EN EL MAS ALLA
30 de marzo

"Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús." Efe. 2: 7. 

La desobediencia ha cerrado la puerta a una enorme cantidad de conocimientos que podrían haberse obtenido de la Palabra de Dios. En la eternidad comprenderemos lo que se habría abierto a nuestro entendimiento si hubiéramos recibido la iluminación que nos era posible obtener aquí. Y significa obediencia a todos los mandamientos de Dios. Se habría comprendido el plan del gobierno de Dios. El mundo celestial habría abierto sus cámaras de gracia y de gloria para la exploración. Los seres humanos habrían llegado a ser totalmente diferentes de lo que son ahora en la forma, en el habla y en el canto, porque se habrían ennoblecido al explorar las minas de la verdad. El misterio de la redención, el conocimiento de Dios y de Jesucristo en su carácter de mediador, la encarnación de Cristo nuestro Redentor, su sacrificio expiatorio, no habrían sido, como lo son ahora, asuntos imprecisos en nuestra mente. Habrían sido no solamente mejor comprendidos, sino también muchísimo más apreciados. 

Estos temas ocuparán los corazones, las mentes, y la lengua de los redimidos a través de las edades eternas, y delante de ellos se desplegarán nuevas comprensiones de los temas que Cristo anheló abrir ante sus discípulos pero que ellos no tuvieron la fe necesaria para buscar y captar. Durante toda la eternidad irán apareciendo nuevas perspectivas de la perfección y gloria de Cristo. 

Hombres de indudable piedad y talento pueden captar perspectivas de las realidades eternas, pero éstas no son comprendidas porque las cosas que son visibles eclipsan la gloria de lo invisible. Muchos evalúan la sabiduría del hombre como más elevada que la sabiduría del Maestro divino. Y de esa manera, el Libro de texto, que condene el tesoro, es considerado como anticuado, al punto de que se lo evalúa como insípido y obsoleto. No es considerado así, sin embargo, por aquellos que han sido reanimados y vivificados por el Espíritu Santo. Ellos viven el inapreciable tesoro, y estarán dispuestos a vender todo a fin de comprar el campo que lo contiene. . . 

Muchos beben de las aguas decadentes y turbias del valle por haber olvidado la fuente del agua viva, el agua pura que desciende de las nieves del Líbano. Pero los que concentran su estudio en la Palabra de Dios, los que excavan en busca de los tesoros de la verdad, apreciarán los importantes principios que enseña, y los asimilarán. Como resultado de ello llegarán a estar imbuidos con el Espíritu de Cristo, y mediante la contemplación serán cambiados a su semejanza. Los que aprecian la Palabra la enseñarán como discípulos que han estado sentados a los pies de Jesús y se han acostumbrado a aprender de El, a fin de poder conocer a Aquel cuyo conocimiento correcto es vida eterna (Manuscrito 45, del 30 de marzo de 1898 "El Tesoro escondido"). 

jueves, 29 de marzo de 2012

AVANCE CONTINUO


 AVANCE CONTINUO
29 de marzo

"Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús." Fil. 3: 13, 14. 

Es deber de toda persona que profesa ser cristiana mantener sus pensamientos bajo el control de la razón, y obligarse a ser animosa y feliz. No importa cuán amarga pueda ser la causa de su pena, debiera cultivar un espíritu de reposo y quietud en Dios. El descanso que está en Cristo Jesús, la paz de Cristo, ¡cuán preciosa es! ¡Cuán sanadora es su influencia, cuán suavizadora es al alma oprimida! No importa cuán oscura sea su perspectiva, albergue un espíritu de esperanza para bien. Mientras que el buen ánimo, una aceptación calmada y la paz contribuirán a la felicidad y salud de otros, serán también del mayor beneficio para uno mismo. La tristeza y el hablar de cosas poco gratas estimulan las escenas desagradables, las que a su vez hacen repercutir sobre uno mismo su efecto pernicioso. Dios desea que olvidemos todas estas cosas, que no miremos hacia abajo sino hacia arriba. ¡Hacia arriba! 

La tristeza entorpece la circulación en los vasos sanguíneos y en los nervios, y también retarda la acción del hígado. Obstaculiza el proceso de la digestión y también el de la nutrición y tiene una tendencia a minar todo el organismo. . . 

A menudo los propósitos de Dios están velados en el misterio. Resultan incomprensibles para las mentes finitas, pero Aquel que ve el fin desde el principio conoce las cosas mejor de lo que las conocemos nosotros. Lo que necesitamos es limpiarnos de toda mundanalidad, a fin de perfeccionar nuestro carácter cristiano de tal manera que el manto de la justicia de Cristo sea colocado sobre nosotros. . . 

La fe, la paciencia, la clemencia, la actitud mental celestial, la confianza en nuestro sabio Padre celestial, son las flores perfectas que maduran en medio de las nubes de chascos y aflicciones. 

La orden que la Providencia dirige al pueblo de Dios es que avance, que progrese. El sendero de la santidad es de avance continuo, elevándose más alto y más alto aún en el conocimiento y en el amor de Dios. El cumplimiento de las promesas de Dios será correspondiente a la fe y la obediencia de su pueblo Dios es inmutable; el mismo ayer, hoy y para siempre. La fe debe ser ejercitada en todas nuestras oraciones, porque no ha perdido su poder así como tampoco la obediencia humilde ha perdido su recompensa. Si nuestros hermanos que profesan creer en la verdad mostraran su fe por sus obras, honrarían a Dios y serían capacitados para convencer a muchas almas de que ellos tienen la verdad, porque de acuerdo a su fe y a su obediencia percibirían el cumplimiento de las promesas de Dios y serían dotados con poder de lo alto (Carta 1, del 29 de marzo de 1883, dirigida a J. N. Andrews, nuestro primer misionero, que estaba muriendo de tuberculosis en Suiza). 

miércoles, 28 de marzo de 2012

28 CREENCIAS FUNDAMENTALES DE LOS ADVENTISTAS DEL SEPTIMO DIA


28 CREENCIAS FUNDAMENTALES DE LOS ADVENTISTAS DEL SÉPTIMO DIA
Abel Sánchez Álvarez

 I. LA DOCTRINA DE DIOS

1. Las Sagradas Escrituras. Las Sagradas Escrituras, que abarcan el Antiguo y el Nuevo Testamento, constituyen la Palabra escrita de Dios, transmitida por inspiración divina mediante santos hombres de Dios que hablaron y escribieron siendo impulsados por el Espíritu Santo. Por medio de esta palabra, Dios ha comunicado a los seres humanos el conocimiento necesario para alcanzar la salvación. Las Sagradas Escrituras son la infalible revelación de la voluntad divina. Son la norma del carácter, el criterio para evaluar la experiencia, la revelación autorizada de las doctrinas, y un registro fidedigno de los actos de Dios realizados en el curso de la historia (2 Pedro 1:20-21; 2 Timoteo 3:16-17; Salmos 119:105; Proverbios 30:5-6; Isaías 8:20; Juan 17:17; 1 Tesalonicenses 2:13; Hebreos 4:12)

2. La Trinidad. Hay un solo Dios, que es una unidad de tres personas coeternas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este Dios uno y trino es inmortal, todopoderoso, omnisapiente, superior a todos y omnipresente. Es infinito y escapa a la comprensión humana, no obstante lo cual se le puede conocer mediante la propia revelación que ha efectuado de sí mismo. Es eternamente digno de reverencia, adoración y servicio por parte de toda la creación
(Deuteronomio 6:4; Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14; Efesios 4:4-6; 1 Pedro 1:2; 1 Timoteo 1:17; Apocalipsis 14:7)

3. EI Padre. Dios el Padre Eterno, es el Creador, Origen, Sustentador y Soberano de toda la creación. Es justo, santo, misericordioso y clemente, tardo para la ira y abundante en amor y fidelidad. Las cualidades y las facultades del Padre se manifiestan también en el Hijo y el Espíritu Santo. (Génesis 1:1; Apocalipsis 4:11; 1 Corintios 15:28; Juan 3:16; 1 Juan 4:8; 1 Timoteo 1:17; Éxodo 34:6-7; Juan 14:9)

4. El Hijo. Dios el Hijo Eterno es uno con el Padre. Por medio de él fueron creadas todas las cosas; EI revela el carácter de Dios, Ileva a cabo la salvación de la humanidad y juzga al mundo. Aunque es verdaderamente Dios, sempiterno, también llegó a ser verdaderamente hombre, Jesús el Cristo. Fue concebido por el Espíritu Santo y nació de la virgen María. Vivió y experimentó tentaciones como ser humano, pero ejemplificó perfectamente la justicia y el amor de Dios. Mediante sus milagros manifestó el poder de Dios y éstos dieron testimonio de que era el prometido Mesías de Dios. Sufrió y murió voluntariamente en la cruz por nuestros pecados y en nuestro lugar, resucitó de entre las muertos y ascendió al Padre para ministrar en el santuario celestial en nuestro favor. Volverá otra vez con poder y gloria para liberar definitivamente a su pueblo y restaurar todas las cosas
(Juan 1:1-3, 14; Colosenses 1:15-19; Juan 10:30; 14:9; Romanos 6:23; 2 Corintios 5:17-19; Juan 5:22; Lucas 1:35; Filipenses. 2:5-11; 1 Corintios 15:3-4; Hebreos 2:9-18; 8:1-2; Juan 14:1-3)

