PARABOLA
Hebreos 13:1.
Un alfiler y una
aguja encontrándose en una cesta de labores y no teniendo nada qué hacer,
empezaron a reñir, como suele suceder entre gentes ociosas, entablándose la
siguiente disputa:
¿De qué utilidad eres
tú? Dijo el alfiler a la aguja; y ¿cómo piensas pasar la vida sin cabeza?
—Y a ti — respondió
la aguja en tono agudo—, ¿de qué te sirve la cabeza si no tienes ojo?
— Y de qué te sirve
un ojo si siempre tienes algo en él?
—Pues yo, con algo en
mi ojo, puedo hacer mucho más que tú.
—Sí; pero tu vida
será muy corta, pues depende de tu hilo.
Mientras hablaban así
el alfiler y la aguja, entró una niña deseando coser, tomó la aguja y echó mano a la obra por algunos momentos; pero
tuvo la mala suerte de que se rompiera el ojo
de la aguja. Después cogió el alfiler, y atándole el hilo a la cabeza procuró acabar su labor; pero tal fue la fuerza
empleada que le arrancó la cabeza y disgustada
lo echó con la aguja en la cesta y se fue.
—Con que aquí estamos
de nuevo — se dijeron—, parece que el infortunio nos ha hecho comprender
nuestra pequeñez; no tenemos ya motivo para reñir.
¡Cómo nos asemejamos
a los seres humanos que disputan acerca de sus dones y aptitudes hasta que los
pierden, y luego...echados en el polvo, como nosotros, descubren que son
hermanos! — El Embajador, Poth, Tex.
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