Estilo de Vida y Conducta Cristiana
¿En qué consiste este documento? y ¿Cuál es el propósito?
Una comisión de líderes adventistas de ocho países sudamericanos
voto, al final del 2012, documentos titulado Estilo de Vida y Conducta
Cristiana.
El objetivo es reafirmar la creencia bíblica definida por la Iglesia
Adventistas del Séptimo Día en relación al comportamiento de un
cristiano delante de diferentes situaciones de su vida cotidiana como
recreación, medios de comunicación, vestuario, sexualidad, joyas,
ornamentos y salud.
La idea del documento no es reemplazar a la Biblia ni crear nuevas
normas. La intención fue resumir, en un lenguaje más claro, simple y
objetivo lo que Dios estableció en Su Palabra sobre esos temas en el
contexto de la misericordia y de la gracia cristiana.
Se trata de un material que reúne en un solo lugar varias
declaraciones que reflejan el pensamiento adventista sobre el asunto.
Como el propio documento dice: “Las recomendaciones presentadas en este
documento no deben ser usadas como elemento de crítica o juicio de
otros, sino como apoyo para la vida personal”.
A continuación sigue el documento completo:
Introducción
La Iglesia Adventista del Séptimo Día, reconoce la importancia del
sacrificio de Cristo en la cruz como precio pagado por nuestra
salvación. Dios, en su infinito amor por el mundo, “…que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna” (Juan 3:16). Él “…muestra su amor para con nosotros,
en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8), y
nos invita a aceptar ese sacrificio de amor, a entregarle completamente
la vida y a nacer de nuevo en Cristo (Juan 3:3-15). La persona que pasó
por esta experiencia con Jesús debe ahora andar en “novedad de vida”,
entregándole todo su ser y todos los aspectos de su vida (Rom. 6:1-11).
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas
viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Cor. 5:17).
Una vida renovada lleva al cristiano a un alto patrón de
comportamiento a través de un estilo de vida que glorifique a Dios, y
que evidencie públicamente la fe y el compromiso que tiene con Cristo
Jesús. Dos enseñanzas bíblicas fundamentan la importancia del estilo de
vida para el cristiano adventista: 1) La restauración de la imagen de
Dios en el ser humano; y 2) la misión profética específica de la Iglesia
Adventista en el fin de los tiempos.
La restauración de la imagen de Dios. De acuerdo con las Escrituras,
el ser humano fue creado a “imagen y semejanza” de Dios (Gén. 1:26, 27).
Esta realidad fue manchada por el pecado (Gén. 3). Desde la caída, en
tanto, Dios ha trabajado por la restauración plena de esta imagen en el
ser humano (Rom. 8:29; 1 Cor. 15:49; 2 Cor. 3:18; Efe. 4:22-24; Col.
3:8-10) a través de la redención en Cristo Jesús, y de la actuación del
Espíritu Santo en la vida y la mente de aquellos que responden
positivamente a su invitación a la salvación (Juan 1:12, 13; 3:3-16).
En este proceso de restauración, Dios llama a sus hijos a un
reavivamiento y reforma a través del compromiso con la santidad. “Seréis
santos, porque yo soy santo” (Lev. 11:44, 45; 19:2; 20:26); “Sed, pues,
vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto” (Mat. 5:48). Estas exhortaciones bíblicas son muchas veces
malinterpretadas y usadas como base de un legalismo exigente y frío,
comúnmente denominado perfeccionismo. Por otro lado, en el Sermón del
Monte (Mat. 5:43-48), Cristo dejó en claro que “ser santo” y “ser
perfecto” como Dios es ser un canal divino de su gracia, su amor y su
bondad hacia los seres humanos. El cristiano se convierte en un canal de
Dios al amar sinceramente a todas las personas con las que se
relaciona, orando por ellas y ayudándolas, aun cuando sean sus enemigos o
sus perseguidores. El cristiano es llamado a imitar a Dios en todos los
aspectos de su vida (1 Ped. 1:13-16).