5. El Espíritu Santo. Dios el Espíritu Eterno estuvo activo con el Padre y el Hijo en la creación, la encarnación y la redención. Inspiró a los autores de las Escrituras. Infundió poder a la vida de Cristo. Atrae y convence a los seres humanos; y a los que responden, renueva y transforma a la imagen de Dios. Enviado por el Padre y el Hijo está siempre con sus hijos, distribuye dones espirituales a la iglesia, la capacita para dar testimonio en favor de Cristo, y en armonía con las Escrituras la conduce a toda verdad. (Génesis 1:1-2; Lucas 1:35; 4:18; Hechos 10:38; 2 Pedro 1:21; 2 Corintios 3:18; Efesios 4:11-12; Hechos 1:8; Juan 14:16-18, 26; 15:26-27; 16:7-13)

II. LA DOCTRINA DEL HOMBRE
6. La creación. Dios es el Creador de todas las cosas, y ha revelado por medio de las Escrituras un registro auténtico de su actividad creadora. El Señor hizo en seis días "los cielos y la tierra" y todo ser viviente que la habita, y reposó el séptimo día de la primera semana. De ese modo estableció el sábado como un monumento perpetuo de la finalización de su obra creadora. El primer hombre y la primera mujer fueron hechos a imagen de Dios como una corona de la creación; se les dio dominio sobre el mundo y la responsabilidad de cuidar de él. Cuando el mundo quedó terminado era "bueno en gran manera", porque declaraba la gloria de Dios
(Génesis 1:2; Éxodo 20:8-11; Salmos 19:1-6; 33:6, 9; 104; Hebreos 11:3)

7. La naturaleza del hombre. El hombre y la mujer fueron hechos a imagen de Dios, con individualidad propia y con la facultad y la libertad de pensar y obrar por su cuenta. Aunque fueron creados como seres libres, cada uno es una unidad indivisible de cuerpo, mente y espíritu que depende de Dios para la vida, el aliento y todo lo demás. Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, negaron su dependencia de él y cayeron de la elevada posición que ocupaban bajo el gobierno de Dios. La imagen de Dios se desfiguró en ellos y quedaron sujetos a la muerte. Sus descendientes participan de esta naturaleza degradada y de sus consecuencias. Nacen con debilidades y tendencias hacia el mal. Pero Dios, en Cristo, reconcilió al mundo consigo mismo, y por medio de su Espíritu restaura en los mortales penitentes la imagen de su Hacedor. Creados para gloria de Dios, se los invita a amar al Señor y a amarse mutuamente, y a cuidar el ambiente que los rodea. (Génesis 1:26-28; 2:7; Salmos 8:4-8; Hechos 17:24-28; Génesis 3; Salmos 51:5; Romanos 5:12-17; 2 Corintios 5:19-20; Salmos 51:10; 1 Juan 4:7-8, 11, 20; Génesis 2:15)

III. LA DOCTRINA DE LA SALVACION
8. El gran conflicto. La humanidad entera se encuentra envuelta en un conflicto de proporciones extraordinarias entre Cristo y Satanás en torno al carácter de Dios, su ley y su soberanía sobre el universo. Este conflicto se originó en el cielo cuando un ser creado, dotado de libre albedrío, se exaltó a sí mismo y se convirtió en Satanás, el adversario de Dios, e instigó a rebelarse a una porción de las Ángeles. Él introdujo el espíritu de rebelión en este mundo cuando indujo a pecar a Adán y a Eva. El pecado produjo como resultado la distorsión de la imagen de Dios en la humanidad, el trastorno del mundo creado y posteriormente su completa devastación en ocasión del diluvio universal. Observado por toda la creación, este mundo se convirtió en el campo de batalla del conflicto universal, a cuyo término el Dios de amor quedará finalmente vindicado. Para ayudar a su pueblo en este conflicto, Cristo envía al Espíritu Santo y a los ángeles leales para que lo guíen, lo protejan y lo sustenten en el camino de la salvación
(Apocalipsis 12:4-9; Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:12-18; Génesis 3; Romanos 1:19-32; 5:12-21; 8:19-22; Génesis 6-8; 2 Pedro 3:6; 1 Corintios 4:9; Hebreos 1:14.

9. La vida, muerte y resurrección de Cristo. Mediante la vida de Cristo, de perfecta obediencia a la voluntad de Dios, sus sufrimientos, su muerte y su resurrección, Dios proveyó el único medio válido para expiar el pecado de la humanidad, de manera que los que por fe acepten esta expiación puedan tener acceso a la vida eterna, y toda la creación pueda comprender mejor el infinito y santo amor del Creador. Esta expiación perfecta vindica la justicia de la ley de Dios y la benignidad de su carácter, porque condena nuestro pecado y al mismo tiempo hace provisión para nuestro perdón. La muerte de Cristo es vicaria y expiatoria, reconciliadora y transformadora. La resurrección de Cristo proclama el triunfo de Dios sobre las fuerzas del mal, y a los que aceptan la expiación les asegura la victoria final sobre el pecado y la muerte. Declara el señorío de Jesucristo, ante quien se doblará toda rodilla en el cielo y en la tierra. (Juan 3:16; Isaías 53; 1 Pedro 2:21-22; 1 Corintios 15:3-4, 20-22; 2 Corintios 5:14-15, 19-21; Romanos 1:4; 3:25; 4:25; 8:3-4; 1 Juan 2:2; 4:10; Gálatas 2:15; Filipenses 2:6-11)

10. La experiencia de la salvación. Con amor y misericordia infinitos Dios hizo que Cristo, que no conoció pecado, fuera hecho pecado por nosotros, para que nosotros pudiésemos ser hechos justicia de Dios en él. Guiados por el Espíritu Santo sentimos nuestra necesidad, reconocemos nuestra pecaminosidad, nos arrepentimos de nuestras transgresiones, y ejercemos fe en Jesús como Señor y Cristo, como Sustituto y Ejemplo. Esta fe que recibe salvación nos llega por medio del poder divino de la Palabra y es un don de la gracia de Dios. Mediante Cristo somos justificados, adoptados como hijos e hijas de Dios y librados del señorío del pecado. Por medio del Espíritu nacemos de nuevo y somos santificados; el Espíritu renueva nuestras mentes, graba la ley de amor de Dios en nuestros corazones y nos da poder para vivir una vida santa. Al permanecer en él somos participantes de la naturaleza divina y tenemos la seguridad de la salvación ahora y en ocasión del juicio. (2 Corintios 5:17-21; Juan 3:16; Gálatas 1:4; 4:4-7; Tito 3:3-7; Juan 16:8; Gálatas 3:13-14; 1 Pedro 2:21-22; Romanos 10:17; Lucas 17:5; Marcos 9:23-24; Efesios 2:5-10; Romanos 3:21-26: Colosenses 1:13-14; Romanos 8:14-17; Gálatas 3:26; Juan 3:3-8; 1 Pedro 1:23; Romanos 12:2; Hebreos 8:7-12; Ezequiel 36:25-27; 2 Pedro 1:3-4; Romanos 8:1-4; 5:6-10)

IV. LA DOCTRINA DE LA IGLESIA
11. Crecimiento en Cristo.  Nueva creencia fundamental aprobada en 04 de julio de 2005, en la 58ª Asamblea de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
Por su muerte en la cruz Jesús triunfó sobre las fuerzas del mal. El subyugó los espíritus de demonios durante Su ministerio terrestre y quebró su poder y tornó cierto su destino final. La victoria de Jesús nos da victoria sobre las fuerzas del mal que continúan procurando controlarnos, mientras caminamos con El en paz, alegría, y con la certeza de Su amor. Ahora el Espíritu Santo vive con nosotros y nos da poder. Continuamente comprometidos con Jesús como nuestro Salvador y Señor, somos libres del fardo de nuestros hechos pasados. No más viviremos en la oscuridad, con miedo de los poderes del mal, ignorancia, y la falta de sentido de nuestro antiguo modo de vida. En esa nueva libertad en Jesús, somos llamados a creces en semejanza a Su carácter, comulgando con El diariamente en oración, alimentándonos de Su Palabra, meditando en eso y en Su providencia, cantando sus alabanzas, reuniéndonos juntos en adoración, y participando en la misión de la Iglesia. A medida que nos entreguemos al servicio de amor a aquellos a nuestro alrededor y al testimonio de Su salvación, Su constante presencia con nosotros a través del Espíritu transforma cada momento y toda tarea en una experiencia espiritual.
› Razones biblicas: Salmos 1:1, 2; 23:4; 77:11, 12; Colosenses 1:13, 14; 2:6, 14, 15; San Lucas 10:17-20; Efesios 5:19, 20; 6:12-18; I Tesalonicenses 5:23; II San Pedro 2:9; 3:18; II Corintios 3:17, 18; Filipenses. 3:7-14; I Tesalonicenses 5:16-18; San Mateo 20:25-28; San Juan 20:21; Gálatas 5:22-25; Romanos 8:38, 39; I San Juan 4:4; Hebreos 10:25.

