viernes, 28 de noviembre de 2014

DEJEMOS EL YO EN LAS MANOS DE DIOS

28 de noviembre 
DEJEMOS EL YO EN LAS MANOS DE DIOS

"Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre." Juan 10: 29.

Debemos elevarnos a un grado más alto en el tema de la fe. Tenemos tan poca fe. La Palabra de Dios es nuestro respaldo. Debemos tomarla, creyendo sencillamente cada palabra. Con esta seguridad podemos pedir grandes cosas, y de acuerdo con nuestra fe nos serán concedidas. . . Si humillamos nuestros corazones delante de Dios; si buscamos morar en Cristo, tendremos una experiencia más santa y elevada. . .

La verdadera fe consiste en hacer precisamente las cosas que Dios ha ordenado, no las que no ha mandado. Los frutos de la fe son la justicia, la verdad y la misericordia. Necesitamos caminar a la luz de la Ley de Dios; y entonces las buenas obras serán el fruto de nuestra fe, los resultados de un corazón renovado cada día. . .

De ninguna manera debemos convertir el yo en nuestro dios. Dios se dio a sí mismo para morir por nosotros, a fin de purificamos de toda iniquidad. El Señor llevará a cabo esta obra de perfección en nosotros si le permitimos que nos controle. El lleva a cabo esta obra para nuestro bien y para la gloria de su nombre...

La obra de justificación no puede ser realizada a menos que ejercitemos una fe implícita. Actuemos cada día bajo el poder todopoderoso de Dios que obra en nosotros. El fruto de la justificación es serenidad y seguridad eternas. Si hubiéramos ejercitado más fe en Dios y confiado menos en nuestras propias ideas y sabiduría, Dios habría manifestado su poder sobre los corazones humanos de una manera señalada. Por medio de la unión con El, por medio de la fe viviente, tenemos el privilegio de gozar de la virtud y la eficacia de mediación. En consecuencia, somos crucificados, muertos y resucitados con Cristo, para caminar en novedad de vida con El.

No debemos sostenemos con nuestras propias manos. Debemos abandonar el yo en las manos de Dios. . . Nuestra falta de fe es la razón por la cual no hemos visto más del poder de Dios. Ejercitamos más fe en nuestras propias obras que en la obra de Dios por nosotros. Dios dispuso que se hiciera todo lo posible para que pudiéramos estar corazón con corazón, mente con mente, hombro con hombro. La falta de amor y confianza entre nosotros debilita nuestra fe en Dios.

Necesitamos orar como nunca hemos orado por el bautismo del Espíritu Santo, porque, si hubo alguna vez un tiempo cuando necesitamos ese bautismo, es ahora. No hay nada que el Señor nos haya dicho más frecuentemente que nos concedería, ni nada por lo que su nombre sería más glorificado al dárnoslo, que el Espíritu Santo. Cuando participemos de este Espíritu, los hombres y las mujeres nacerán de nuevo. . . Las almas que una vez estuvieron perdidas, serán encontradas y traídas de regreso (Carta 105, del 28 de noviembre de 1898, dirigida al pastor S. N. Haskell y su esposa).

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