Para que esto sea posible, Dios concede a sus hijos el Espíritu
Santo, el Consolador, que opera en la mente y corazón de los seres
humanos, lo que incluye cultivar los atributos internos (amor, bondad,
compasión, justicia, verdad, pureza, honestidad, responsabilidad,
altruismo, etc.) y los externos (modestia, decencia, temperancia, buenas
obras, etc.). Esos atributos representan la restauración del carácter
divino evidenciado por el fruto del Espíritu en la vida de los hijos de
Dios (Rom. 12:1-13:14; Gál. 5:16-26; Efe. 4:17-5:21; Col. 3:1-17; 1 Tes.
4:1-12; 1 Tim. 2:8-3:13).
La misión profética de la Iglesia Adventista. La segunda enseñanza
bíblica que recalca la importancia de un estilo de vida consagrado a
Dios es la misión específica de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Desde sus inicios, los adventistas del séptimo día se consideran un
movimiento profético, con la misión especial de preparar a un pueblo
para la segunda venida de Jesús. Ese movimiento fue profetizado de
distintas maneras: en Isaías 40:1 al 5, como la “voz que clama en el
desierto”, preparando el camino del Señor; en Isaías 58:12, como
“reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar”, que
restablecería las verdades bíblicas olvidadas, entre las cuales se
encuentra la santificación del sábado; en Malaquías 4:4 al 6, como el
Elías que precedería a la venida del Mesías. Su cumplimiento fue
predicho en Apocalipsis 14:6 al 12, con el triple mensaje angélico
predicado en los últimos días de la historia humana por los “santos, los
que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”.
La misión de la Iglesia Adventista es la misma que la de Juan el
Bautista: preparar a un pueblo para la venida de Jesús, y ambos son
objeto de las profecías específicas de Isaías 40 y Malaquías 4. Juan el
Bautista es, por lo tanto, un modelo profético de la Iglesia Adventista,
y se le da un gran énfasis a su estilo de vida, especialmente en
relación con la comida, la bebida y la vestimenta (Mat. 3:4; Mar. 1:6;
Luc. 1:15). Eso presupone que un estilo de vida específico, ordenado por
Dios, es un aspecto importante en el cumplimiento de la misión del
mensajero profético que prepara la venida del Señor.
Recomendaciones
Basados en esa percepción de las verdades bíblicas, la División
Sudamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día reafirma su
compromiso con un estilo de vida cristiano que represente su llamado y
su misión ante el mundo y que sea una respuesta de corazón a la gracia y
al amor de Dios. Y, con el propósito de aconsejar e incentivar a sus
miembros a crecer en la fe, a profundizar su experiencia con Dios y a
avanzar en el cumplimiento de la misión evangélica, recomendamos lo
siguiente:
1. Vida de santificación
El cristiano es llamado a consagrar a Dios todos los aspectos de su
vida. Como está escrito: “Por tanto, ceñid los lomos de vuestro
entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se
os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no
os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra
ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros
santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed
santos, porque yo soy santo” (1 Ped. 1:13-16).
Al hacer la voluntad del Maestro, “debemos llegar al punto de
reconocer plenamente el poder y la autoridad de la Palabra de Dios, ya
sea que concuerde o no con nuestras opiniones preconcebidas. Tenemos un
libro-guía perfecto. El Señor nos habló a nosotros; y, sean cuales
fueren las consecuencias, debemos recibir su Palabra y practicarla en la
vida diaria. De otro modo, estaremos escogiendo nuestra propia versión
del deber y haciendo exactamente lo opuesto de lo que nuestro Padre
celestial nos mandó realizar” (Elena de White, Manuscrito 148, 1902).
2. Crecimiento espiritual
La santificación implica un continuo proceso de crecimiento
espiritual por la gracia de Dios en Jesús, a través de la comunión
personal con él por el estudio de la Biblia, por la práctica de la
oración y por el testimonio personal. El objetivo es llegar “a la unidad
de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la
medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos
niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por
estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en
todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efe. 4:13-15).
“Muchos tienen la idea de que deben hacer alguna parte de la obra
solos. Ya han confiado en Cristo para el perdón de sus pecados, pero
ahora procuran vivir rectamente por sus propios esfuerzos. Mas tales
esfuerzos se desvanecerán. Jesús dice: ‘Porque separados de mí nada
podéis hacer’. Nuestro crecimiento en la gracia, nuestro gozo, nuestra
utilidad, todo depende de nuestra unión con Cristo. Solamente estando en
comunión con él diariamente, a cada hora permaneciendo en él, es como
hemos de crecer en la gracia” (Elena de White, El camino a Cristo, p.