12. La iglesia. La iglesia es la comunidad de creyentes que confiesa que Jesucristo es Señor y Salvador. Como continuadores del pueblo de Dios del Antiguo Testamento, se nos invita a salir del mundo; y nos reunimos para adorar y estar en comunión unos con otros, para recibir instrucción el la Palabra, celebrar la Cena del Señor, para servir a toda la humanidad y proclamar el evangelio en todo el mundo. La iglesia deriva su autoridad de Cristo, que es el Verbo encarnado, y de las Escrituras que son la Palabra escrita. La iglesia es la familia de Dios: somos adoptados por él como hijos y vivimos sobre la base del nuevo pacto. La iglesia es el cuerpo de Cristo, una comunidad de fe de la cual Cristo mismo es la cabeza. La iglesia es la esposa por la cual Cristo murió para poder santificarla y purificarla. Cuando regrese en triunfo, se la presentará como una iglesia gloriosa, es a saber, los fieles de todas las edades, adquiridos por su sangre, sin mancha ni arruga, santos e inmaculados
(Génesis 12:3; Hechos 7:38; Efesios 4:11-15; 3:8-11; Mateo 28:19-20; 16:13-20; 18:18; Efesios 2:19-22; 1:22-23; 5:23-27; Colosenses 1:17-18)

13. El remanente y su misión. La iglesia universal está compuesta por todos los que creen verdaderamente en Cristo, pero en los últimos días, una época de apostasía generalizada, se ha llamado a un remanente para que guarde los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Este remanente anuncia la hora del juicio, proclama la salvación por medio de Cristo y anuncia la proximidad de su segunda venida. Esta proclamación está simbolizada por los tres ángeles de Apocalipsis 14; coincide con la hora del juicio en el cielo y da como resultado una obra de arrepentimiento y reforma en la tierra. Todo creyente recibe la invitación a participar personalmente en este testimonio mundial. (Apocalipsis 12:17; 14:6-12; 18:1-4; 2 Corintios 5:10; Judas 3, 14; 1 Pedro 1:16-19; 2 Pedro 3:10-14; Apocalipsis 21:1-14)

14. La unidad del cuerpo de Cristo. La iglesia es un cuerpo constituido por muchos miembros que proceden de toda nación, raza, lengua y pueblo. En Cristo somos una nueva creación; las diferencias de raza, cultura, educación y nacionalidad, entre encumbrados y humildes, ricos y pobres, hombres y mujeres, no debemos causar divisiones entre nosotros. Todas somos iguales en Cristo, quien por un mismo Espíritu nos ha unido en comunión con él y los unos con los otros. Debemos servir y ser servidos sin parcialidad ni reservas. Por medio de la revelación de Jesucristo en las Escrituras participamos de la misma fe y la misma esperanza, y salimos para dar a todos el mismo testimonio. Esta unidad tiene sus orígenes en la unicidad del Dios trino, que nos ha adoptado como sus hijos
(Romanos 12:4-5; 1 Corintios 12:12-14; Mateo 28:19-20; Salmos 133:1: 2 Corintios 5:16-17; Hechos 17:26-27; Gálatas 3:27, 29; Colosenses 3:10-15; Efesios 4:14-16; 4:1-6; Juan 17:20-23)

15. El bautismo. Por medio del bautismo confesamos nuestra fe en la muerte y resurrección de Jesucristo, y damos testimonio de nuestra muerte al pecado y de nuestro propósito de andar en novedad de vida. De este modo reconocemos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, llegamos a ser su pueblo y somos recibidos como miembros de su iglesia. El bautismo es un símbolo de nuestra unión con Cristo, del perdón de nuestros pecados y de nuestra recepción del Espíritu Santo. Se realiza por inmersión en agua, y está íntimamente vinculado con una afirmación de fe en Jesús y con evidencias de arrepentimiento del pecado. Sigue a la instrucción en las Sagradas Escrituras y a la aceptación de sus enseñanzas. (Romanos 6:1-6; Colosenses 2:12-13; Hechos 16:30-33; 22:16; 2:38; Mateo 28:19-20)

16. La Cena del Señor. La Cena del Señor es una participación en los emblemas del cuerpo y la sangre de Jesús como expresión de fe en él, nuestro Señor y Salvador. En esta experiencia de comunión Cristo está presente para encontrarse con su pueblo y fortalecerlo. Al participar en ella, proclamamos gozosamente la muerte del Señor hasta que venga. La preparación para la Cena incluye un examen de conciencia, arrepentimiento y confesión. El Maestro ordenó el servicio de lavamiento de los pies para manifestar una renovada purificación, expresar disposición a servirnos mutuamente y con humildad cristiana, y unir nuestros corazones en amor. Todos los creyentes cristianos pueden participar del servicio de comunión. (1 Corintios 10:16-17; 11:23-30; Mateo 26:17-30; Apocalipsis 3:20; Juan 6:48-63; 13:1-17)

17. Los dones y ministerios espirituales. Dios concede a todos los miembros de su iglesia en todas las edades dones espirituales para que cada uno las emplee en amante ministerio por el bien común de la iglesia y la humanidad. Concedidos mediante la operación del Espíritu Santo, quien los distribuye entre cada miembro según su voluntad, los dones proveen todos los ministerios y habilidades necesarios para que la iglesia cumpla su función divinamente ordenada. De acuerdo con las Escrituras estos dones incluyen ministerios tales como fe, sanidad, profecía, predicación, enseñanza, administración, reconciliación, compasión y servicio abnegado y caridad para ayudar y animar a nuestros semejantes. Algunos miembros son llamados por Dios y dotados por el Espíritu para cumplir funciones reconocidas por la iglesia en los ministerios pastoral, de evangelización, apostólico y de enseñanza, particularmente necesarios a fin de equipar a los miembros para el servicio, edificar a la iglesia de modo que alcance madurez espiritual, y promover la unidad de la fe y el conocimiento de Dios. Cuando los miembros emplean estos dones espirituales como fieles mayordomos de las numerosas gracias de Dios, la iglesia es protegida de la influencia destructora de las falsas doctrinas, crece gracias a un desarrollo que procede de Dios, y es edificada en la fe y el amor. (Romanos 12:4-8; 1 Corintios 12:9-11, 27-28; Efesios 4:8, 11-16; Hechos 6:1-7; 1 Timoteo 3:1-13; 1 Pedro 4:10-11)

18. El don de profecía. Uno de los dones del Espíritu Santo es el de profecía. Este don es una de las características distintivas de la iglesia remanente y se manifestó en el ministerio de Elena G. de White. Como mensajera del Señor, sus escritos son una permanente y autorizada fuente de verdad, y proveen consuelo, dirección, instrucción y corrección a la iglesia. También establecen con claridad que la Biblia es la norma por la cual deben ser evaluadas toda enseñanza y toda experiencia. (Joel 2:28-29; Hechos 2:14-21; Hebreos 1:1-3; Apocalipsis 12:17; 19:10)

V. LA DOCTRINA DE LA VIDA CRISTIANA
19. La ley de Dios. Los grandes principios de la ley de Dios están incorporados en los Diez Mandamientos y ejemplificados en la vida de Cristo. Expresan el amor, la voluntad y el propósito de Dios con respecto a la conducta y las relaciones humanas, y están en vigencia para todos los seres humanos de todas las épocas. Esos preceptos constituyen la base del pacto de Dios con su pueblo y la norma del juicio divino. Por medio de la obra del Espíritu Santo señalan el pecado y avivan la necesidad de un Salvador. La salvación es sólo por gracia y no por obras, pero su fruto es la obediencia a los mandamientos. Esta obediencia desarrolla el carácter cristiano y da como resultado una sensación de bienestar. Es una evidencia de nuestro amor al Señor y preocupación por nuestros semejantes. La obediencia por fe demuestra el poder de Cristo para transformar vidas y por lo tanto fortalece el testimonio cristiano. (Éxodo 20:1-17; Salmos 40:7-8; Mateo 22:36-40; Deuteronomio 28:1-14; Mateo 5:17-20; Hebreos 8:8-10; Juan 15:7-10; Efesios 2:8-10; 1 Juan 5:3; Romanos 8:3-4; Salmos 19:7-14)

20. El sábado. El benéfico Creador descansó el séptimo día después de los seis días de la creación, e instituyó el sábado para todos los hombres como un monumento de su obra creadora. El cuarto mandamiento de la inmutable ley de Dios requiere la observancia del séptimo día como día de reposo, adoración y ministerio, en armonía con las enseñanzas y la práctica de Jesús, el Señor del sábado. El sábado es un día de agradable comunión con Dios y con nuestros hermanos. Es un símbolo de nuestra redención en Cristo, una señal de santificación, una demostración de nuestra lealtad y una anticipación de nuestro futuro eterno en el reino de Dios. El sábado es la señal perpetua de Dios del pacto eterno entre él y su pueblo. La gozosa observancia de este tiempo sagrado de tarde a tarde, de puesta de sol a puesta de sol, es una celebración de la obra creadora y redentora de Dios
(Génesis 2:1-3; Éxodo 20:8-11; Lucas 4:16; Isaías 56:5-6; 58:13-14; Mateo 12:1-12; Éxodo 31:13-17; Ezequiel 20:12, 20; Hebreos 4:1-11; Deuteronomio 5:12-15; Levíticos 23:32; Marcos 1:32)

