"Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce
quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a
quien el Hijo lo quiera revelar." Luc. 10: 22.
Ningún hombre puede
explicar los misterios de Dios. Su gloria está escondida del mundo. ¿De qué
valor son, entonces, las conjeturas y especulaciones humanas concernientes a su
personalidad?. . . Cristo es el representante del Padre, "la imagen misma de su
sustancia".
La creación nos habla de la capacidad y del poder de Dios.
En su bondad, El puso en la tierra hermosas flores y árboles, adaptados
maravillosamente a los lugares y al clima donde crecen. Y, aunque el pecado
estropeó la forma y la belleza de las cosas de la naturaleza, aunque en ellas se
vean señales de la obra del príncipe del poder del aire, aun así hablan de Dios,
y todavía revelan algo de la belleza del Edén.
En los cielos, en la
tierra, en las anchas aguas del océano, vemos la obra de Dios. Toda la creación
testifica de su poder, su sabiduría y su amor. Sin embargo, no aprendemos ni de
las estrellas, ni del océano, ni de las cataratas, acerca de la personalidad de
Dios. Cristo vino a revelar esto. . .
Cristo vino a revelar a la raza
caída el amor de Dios. El, la Luz del mundo encubrió el deslumbrante esplendor
de su divinidad, y vino a vivir a esta tierra como un hombre entre los hombres,
para que ellos, sin ser consumidos, pudieran relacionarse con su Creador. Ningún
hombre ha visto a Dios fuera de lo que Cristo ha revelado de El.
A causa
de sus frecuentes triunfos, Satanás se está tornando más atrevido y desafiante
en su rebelión contra Dios. El rápido progreso del mal, la confusión entre las
clases trabajadoras, revelan que los hombres están tomando partido con
celeridad. Están siendo atados en manojos para ser quemados. Los gremios
laborales son incitados rápidamente a la violencia si no se satisfacen sus
demandas. Se ve cada vez más claramente que los habitantes del mundo no están en
armonía con Dios.
Ninguna teoría científica puede explicar la marcha
constante de los obradores de maldad bajo el mando de Satanás. En cada tumulto
hay ángeles malos que trabajan para excitar a los hombres a cometer actos de
violencia. . . La perversidad y la crueldad de ellos llegará a tal grado que
Dios se revelará en toda su majestad. Muy pronto la maldad del mundo habrá
llegado a su límite, y como en los días de Noé, Dios derramará sus juicios.
Pero aun cuando la maldad llegue a su máxima altura, podemos saber que
nuestro Ayudador está a nuestro lado (Carta 250, del 16 de noviembre de 1903,
dirigida a su hijo J. E. White que estaba trabajando entre la gente de color en
los estados del sur).
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