68).
3. Pureza moral
Todo hijo e hija de Dios debe conservar puros el corazón y la mente
(Sal. 24:3, 4; 51:10), siguiendo el modelo de Cristo: “Y todo aquel que
tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”
(1 Juan 3:3).
El cristiano debe evitar y rechazar todo lo que pueda contaminar su
mente y su vida, llevándolo a pecar. Dos exhortaciones de Pablo sirven
para guiar las decisiones del cristiano: “Si, pues, coméis o bebéis, o
hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31);
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo
lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre;
si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil.
4:8).
4. Recreación y medios de comunicación
Siguiendo el principio de la pureza moral, el cristiano debe evitar
libros y revistas, programas de radio, televisión, Internet o cualquier
otro tipo de medio, juegos o equipamientos modernos cuyo contenido pueda
contaminar su mente y su corazón. Se debe evitar todo lo que induzca al
mal y promueva violencia, deshonestidad, falta de respeto, adulterio,
pornografía, vicios de toda clase, incredulidad, uso de palabras
groseras o lenguaje obsceno, entre otras cosas. El cristiano no puede
conformarse a los valores comunes de un mundo profundamente corrompido
por el pecado, sino que debe ser transformado por el Espíritu, renovando
su mente a fin de experimentar “la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta” (Rom. 12:2; ver también 1 Juan 2:15-17).
Ciertos lugares públicos de diversión tales como estadios deportivos,
teatros y cines, en su programación habitual, son inapropiados para el
cristiano adventista. Varios factores contribuyen para esa evaluación
negativa por parte de la iglesia:
- la falta de control sobre el contenido que es presentado o el evento que está ocurriendo;
- la psicología de masa, que muchas veces lleva a uno a seguir en una dirección que de otro modo no lo haría;
- el hecho de que todo el ambiente sea planeado para potenciar el impacto sobre el individuo y su mente, facilitando la aceptación, generalmente imperceptible, de ideas y valores contrarios a la fe cristiana;
- el tiempo y los recursos financieros gastados en esas diversiones, que podrían ser utilizados para otros fines más condecentes con la fe y los propósitos de vida de un cristiano;
- el testimonio negativo que la frecuentación a esos lugares puede dejar en la mente de miembros y no miembros de la iglesia.
El consejo de Elena de White a los jóvenes acerca del teatro, en su
tiempo, resulta aún más pertinente hoy para todos los lugares de
diversión: “Entre los placeres más peligrosos, se encuentra el teatro.
En vez de ser una escuela de moralidad y virtud como a menudo se dice,
es el foco mismo de la inmoralidad. Estos entretenimientos fortalecen y
confirman hábitos viciosos y propensiones pecaminosas. Los cantos bajos,
las expresiones, las actitudes y los gestos impúdicos depravan la
imaginación y rebajan las costumbres. Todo joven que asista
habitualmente a tales exhibiciones se corromperá en sus principios.
[...]
“El amor por estas escenas aumenta con cada participación en ellas
así como el deseo de las bebidas intoxicantes se fortalece con su uso.
La única conducta segura es evitar el teatro, el circo, y cualquier otro
lugar dudoso de diversión” (Elena de White, Mensajes para los jóvenes,
p. 380).
El baile y ambientes sociales como los locales bailables y otros
lugares nocturnos son contrarios al principio de la pureza cristiana,
dado que excitan las pasiones humanas, la lujuria y la seducción. El
baile es comúnmente acompañado por el uso de bebidas alcohólicas, de
drogas, de prácticas violentas y de un comportamiento desenfrenado. Su
promoción y práctica no armonizan con los principios cristianos
adventistas, incluso en un contexto particular, residencial, o en
actividades espirituales y sociales realizadas por la iglesia.
La recreación a través de la música, sea religiosa o
no, también debe pasar por los criterios bíblicos de la glorificación a
Dios y la calidad del material en cuestión. Una discusión detallada de
este asunto tan importante aparece en los documentos: “Filosofía
adventista del séptimo día en relación con la música” y “Orientaciones
sobre la música para la Iglesia Adventista del Séptimo Día en América
del Sur”. Haga clic aquí para leer estos documentos.