21. La mayordomía. Somos mayordomos de Dios, a quienes él ha confiado tiempo y oportunidades, capacidades y posesiones, y las bendiciones de la tierra y sus recursos. Somos responsables ante él por su empleo adecuado. Reconocemos que Dios es dueño de todo mediante nuestro fiel servicio a él y a nuestros semejantes, y mediante la devolución de los diezmos y las ofrendas para la proclamación de su evangelio y para el sostén y desarrollo de su iglesia. La mayordomía es un privilegio que Dios nos ha concedido para que crezcamos en amor y para que logremos la victoria sobre el egoísmo y la codicia. El mayordomo fiel se regocija por las bendiciones que reciben los demás como fruto de su fidelidad. (Génesis 1:26-28; 2:15; 1 Crónicas 29:14; Hageo 1:3-11; Malaquías 3:8-12; 1 Corintios 9:9-14; Mateo 23:23; 2 Corintios 8:1-15; Romanos 15:26-27)

22. Conducta cristiana. Se nos invita a ser gente piadosa que piense, sienta y actúe en armonía con los principios del cielo. Para que el Espíritu vuelva a crear en nosotros el carácter de nuestro Señor, participamos solamente de lo que produce pureza, salud y gozo cristiano en nuestra vida. Esto significa que nuestras recreaciones y entretenimientos estarán en armonía con las más elevadas normas de gusto y belleza cristianos. Si bien reconocemos las diferencias culturales, nuestra vestimenta debiera ser sencilla, modesta y pulcra como corresponde a aquellos cuya verdadera belleza no consiste en el adorno exterior, sino en el inmarcesible ornamento de un espíritu apacible y tranquilo. Significa también que puesto que nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo, debemos cuidarlos inteligentemente. Junto con la práctica adecuada del ejercicio y el descanso, debemos adoptar un régimen alimentario lo más saludable posible, y abstenernos de alimentos impuros identificados como tales en las Escrituras. Puesto que las bebidas alcohólicas, el tabaco, y el empleo irresponsable de drogas y narcóticos son dañinos para nuestros cuerpos, también nos abstendremos de ellos. En cambio, nos dedicaremos a todo lo que ponga nuestros pensamientos y cuerpos en armonía con la disciplina de Cristo, quien quiere que gocemos de salud, de alegría y de todo lo bueno. (Romanos 12:1-2; 1 Juan 2:6; Efesios 5:1-21; Filipenses 4:8; 2 Corintios 10:5; 6:14 - 7:1; 1 Pedro 3:1-4; 1 Corintios 6:19-20; 10:31; Levíticos 11:1-47; 3 Juan 2)

VI. LA DOCTRINA DE LOS ACONTECIMIENTOS FINALES
23. El matrimonio y la familia. El matrimonio fue establecido por Dios en el Edén y confirmado por Jesús, para que fuera una unión por toda la vida entre un hombre y una mujer en amante compañerismo. Para el cristiano el matrimonio es un compromiso a la vez con Dios y con su cónyuge, y este paso debieran darlo sólo personas que participan de la misma fe. El amor mutuo, el honor, el respeto y la responsabilidad, son la trama y la urdimbre de esta relación, que debiera reflejar el amor, la santidad, la intimidad y la perdurabilidad de la relación que existen entre Cristo y su iglesia. Con respecto al divorcio, Jesús enseñó que la persona que se divorcia, a menos que sea por causa de fornicación  y se casa con otra, comete adulterio. Aunque algunas relaciones familiares estén lejos de ser ideales, los socios en la relación matrimonial que se consagran plenamente el uno al otro en Cristo pueden lograr una amorosa unidad gracias a la dirección del Espíritu y al amante cuidado de la Iglesia. Dios bendice la familia y es su propósito que sus miembros se ayuden mutuamente hasta alcanzar la plena madurez. Los padres deben criar a sus hijos para que amen y obedezcan al Señor. Mediante el precepto y el ejemplo debieran enseñarles que Cristo disciplina amorosamente, que siempre es tierno y que se preocupa por sus criaturas, y que quiere que lleguen a ser miembros de su cuerpo, la familia de Dios. Una creciente intimidad familiar es uno de los rasgos característicos del último mensaje evangélico. (Génesis 2:18-25; Mateo 19:3-9; Juan 2:1-11; 2 Corintios 6:14; Efesios 5:21-33; Mateo 5:31-32; Marcos 10:11-12; Lucas 16:18; 1 Corintios 7:10-11; Éxodo 20:12; Efesios 6:1-4; Deuteronomio 6:5-9; Proverbios 22:6; Malaquías 4:5, 6)

24. El ministerio de Cristo en el santuario celestial. Hay un santuario en el cielo, el verdadero tabernáculo que el Señor erigió y no el hombre. En él Cristo ministra en nuestro favor, para poner a disposición de los creyentes los beneficios de su sacrificio expiatorio ofrecido una vez y para siempre en la cruz. Llegó a ser nuestro gran Sumo Sacerdote y comenzó su ministerio intercesor en ocasión de su ascensión. En 1844, al concluir el período profético de los 2.300 días, entró en la segunda y última fase de su ministerio expiatorio. Esta obra es un juicio investigador que forma parte de la eliminación definitiva del pecado, tipificada por la purificación del antiguo santuario hebreo en el día de la expiación. En el servicio simbólico el santuario se purificaba mediante la sangre de los sacrificios de animales, pero las cosas celestiales se purificaban mediante el perfecto sacrificio de la sangre de Jesús. El juicio investigador pone de manifiesto frente a las inteligencias celestiales quiénes de entre los muertos duermen en Cristo y por lo tanto se los considerará dignos, en él, de participar de la primera resurrección. También aclara quiénes entre los vivientes están morando en Cristo, guardando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y en éI, por lo tanto estarán listos para ser trasladados a su reino eterno. Este juicio vindica la justicia de Dios al salvar a los que creen en Jesús. Declara que los que permanecieron leales a Dios recibirán el reino. La conclusión de este ministerio de Cristo señalará el fin del tiempo de prueba otorgado a los seres humanos antes de su segunda venida
(Hebreos 8:1-5; 4:1416; 9:11-28; 10:19-22; 1:3; 2:16, 17; Daniel 7:9-27; 8:13-14; 9:24-27; Números 14:34; Ezequiel 4:6; Levíticos 16; Apocalipsis 14:6-7; 20:12: 14:12; 22:12)

25. La segunda venida de Cristo. La segunda venida de Cristo es la bienaventurada esperanza de la iglesia, la gran culminación del evangelio. La venida del Salvador será literal, personal, visible y de alcance mundial. Cuando regrese, los justos muertos resucitarán y junto con los justos vivos serán glorificados y llevados al cielo, pero los impíos morirán. El hecho de que la mayor parte de las profecías esté alcanzando su pleno cumplimiento, unido a las actuales condiciones del mundo, nos indica que la venida de Cristo es inminente. El momento cuando ocurrirá este acontecimiento no ha sido revelado, y por lo tanto se nos exhorta a estar preparados en todo tiempo
(Tito 2:13; Hebreos 9:28; Juan 14:1-3; Hechos 1:9-11; Mateo 24:14; Apocalipsis 1:7; Mateo 24:43-44; 1 Tesalonicenses 4:13-18; 1 Corintios 15:51-54; 2 Tesalonicenses 1:7-10; 2:8; Apocalipsis 14:14-20; 19:11-21; Mateo 24; Marcos 13; Lucas 21; 2 Timoteo 3:1-5; 1 Tesalonicenses 5:1-6)

26. La muerte y la resurrección. La paga del pecado es muerte. Pero Dios, el único que es inmortal, otorgará vida eterna a sus redimidos. Hasta ese día, la muerte constituye un estado de inconsciencia para todos los que hayan fallecido. Cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, los justos resucitados y los justos vivos serán glorificados y todos juntos serán arrebatados para salir al encuentro de su Señor. La segunda resurrección, la resurrección de los impíos, ocurrirá mil años después. (Romanos 6:23; 1 Timoteo 6:15-16; Eclesiastés 9:5-6; Salmos 146:3-4; Juan 11:11-14; Colosenses 3:4; 1 Corintios 15:51-54; 1 Tesalonicenses 4:13-17; Juan 5:28-29; Apocalipsis 20:1-10)

27. El milenio y el fin del pecado. El milenio es el reino de mil años de Cristo con sus santos en el cielo que se extiende entre la primera y la segunda resurrección. Durante ese tiempo serán juzgados los impíos; la tierra estará completamente desolada, sin habitantes humanos, pero sí ocupada por Satanás y sus ángeles. Al terminar ese período Cristo y sus santos, junto con la Santa Ciudad, descenderán del cielo a la tierra. Los impíos muertos resucitarán entonces, y junto con Satanás y sus ángeles rodearán la ciudad; pero el fuego de Dios los consumirá y purificará la tierra. De ese modo el universo será librado del pecado y de los pecadores para siempre (Apocalipsis 20; 1 Corintios 6:2-3; Jeremías 4:23-26; Apocalipsis 21:1-5; Malaquías 4:1; Ezequiel 28:18-19)

28. La tierra nueva. En la tierra nueva, donde morarán los justos, Dios proporcionará un hogar eterno para los redimidos y un ambiente perfecto para la vida, el amor y el gozo sin fin, y para aprender junto a su presencia. Porque allí Dios mismo morará con su pueblo, y el sufrimiento y la muerte terminarán para siempre. El gran conflicto habrá terminado y el pecado no existirá más. Todas las cosas, animadas e inanimadas, declararán que Dios es amor, y él reinará para siempre jamás. Amén (2 Pedro 3:13; Isaías 35; 65:17-25; Mateo 5:5; Apocalipsis 21:1-7; 22:1-5; 11:15

DIOS ESTA CON SU PUEBLO


 DIOS ESTA CON SU PUEBLO

28 de marzo
"Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel. . . Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel." Exo. 31: 16, 17.

No estudiamos las Escrituras como debiéramos hacerlo. En vez de invertir nuestro tiempo en el estudio de otros temas durante el día, necesitamos dedicar tiempo al estudio de las Escrituras. Necesitamos acercamos a Dios sobre nuestras rodillas, con nuestras Biblias, y pedir la sabiduría de Dios para comprender los tesoros de verdad. No tendremos fundamento a menos que hagamos esto, porque todo lo que pueda ser sacudido lo será. . .

Satanás está vigilando a fin de encontrar la mente desprevenida y poder así posesionarse de ella. No deseamos ignorar sus artimañas, ni queremos ser dominados por sus estratagemas. A él le agradan las imágenes que lo presentan como teniendo cuernos y pezuñas, porque tiene inteligencia; él fue una vez un ángel de luz. A los que confían en su propia inteligencia les hará creer que pueden corregir las Escrituras. Tendrán que enfrentar esta clase de incredulidad entre los que están en posiciones elevadas. Necesitan que el Espíritu Santo de Dios, el poder divino, coopere con ustedes para discernir las trampas que el diablo está preparando, y escapar de ellas. Conseguirá llevarse cautivo al mundo religioso. (Véase 2 Tes. 2: 11.) ¡Cómo pueden atreverse a colocar sus manos sacrílegas sobre las Escrituras! Debemos exponer con claridad el sábado del Señor. Es algo tan sencillo y tan definido. Es una señal distintiva entre los hijos de Dios y los hijos del mundo . . .

No sabemos cuán pronto seremos señalados como ciudadanos irrespetuosos de la ley, porque el príncipe del poder del aire se está posesionando de las mentes de los hombres. Podemos escoger entre obedecer esos poderes y deshonrar a Dios, o desobedecer esos poderes y honrar a Dios. Si obedecemos a Dios, su Santo Espíritu reposará sobre nosotros, y no estaremos entonces luchando con nuestras propias aseveraciones sino con el "escrito está". Todo lo que tenemos que hacer es volver al cuarto mandamiento. Lean el testimonio de Jesucristo acerca de que ni siquiera un tilde habría de ser alterado, sino que mantiene su vigencia tan exactamente como cuando fue escrito por el dedo de Dios sobre las tablas de piedra. Debiéramos amar la verdad precisamente porque es la verdad. Hay una enorme diferencia entre estar del lado de Dios en este asunto o no. Puede ser que sean llamados a comparecer delante de los tribunales, y en esas emergencias piensen en la promesa del Señor: "Yo estoy allí". No podemos permanecer sobre arena movediza, pero podemos hacerlo sobre Cristo Jesús. Podemos permanecer allí aunque el mundo entero se nos oponga. . .

Dios hizo un pacto con su pueblo y estará con él (Manuscrito 11, del 28 de marzo de 1893, "Escudriñad las Escrituras").

martes, 27 de marzo de 2012

LA COMISIÓN ES NUESTRA


LA COMISIÓN ES NUESTRA
27 de marzo

"Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra." Hech 1: 8.

Cuando Cristo expiraba sobre la cruz y exclamó "Consumado es", el velo del templo se rasgó desde arriba hacia abajo. El sistema judaico de sacrificios y ofrendas ya no era necesario. El tipo se había encontrado con el antitipo en la muerte de Aquel a quien señalaban los sacrificios. Se había abierto un camino nuevo y vivo; un camino por el cual judíos y gentiles, libres y siervos, podían acercarse a Dios y encontrar perdón y paz.

Cristo debe ser exaltado como el Redentor del mundo. Debe ser proclamado como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El Salvador había declarado: "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hech. 1: 8).

El último acto de Cristo antes de dejar esta tierra consistió en comisionar a sus embajadores para ir al mundo con su verdad. Sus últimas palabras tuvieron el propósito de impresionar a los discípulos con el pensamiento de que a ellos se les había confiado en custodia el mensaje del Cielo para el mundo. En obediencia al mandato del Señor, los discípulos regresaron a Jerusalén y esperaron allí el prometido derramamiento del Espíritu Santo. Hubo inteligencias celestiales que cooperaron con ellos y otorgaron poder al mensaje que llevaban. El Espíritu Santo dio eficacia a sus esfuerzos misioneros, y en una ocasión tres mil se convirtieron en un día. Pablo, milagrosamente transformado de cruel perseguidor en creyente celoso, se agregó al número de los discípulos. A él se le confió en una manera especial la obra de dar el mensaje a los gentiles.

A Juan, desterrado a la isla de Patmos por su fidelidad en testificar por Cristo, se le dio allí luz especial para la iglesia. En su exilio contempló a su Redentor glorificado, y vio en forma más clara que nunca antes lo que habría de ocurrir al fin de la historia de esta tierra. Vio la misericordia, la ternura y el amor de Dios combinados con su santidad, su justicia y su poder. Vio cómo los pecadores encontraban un Padre en Aquel ante quien sus pecados les habrían hecho sentir temor. La misericordia y la verdad, se habían encontrado; la justicia y la paz se habían besado. En lugar de huir de Dios por causa de nuestros pecados, corramos a sus brazos para encontrar protección y perdón. El trono, tan terrible para nosotros si permanecemos en incredulidad, llega a ser, cuando nos arrepentimos, un lugar de refugio (Manuscrito 38, del 27 de marzo de 1905, "Tengan buen ánimo"). 

lunes, 26 de marzo de 2012

NUESTRA EXPERIENCIA CRISTIANA DEBE SER ESTIMULADA


NUESTRA EXPERIENCIA CRISTIANA DEBE SER ESTIMULADA
26 de marzo

"Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete." Apoc. 3: 18, 19.

Como pueblo corremos el peligro de separamos del Sol de Justicia. Debemos santificarnos a Dios mediante la obediencia a la verdad. Nuestra conciencia debe ser purificada de obras muertas a fin de servir al Dios viviente. La santificación significa amor perfecto, obediencia perfecta, conformidad plena con la voluntad de Dios. Si nuestras vidas están en armonía con la vida de Dios, si nuestras vidas son semejantes a la vida de Cristo mediante la santificación de la mente, el alma y el cuerpo, nuestro ejemplo tendrá una influencia poderosa sobre el mundo. No somos perfectos, pero es nuestro privilegio separarnos de los enredos con el yo y el pecado, y avanzar hacia la perfección . . .

Al alcance de todo aquel que tiene fe verdadera hay grandes posibilidades, logros elevados y santos. ¿No ungiremos nuestros ojos con el colirio celestial a fin de poder discernir las cosas maravillosas colocadas delante de nosotros? ¿Por qué no avanzamos hacia adelante y hacia arriba, con fervorosa perseverancia, cumpliendo esta oración del Señor, a fin de alcanzar la norma de la santidad? Somos obreros juntamente con Dios y debemos trabajar en armonía el uno con el otro y con Dios, "porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Fil. 2: 13). . .

Al Señor no le agrada vernos espiritualmente débiles. "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros" (2 Cor. 4: 6, 7). Tenemos que enfrentar conflictos y pruebas pero no necesitamos fracasar ni desanimarnos. . .

Dios es honrado sólo cuando los que profesan creer en El son amoldados a su imagen. Debernos representar ante el mundo la belleza de la santidad, porque nunca entraremos a través de las puertas de la ciudad de Dios hasta que perfeccionemos un carácter como el de Cristo. Si nosotros, con confianza en Dios, nos esforzamos por lograr la santificación, la recibiremos. Entonces, como testigos de Cristo, daremos a conocer lo que la gracia de Dios ha producido en nosotros.

Lo que puede causarnos más desasosiego es la falta de certidumbre. La aceptación de las bendiciones de Dios trae justicia y paz. El fruto de la justicia es quietud y seguridad para siempre. Debemos tener la sencillez y sinceridad de Dios. Debemos tener esa sabiduría que desciende de lo alto. Nuestra experiencia cristiana debe ser reanimada por medio de la piedad e impulsada por la vida divina (Manuscrito 38, del 26 de marzo de 1899, "La voluntad de Dios acerca de vosotros" ).

viernes, 23 de marzo de 2012

Los deseos de ALEJANDRO MAGNO para su funeral


Los deseos de ALEJANDRO MAGNO para su funeral



1 - Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los mejores médicos de la época.

2 - Que los tesoros que había conquistado (plata, oro, piedras preciosas), fueran esparcidos por el camino hasta su tumba, y...

3 - Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.

Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro cuáles eran sus razones.

Alejandro le explicó:

1 - Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos NO tienen, ante la muerte, el poder de curar.

2 - Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen.

3 - Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos, cuando se nos termina el más valioso tesoro que es el tiempo.

Agregó: el tiempo es el tesoro más valioso que tenemos porque es limitado.

Podemos producir más dinero, pero no más tiempo.
Al morir nada material te llevas, te llevaras las buenas acciones que supiste realizar.

Cuando le dedicamos tiempo a una persona, le estamos entregando una porción de nuestra vida ...

El mejor regalo que le puedes dar a alguien,... es tu TIEMPO.

DIOS, EL REVELADOR DE LOS SECRETOS


 DIOS, EL REVELADOR DE LOS SECRETOS
23 de marzo

"Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley." Deut. 29: 29.