5. Vestimenta
La vestimenta cristiana es claramente orientada, en las Escrituras,
por el principio de la modestia y la belleza interior, que implican el
buen gusto con decoro. Los adventistas del séptimo día creen que los
principios acerca de la vestimenta que aparecen en 1 Timoteo 2:9 y 10, y
1 Pedro 3:3 y 4, en relación con las mujeres cristianas, se aplican
tanto a hombres como a mujeres. El cristiano debe vestirse con modestia,
decencia, buen gusto, evitando la sensualidad provocativa tan común de
la moda, y sin ostentación de “oro, ni perlas, ni vestidos costosos” (1
Tim. 2:9). Este principio debe aplicarse no solo a las ropas, sino a
todos los asuntos que involucran la apariencia personal y sus adornos.
Su vestimenta debe evidenciar la riqueza del hombre “interno, el del
corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible,
que es de grande estima delante de Dios” (1 Ped. 3:4).
“Se juzga el carácter de una persona por el estilo de su vestido. El
gusto refinado y la mente cultivada se revelarán en la elección de
atavíos sencillos y apropiados [...]. “Es justo amar la belleza y
desearla; pero Dios desea que primero amemos y busquemos la belleza
superior, imperecedera. Las producciones más descollantes del ingenio
humano no poseen belleza alguna que pueda compararse con la hermosura de
carácter que a su vista es de ‘gran precio’ ” (Elena de White, La
educación, pp. 248, 249).
6. Joyas y adornos
Los principios bíblicos de la modestia y de la belleza interior, que
aparecen en 1 Timoteo 2:9 y 1 Pedro 3:3, dejan bien en claro que el
cristiano debe abstenerse del uso de joyas y de otros adornos, como
bijouterie y piercing, y de tatuajes (Lev. 19:28). Según la exhortación
bíblica, el cristiano debe llevar una vida simple, sin ostentación,
evitar gastos innecesarios y estar libre de todo espíritu de competencia
tan común en la sociedad. Estos principios se aplican a las joyas
ornamentales. Las joyas funcionales, usadas según el contexto
sociocultural, también deben seguir los mismos principios.
Para el cristiano, la autoestima y la valorización social están
fundamentadas en el hecho de que el ser humano ha sido creado a la
imagen de Dios (Gén. 1:26, 27); de que cada individuo ha sido dotado de
dones y talentos que le son únicos (Mat. 25:14-29); y, sobre todo, por
haber sido rescatado del pecado por el más alto precio posible en el
universo, la preciosa sangre de Cristo (1 Cor. 6:20). La búsqueda de
autoestima y valorización social por medio del uso de joyas u
ornamentación externa entra en conflicto con la profunda experiencia
cristiana que Dios desea para sus hijos e hijas (1 Tim. 2:9, 10; 1 Ped.
3:3, 4).
Aunque varios personajes bíblicos han usado joyas, el texto bíblico
deja en claro que abandonar su uso caracteriza un movimiento de total
reavivamiento y reforma espiritual del pueblo de Dios (Gén. 35:2-4; Éxo.
33:5, 6). Y es en ese contexto de reforma y consagración que los
apóstoles Pablo y Pedro señalan la norma que debe ser seguida por los
discípulos de Cristo. Para los adventistas del séptimo día, esa norma
debe ser aún más relevante, dado que nuestra misión como el Elías
profético en estos últimos tiempos significa también simplicidad en la
vestimenta (Mat. 11:7-10; Mar. 1:6; Luc. 7:24-27). “El vestir en forma
sencilla, absteniéndose de la ostentación de las joyas y ornamentos de
toda clase, está en consonancia con nuestra fe” (Elena de White,
Mensajes selectos, t. 3, p. 280).
7. Sexualidad humana
La sexualidad humana es presentada en la Biblia como parte de la
imagen de Dios en la humanidad (Gén. 1:27), y fue planificada por Dios
con el fin de ser una bendición para el género humano (Gén. 1:28). Desde
el principio, Dios estableció también el contexto en el que la
sexualidad debe ser utilizada: el matrimonio entre un hombre y una mujer
(Gén. 2:18-25; Heb. 13:4). La Biblia deja en claro que la sexualidad
debe ser ejercida con respeto, fidelidad, amor y consideración por las
necesidades del cónyuge (Prov. 5:15-23; Efe. 5:22-33). El adventista
fiel debe evitar también el yugo desigual, relacionándose afectivamente y
uniéndose en matrimonio solamente con alguien que comparta su fe (2
Cor. 6:14, 15).