En tiempo pasado el Señor Dios del cielo reveló sus secretos a sus profetas, y lo sigue haciendo todavía. El presente y el futuro son igualmente claros para El, y muestra a sus siervos la historia futura de lo que habrá de ser. El Omnisciente miró a través de las edades y predijo mediante sus profetas el levantamiento y la caída de reinos, centenares de años antes de que ocurrieran los eventos preanunciados. El eco de la voz de Dios se deja escuchar a través de las edades, diciéndole al hombre lo que ha de ocurrir. Reyes y príncipes ocupan sus lugares en el tiempo designado. Ellos piensan que están llevando adelante sus propios propósitos, pero en realidad están cumpliendo la palabra que Dios dio por medio de sus profetas. Desempeñan su parte en el desarrollo de los grandes propósitos de Dios. Se suceden los eventos, y así se cumple la palabra que Dios ha hablado.

Los incrédulos e impíos no disciernen las señales de los tiempos. En su ignorancia pueden rehusarse a aceptar el Registro inspirado. Pero cuando los cristianos profesos hablan despectivamente de las formas y medios empleados por el gran YO SOY para hacer conocer sus caminos y propósitos, se manifiestan ignorantes tanto de las Escrituras como del poder de Dios.

El Creador conoce exactamente con qué elementos tiene que tratar en la naturaleza humana. Sabe qué medios debe emplear para obtener el fin deseado. El cristiano que acepta la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, observará la historia bíblica en su verdadera orientación. El pasado -la historia de la dispensación judaica desde el principio hasta el fin-, en vez de ser calificado despectiva y burlonamente como la "edad oscura", revelará luz y más luz a medida que se lo estudie.

La palabra del hombre fracasa, y quien se aferre de las aserciones del hombre como su fuente de dependencia, bien puede temblar, porque algún día llegará a ser como un barco que naufragó. Pero la Palabra de Dios es infalible y subsiste para siempre. Cristo declara: "Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido" (Mat. 5: 18). La Palabra de Dios permanecerá a través de las interminables edades de la eternidad.

Dios vive y reina. Su gloria no se confina a templos hechos de manos. No ha cerrado el cielo a su pueblo. Tanto en la era judaica como en ésta, Dios revela sus secretos a sus siervos los profetas (Manuscrito 39, del 23 de marzo de 1899, "Lealtad o deslealtad").

martes, 20 de marzo de 2012

REPROCHE A LOS CELOS Y LA AVARICIA


 REPROCHE A LOS CELOS Y LA AVARICIA
20 de marzo

Porque los que quieran enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición. 1 Tim. 6: 9.

Hace muchos años me fueron presentadas en visión algunas cosas relacionadas con usted y su familia. En junio pasado hizo un año que me fueron presentados los casos de diferentes familias que habían errado en algunas cosas; y me fue presentado otra vez su caso en conexión con su esposo y sus hijos. Era un hecho ocurrido muchos años atrás.

La vi vigilando a su esposo con una especie de celoso temor. A pesar de que él había entregado su corazón, Ud. temía que él pudiera pensar demasiado en otras que no tenían derechos a sus efectos. . . Sus temores eran infundados. A pesar de ello, este temor la estado acompañando a lo largo de su vida matrimonial. Ud. ha pasado muchas horas de sufrimiento innecesario examinado las palabras y las acciones de su esposo con una mente censuradora, adjudicándole motivos erróneos.

Satanás está siempre listo para hacer su parte a fin de. . . echar a perder la felicidad de una familia que de otro modo podría haber sido completa. Vi que este espíritu de celos era tan cruel como la tumba y estaba causando un distanciamiento sentimental entre el esposo y la esposa. Con el andar del tiempo, los hijos muy a menudo comprendieron los sentimientos de su madre. La tristeza y perturbación que ella sufría despertaron simpatía en sus corazones, y se vieron. . . distanciados en un grado mayor o menor de su padre. Toda esta infelicidad era gratuita. Satanás había logrado magnificar palabras y actos inocentes de tal manera que aparecieran como faltas. . .

Ud. [también] tiene algo para hacer, hermano P----- [el esposo], a fin de librarse de su egoísmo supremo. Ud. se está volviendo tan avaro y ama tanto el dinero, que cada centavo le parece mucho y toda la generosidad de su carácter se cambia en amor al dinero, a un deseo de acumularlo y guardarlo. Ud. ha ganado algo de dinero pero ¡oh, a qué costo! ¡Qué pérdida! Sacrificó cruelmente el poder salvador de la fe y la verdad.

Hermanos en la verdad presente, abandonen estas empresas inciertas [la inversión en derechos de patentes]. Busquen un empleo permanente, aun cuando las entradas resultantes puedan ser pequeñas, y no estén cambiando mucho. Muchos de nuestros hermanos se comprometen en este negocio de los derechos de patente que les parece prometedor; pero una vez que han caído en la trampa se sienten chasqueados y sin sus medios; medios que debieran haberse invertido en sostener a sus familias y en hacer avanzar la causa de la verdad presente. Entonces llega el remordimiento, el arrepentimiento y la tristeza, y algunos que fueron una vez concienzudos, renuncian a su confianza y pierden su gozo espiritual, y en consecuencia también su salud (Carta 9, del 20 de marzo de 1864, dirigida a un matrimonio que se había contado entre los primeros creyentes adventistas). 

¿Esta su Vida Vacía? Es eso puede cambiar.


¿Esta su Vida Vacía? Es eso puede cambiar.

Vivimos en un mundo llena de dolor y de pérdidas. A pesar de su prosperidad material, el mundo occidental tampoco se halla exento de estos males. Todos buscamos paz y prosperidad. Desafortunadamente, muchas de las cosas que imaginamos pueden darnos felicidad sólo ofrecen una liberación pasajera del sufrimiento que a menudo nos embarga. ¿Nos queda acaso alguna esperanza?
Desde siempre, los problemas han sido parte de la experiencia humana. Una buena parte de la literatura mundial hablan de las dificultades por las que todos debemos pasar. No es mera coincidencia que la Biblia esté llena en gran parte de historias que hoy día nos resultan tan relevantes como cuando sucedieron, siglos atrás. Es una lástima que a menudo descuidemos que esta rica fuente de soluciones divinas para nuestra condición humana. Repasemos algunas de esas historias.
¿Cómo llenar el vacío?
Una mujer del antiguo testamento era pobre en extremo. Su marido había muerto y había dejado grandes deudas. Lo único que tenía era una vasija de aceite y dos hijos que, para colmo de males, estaban a punto de ser llevados como esclavos para saldar la deuda. En su desesperación, fue a ver al profeta Eliseo, quien le digo que tomara prestadas de sus vecinos tantas vasijas como fuera posible. Por medio de Eliseo, Dios se disponía hacer un milagro en su vida.
La mujer recibió la orden de echar aceite en todas las vasijas. Mientras lo hacía, el aceite no dejó de fluir y llenó todas las vasijas prestadas. Entonces, vendió el aceite y pagó la deuda (ver 2 reyes 4:1-7).
Al igual que esas vasijas, nuestra vida a menudo parece vacía. Aunque cada vez que gozamos de mayor prosperidad material, los índices de divorcio y suicidio muestran que muchas vidas están ruinas. A menudo, la risa solamente enmascara el vacío interior.
La solución a nuestras dificultades no está en luchar solos, sino permitir que Jesús tome el control de nuestras vidas.
Para compensar, la gente trata de llenar sus “vasijas” con toda clase de cosas: drogas, alcohol, fiestas, trabajo o dinero. La lista podría ser más extensa. Desafortunadamente, estas alternativas son pasajeras.
Hay alguien, sin embargo, que es capaz de llenar que esas vasijas vacías. Ese alguien es Jesús. El apóstol Pablo lo digo de esta manera “tenemos este tesoro en vasos de barro” (2 corintios 4:7). La solución a nuestras dificultades no significa que tenemos que luchar solos, sino permitir que Jesús, tome el control de nuestras vidas. No todas las dificultades desaparecerán, pero recibiremos fuerzas del cielo para enfrentarlas.

¿Beber para volver a tener sed?
En la Biblia, a menudo se habla de que Dios desea llenar nuestras vidas con su paz y consuelo. Cierta vez, Jesús viajaba de Judea a galilea a través de samaria, cuando se detuvo a descansar en el pozo de Jacob. Una mujer del lugar vino al pozo a llenar sus vasijas de agua. Jesús le pidió de beber.
Jesús solía compartir su mensaje de esperanza y amor mediante lecciones objetivas, cosa que hizo en esta ocasión junto al pozo: “cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener ser; más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá ser jamás; sino que el alma que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:13,14).
El agua de vida nos llenará hasta que rebosemos y satisfará todas nuestras necesidades. Como dice David: “abres tu mano, y colmadas de bendición A todo ser viviente” (salmos145:16).
Por medio del poder que nos da Cristo, estaremos capacitados para enfrentar los problemas de la vida, los confortará en momentos de duelo y, lo que es más importante, nos dará la esperanza que fortalece.
El verdadero tesoro.
El rey salomón supo lo que es vivir apartado de Dios. En la primera parte de su reinado, reconoció a Dios como el creador y la fuente de todo poder y sabiduría. Una noche, Dios le hablo en un sueño y le dijo que pidiera lo que quisiese. En lugar de pedir riquezas, fama, una larga vida, u otros favores temporales, salomón pidió sabiduría y discernimiento. Dios se sintió tan complacido que le otorgó lo que pidió.
Durante ese periodo de su vida, salomón fue respetado por su misericordia y justicia. Anduvo de los caminos de Dios y fue bendecido por su honradez. Pero poco a poco, el orgullo y la autosuficiencia, además de la influencia de sus esposas paganas, llegaron a ser su perdición. Con el tiempo le dio la espalda a Dios y comenzó a llenar su vida con tesoros perecederos. No le faltaba mujeres, fama, músicos, oro, plata, piedras preciosas, tierras y navíos. Aun así, no era feliz.
Al buscar a los tesoros mundanales, Salomó olvidó la verdadera fuente de la felicidad. En lugar de ser honrado por sus actos de misericordia y benevolencia, se volvió tirano; aumentó los impuestos para financiar sus proyectos. Y lo peor de todo, perdió el favor de Dios.
Después de malgastar tanto tiempo en busca de la fama, salomón reconoció su error y regresó a Dios. Después de satisfacer todas sus ambiciones, declaró que todo era válida (ver eclesiastés1:1,2).
Como puede ayudarle este relato? Cristo vino este mundo para que usted tenga vida, y la tenga en abundancia (Juan10:10). Dios lo creó con un fin especial y en su propósito hacer que su copa rebose para que pueda experimentar la vida plena. Cristo ofrece paz y descanso a todos los que aceptan su regalo.
Aunque no somos más que una pequeña e insignificante partícula de polvo en comparación con el universo, Dios se interesa por nosotros. El que ve caer al gorrión de seguro se interesa también en nuestro bienestar. Puede que la vida le parezca tan vacía como las vasijas de aceite de la historia, pero Dios quiere obrar un milagro en su vida. Quiere que nuestras vidas rebosen de incontables bendiciones. Él es nuestra única esperanza duradera en medio de tantas dificultades.


Stephanie Fox es una talentosa joven de apenas 16 años. Además de sus estudios regulares, recibe clases de violín en el conservatorio de música de la universidad de Tasmania. Reside en Hobart, Capital de Tasmania, Australia.
Prioridades para hoy, páginas 4 y 5.

lunes, 19 de marzo de 2012

Fuerza Para Amar


FUERZA Para Amar

por: Alejando Bullon
Conocer a Jesús es Todo
Capitulo 3
¿Tendrías el coraje de no amarlo? P apá, ¿por qué debo amar a Jesús? -me preguntó cierto día uno de mis hijos.
Tratando de encontrar una respuesta que satisficiera la curiosidad del niño, lo miré directamente a los ojos y le pregunté:
-¿Tú quieres a papá?
-Claro que sí -respondió.
-Pero, ¿pensaste alguna vez por qué quieres a papá?
Sus ojitos se movieron de un lado al otro con una rapidez extraordinaria, y con una sonrisa iluminándole el rostro, dijo:
-Porque tú me quieres a mi.
¿Entendiste, amigo mío? El amor tiene el extraño poder de cautivar. El amor engendra amor. Nadie resiste al magnetismo del amor, y una de las grandes verdades bíblicas es que Cristo nos amó de tal manera que lo mínimo que podemos hacer es amarlo también. Pero, ¿por qué el ser humano no consigue amar a Dios? ¿Sabes lo que sucede? A veces, es porque no entendemos lo que él hizo por nosotros. Constantemente decimos que él murió en la cruz para salvarnos, pero me temo que no entendemos plenamente lo que eso signffica. Hemos oído tantas veces esa frase desde niños, que es posible que nos hayamos familiarizado tanto con ella al punto de perder su verdadero significado.
Hace años, en el seminario donde yo estudié, fui testigo de una hermosa historia de amor. Uno de los jóvenes más feos del seminario se casó con una de las señoritas más bonitas. Ella era una de las jóvenes que habían llegado aquel año por primera vez. Los muchachos más apuestos, más hermosos, inteligentes y comunicativos fueron desfilando, uno a uno, intentando conquistarla, sin éxito.
Un día un colega me buscó, y me dijo:
-Estoy con problemas.
-¿Cuál es tu problema?
-Estoy enamorado.
-!Felicitaciones! Eso es fabuloso, eso no es un problema.
-Espera un minuto -dijo él-, es que me estoy refiriendo a aquella chiquilla.
Se me cortó la sonrisa, y murmuré:
-Bueno, ahí sí, eso es ciertamente un problema. Tú sabes que los muchachos más apuestos y seductores del colegio no consiguieron nada. ¿Te parece que ella te va a mirar a ti?
-Lo sé -dijo el muchacho, triste-, lo sé muy bien, pero, ¿qué puedo hacer si la amo?
Los meses fueron pasando, y el amor fue creciendo en silencio dentro del corazón de aquel Joven.
A mitad del año escolar, de repente corrieron rumores de que ella abandonaría el colegio porque no podía pagar las mensualidades.
Nuestro amigo se presentó al gerente del colegio y se ofreció para pagar las cuentas de la joven con el dinero que él había ganado vendiendo libros. Naturalmente, eso significaba para él la pérdida de un año de estudios.
El gerente trató de disuadirlo. Pero no lo consiguió. "El dinero es mío, y yo quiero pagar las cuentas de ella. Y, por favor, no quisiera que ella llegara a saber quién es el que pagó".
Así que fue él quien tuvo que abandonar el colegio aquel año para vender más libros y continuar estudiando al año siguiente.
Algunos meses más tarde me escribió una carta conmovedora. "Dices que no vale la pena el sacrificio que estoy haciendo, que ella nunca me mirará. Lo que tú no sabes es que yo la amo y no puedo permitir que ella pierda un año de estudios. Yo la amo. No importa si ella nunca llega a mirarme. Yo me siento feliz haciendo esto por ella".
Al año siguiente regresó al colegio. Su amor estaba más maduro. Tenía certeza de lo que sentía, y un día se armó de coraje y le habló. Le abrió el corazón, y le declaró sus sentimientos. Fue un momento muy triste. Ella, no sólo rechazó la propuesta, sino que, además, lo trató mal. Alguien buscó entonces a la joven, y le dijo: "Oye, tienes el derecho de decir no, pero podías haber sido más delicada con él. No necesitabas herirlo. Es verdad que es un muchacho simple, casi insignificante, sin ningún atributo físico, sin facilidad de palabra, pero él te ama tanto que el año pasado perdió el año de estudios para que tú no tuvieras que abandonar el colegio; y todo eso lo hizo sin que tú lo supieras, sin esperar nada, solamente porque te ama".
La joven quedó en estado de choque. Lloró. Le preguntó al gerente si era verdad, y al tener la confirmación, se sintió herida y humillada.
Meses después aquel muchacho anunció a sus compañeros: "Estoy novlando con ella".
Todo el mundo comenzó a pensar: "Es por lástima". "Es por compasión". Pero un día ella me dijo una cosa bonita. "Al principio, cuando descubrí lo que había hecho por mí, me sentí perturbada, fastidiada, ofendida. Pero a medida que el tiempo pasaba, comencé a pensar con más calma, y me pregunté a mí misma: "¿Acaso podría encontrar en este mundo a un joven que me ame tanto, al punto de sacrificar en silencio un año de estudios sin esperar nada, incluso sin querer que yo supiera el sacrificio que estaba haciendo?" Entonces llegué a una conclusión:
"¿Cómo tendría el coraje de no amar a alguien que me ama tanto?"
Esa frase merece ser puesta en un marco de oro. "¿Cómo tendría el coraje de no amar a alguien que me ama tanto?"
El día en que comprendamos lo que realmente sucedió aquella tarde en la cruz del Calvario, nos haremos, sin duda, la misma pregunta.
Pero, ¿qué fue lo que aconteció allí?
Vayamos con nuestros ojos al Jardín del Edén. Al crear Dios al ser humano, le dio una orden: "De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás". (1) Esa orden contenía el principio de la retribución; en otras palabras, la obediencia merece vida, y la desobediencia merece muerte. El hombre pecó. Todos nosotros pecamos y, en consecuencia, nuestra recompensa debía ser la muerte. Teníamos que morir. "La paga del pecado es la muerte", (2) pero sucede que el ser humano no quiere morir. Clama, y pide perdón. "Padre, perdóname". ¿Acaso sabe él lo que está diciendo? "Padre, yo pequé, merezco morir pero, por favor, no quiero morir". Esta súplica del hombre le crea un conflicto a Dios, porque él es Dios, y su palabra no cambia. Si el hombre pecó, tiene que morir, pero él ama al ser humano, y no puede permitir que el hombre muera. ¿Qué hacer? Si hubo pecado, tiene que haber muerte, y "sin derramamiento de sangre no se hace remisión". (3)
El hombre no quiere morir; en ese caso, algún otro tiene que morir. Alguien tiene que pagar el precio del pecado en lugar del ser humano. Y ahí aparece la figura majestuosa del Hijo. El dice: "Padre, el hombre merece la muerte porque pecó, pero antes de cumplir la sentencia quiero ir a la Tierra como hombre y vivir con él; quiero asumir su naturaleza, experimentar sus conflictos, sus tristezas, sus alegrías y sus tentaciones". Por eso fue que Cristo vino a este mundo como un niño.
El no solamente parecía humano. El era un humano de verdad. Como tú y como yo. Tuvo las mismas luchas que tienes tú y, a veces, se sintió solo e incomprendido como tú. Experlmentó tus tentaciones, y es por eso, y no simplemente porque es Dios, que él está más dispuesto a amarte y comprenderte que a juzgarte y condenarte.
El Señor Jesús vivió en este mundo 33 años. La Biblia dice que "fue tentado en todo, según nuestra semejanza, pero sin pecado". (4) Ahora bien, si vivió en este mundo como hombre, y como hombre fue tentado y no pecó, por el principio de la retribución merece la vida.
Ahora vamos a imaginar un diálogo entre Cristo y su Padre. "Padre -dice Cristo después de haber vivido en este mundo-, yo vlví en la tierra como un ser humano, y fui tentado en todo, pero no pequé. Como ser humano gané el derecho a la vida. El hombre, por el contrario, pecó y merece la muerte. No obstante, Padre, el principio de la retribución no impide que haya una sustitución, una permuta. Siendo así, la muerte que el hombre merece, quiero morlrla yo, y la vida que yo merezco, porque no pequé, quiero ofrecérsela a él".
Eso fue lo que sucedió en la cruz del Calvario. Un canje de amor. Alguien murió en nuestro lugar. Alguien murió para salvarnos.
Unos días antes de la muerte de Cristo la policía de Jerusalén prendió a un malviviente llamado Barrabás. El delincuente fue juzgado y condenado a la pena de muerte. Debía ser clavado en una cruz. Esta forma de muerte era una muerte cruel. Nadie muere debido a las heridas en las manos y en los pies. La muerte de cruz es lenta y cruel. La sangre se va acabando, gota a gota. A veces, el malhechor quedaba clavado en la cruz durante varios días, y el sol del día, y el frío de la noche, el hambre, la sed y la pérdida paulatina de sangre iban acabando poco a poco con su vida.
Después del juicio y la condena, las autoridades llamaron a un carpintero para que preparara la cruz de Barrabás. Allí estaba el delincuente, y allí estaba su cruz. Preparada especialmente para él, con sus medidas y con su nombre. Pero aquel día los judíos prendieron a Jesús. El también fue juzgado y condenado. La historia cuenta que un hombre llamado Pilato, intentando defenderlo, presentó delante del pueblo a Cristo y a Barrabás, y dijo:
-En estas fiestas tenemos la costumbre de soltar un prisionero. ¿Quién queréis que os suelte esta vez, a Cristo
o a Barrabás?
El pueblo gritó, enfurecido:
-¡Suelta a Barrabás! ¡Crucifica a Cristo!
Me parece que si alguien entendió alguna vez en toda su plenitud el sentido de la expresión: "Cristo murió en ml lugar", fue Barrabás. Sencillamente, no podía creerlo. Tal vez pellizcase su piel para saber si realmente estaba despierto. El, el malviviente, el delincuente, estaba libre. Y aquel Jesús, manso y sin malicia, que sólo vivió sembrando amor, devolviendo la salud a los enfermos y la vida a los muertos, estaba allí para morir en su lugar. Yo me imagino que Barrabás pensó: "Nunca tendré palabras suficientes para agradecerle a Cristo el haberse cruzado en mi camino. Si él no hubiera venido, yo estaría condenado Irremediablemente".
Ya no había más tiempo para llamar al carpintero y pedirle que preparara una nueva cruz para Cristo. Además, allí estaba una cruz vacante, disponible, con las medidas de otro, con el nombre de otro, preparada para otro. Y aquella tarde, mi querido joven, cuando Cristo ascendió al monte Calvario cargando una pesada cruz -me gustaría que entendieras bien esto-, aquella tarde triste, Jesús estaba cargando una cruz ajena, porque para él nadie jamás preparó una cruz. ¿Sabes por qué? Simplemente porque él no merecía una cruz. Aquella tarde Cristo estaba cargando mi cruz. Era yo quien merecía morir, pero él me amó tanto que decidió morir en mi lugar y ofrecerme el derecho a la vida, el derecho que él, como hombre, había conquistado.
Finalmente los hombres llegaron a la cima del monte. Depositaron la cruz en el suelo y con enormes clavos le
atravesaron las manos y los pies. Entonces levantaron la cruz y con el peso del cuerpo sus carnes se rasgaron. Un soldado le había colocado en la frente una corona de espinas. La sangre le corría lentamente por el rostro. Otro soldado lo hirió en el costado con una lanza. Allí estaba el Dios-hombre muriendo por amor. El Sol ocultó su rostro para no ver la miseria de los hombres; el cielo lloró en un torrente de lluvia. Hasta las aves de los cielos y las bestias de los campos corrieron de un lado a otro, intuyendo en su irracionalidad que alguna cosa extraña había acontecido. Sólo el hombre, la más bella e inteligente de las criaturas, parecía ignorar que en aquel instante estaba en juego su destino eterno.
Horas después, cuando los judíos volvieron a sus casas, allá en aquella montaña solitaria, en medio de los ladrones, pendía agonizante el maravilloso Jesús, entregando su vida por la humanidad.
¿Te detuviste, alguna vez, a pensar en el significado de aquel acto de amor?
No fue un loco suicida el que murió en la cruz. No fue un revolucionario social el que pagó allí con su vida. Era un Dios hecho hombre, y como hombre tenía miedo de morir. Poseía el instinto de la conservación. Tenía tanto miedo de morir que, en la noche anterior, en el Getsemaní, dijo a su Padre:
-Padre, tengo miedo de morir. Si tuvieras otro medio de salvar al mundo, si me quitaras esta prueba, yo te
quedaría muy agradecido.
Y yo tengo la certeza de que Dios dijo:
-Aún estás a tiempo de volverte atrás, hijo mío.
Toda la vida de la humanidad estaba en sus manos. El tenía miedo de morir, pero su amor era mayor que el miedo, mayor que la vida. ¿Cómo abandonar al hombre en un mundo de desesperanza y de muerte? Eso es lo que tal vez yo nunca consiga entender. ¿Por qué me amó tanto? ¿Entiendes el significado de tu vida? Eres lo más importante que tiene Cristo. El te ama de tal manera que, aún teniendo miedo de la muerte, la aceptó para verte feliz. No sólo para verte llegar a ser miembro de la iglesia, sino para verte realizado y feliz.
Volvamos ahora al razonamiento inicial. El hombre pecó y merece morir. Pero él va a Dios, y le dice:
-Padre, perdóname. En otras palabras:
-Yo no quiero morir.
-Hijo, yo no puedo cambiar el principio. La paga del pecado es la muerte. No hay otra salida.
-Padre, perdóname, por favor, perdóname -dama el hombre en su desesperación.
El pastor H.M.S. Richards cuenta una historia de cuando era muchacho.
Dice que le gustaba saltar la cerca y tomar las manzanas del vecino. Un día la madre lo llamó y, mostrándole una vara verde, le dijo: -¿Ves esta vara? -Sí, mamá.
-Si vuelves a tomar una manzana del vecino voy a castigarte cinco veces con esta vara, ¿entendiste?
-Sí, mamá.
Los días pasaron. Las manzanas estaban cada vez más rojas, y el muchacho no consiguió resistir la tentación. Saltó la cerca y comió manzanas hasta quedar satisfecho. Lo que no esperaba era que al volver a su casa la madre estuviera aguardándolo con la vara verde en la mano. Tembló. Sabía lo que iba a suceder. Casi sin pensar, suplicó:
-Mamá, perdóname.
-No, hijo -dijo la madre-, yo dije una cosa y tendré que cumplirla.
-Mamá, por favor, te prometo que nunca más volveré a hacer eso.
-No puedo hijo, tendrás que recibir el castigo.
-¡No, mamá!
-Entonces, sólo existe una solución, hijo mío.
-¿Cuál? La madre le entregó la vara, y le dijo: -Toma la vara, hijo mío. En lugar de castigarte yo a ti con esta vara, tú vas a azotarme a mí. El castigo tiene que cumplirse, porque la falta existió. Tú no quieres recibir el castigo, pero yo te amo tanto que estoy dispuesta a recibir el castigo por ti.
"Hasta aquel momento yo había llorado con los ojos -contó Richards-, pero entonces comencé a llorar con el corazón. ¿Cómo tendría el coraje de golpear a mi madre por un pecado que no había cometido?" ¿Entendiste el mensaje? Eso es, exactamente, lo que sucede entre Dios y nosotros cuando después de pecar, suplicamos perdón. El nos mira con amor, y dice:
-Hijo mío, pecaste y mereces la muerte, pero no quieres morir. Entonces sólo hay una solución, hijo mío.
-¿Cuál es? -preguntamos ansiosos.
-En lugar de que mueras tú por el pecado que cometiste, estoy dispuesto a sufrir la consecuencia de tu error
-responde él con voz mansa.
Richards no tuvo el coraje de castigar a su madre por una falta que él había cometido. Pero nosotros tuvimos el coraje de crucificar al Señor Jesús en la cruz del Calvario. Continuamos crucificándolo cada día con nuestras actitudes. Y él no dice nada. Como cordero es llevado al matadero y como oveja muda delante de sus trasquiladores, no abre la boca, no reclama, no exige derechos, no piensa en justicia. Solamente muere, muere lentamente, consumido por las llamas de un amor misterioso, incomprensible, infinito.
No, yo nunca tendré palabras suficientes para agradecer lo que él hizo por mí. Yo nunca podré entender la plenitud de su amor por mí. Pero, al levantar los ojos hacia aquella montaña solitaria, y ver colgado en la cruz a un Dios de amor, mi corazón se enternece y exclama como la joven del colegio:
"¿Cómo tendría el coraje de no amar a alguien que me ama tanto?"