Las Escrituras claramente clasifican como pecado las diferentes formas de sexo fuera de las directrices divinas, como:
- el sexo premarital y la violencia sexual (Deut. 22:13-21, 23-29);
- el adulterio, o sexo extraconyugal (Éxo. 20:14; Lev. 18:20; 20:10; Deut. 22:22; 1 Tes. 4:3-7);
- la prostitución, femenina o masculina (Lev. 19:29; Deut. 23:17);
- la relación con personas de la misma familia o niños (Lev. 18:6-17; 20:11, 12, 14, 17, 19-21);
- la relación entre personas del mismo sexo (Lev. 18:22; Lev. 20:13; Rom. 1:26, 27);
- el travestismo (Deut. 22:5);
- y la relación sexual con animales (Lev. 18:23; Lev. 20:15, 16).
Las Escrituras también condenan:
- el acoso sexual (Gén. 39:7-9; 2 Sam. 13:11-13);
- el exhibicionismo sensual (Eze. 16:16, 25; Prov. 7:10, 11);
- mantener pensamientos y deseos impuros (Mat. 5:27, 28; Fil. 4:8);
- la impureza y los vicios secretos, como la pornografía y la masturbación (Eze. 16:15-17; 1 Cor. 6:18; Gál. 5:19; Efe. 4:19; 1 Tes. 4:7).
El argumento común de que muchos de esos comportamientos sexuales no
eran aceptados en la antigüedad, cuando la Biblia fue escrita, pero que
hoy son socialmente aceptados y, por lo tanto, pueden ser incluso
practicados por los cristianos, demuestra falta de conocimiento de la
realidad que había entre los pueblos vecinos del antiguo Israel. El
mismo texto bíblico es muy claro en esta cuestión. Levítico 18 dice que
esas prácticas eran comunes y aceptadas en Egipto y, más aún, en la
tierra de Canaán (Lev. 18:3, 24, 25, 27). Dios condenó esas prácticas, a
pesar de que eran aceptadas en la antigüedad. Los israelitas debían
vivir según otro modelo de comportamiento sexual, es decir, lo que está
explícito en los mandamientos de Dios (Lev. 18:4, 5, 26, 30).
Sin embargo, para aquellos que sufren tentaciones o que han sucumbido
en cualquier área del comportamiento sexual, la promesa de victoria en
Dios es animadora: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil.
4:13); “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho
Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6). “Quienes confían en Cristo no han
de ser esclavos de tendencias y hábitos hereditarios o adquiridos. En
vez de quedar sujetos a la naturaleza inferior, han de dominar sus
apetitos y pasiones. Dios no deja que peleemos contra el mal con
nuestras fuerzas limitadas. Cualesquiera que sean las tendencias al mal,
que hayamos heredado o cultivado, podemos vencerlas mediante la fuerza
que Dios está pronto a darnos” (Elena de White, El ministerio de
curación, p. 131).
8. Salud
El cuerpo humano es el templo del Espíritu Santo y el cristiano debe
glorificar a Dios en su cuerpo (1 Cor. 3:16, 17; 6:19, 20; 10:31). El
cuidado del cuerpo y de la salud forma parte de la restauración de la
imagen de Dios en el hombre: “Dios quiere que alcancemos el ideal de
perfección hecho posible para nosotros por el don de Cristo. Nos invita a
que escojamos el lado de la justicia, a ponernos en relación con los
agentes celestiales, a adoptar principios que restaurarán en nosotros la
imagen divina. En su Palabra escrita y en el gran libro de la
naturaleza, ha revelado los principios de la vida. Es tarea nuestra
conocer estos principios y, por medio de la obediencia, cooperar con
Dios en restaurar la salud del cuerpo tanto como la del alma” (Elena de
White, El ministerio de curación, pp. 77, 78).
En su Palabra, Dios dio orientaciones claras acerca de la comida
(Gén. 1:29; 3:18; 7:2; 9:3, 4; Lev. 11:1-47; 17:10-15; Deut. 14:3-21) y
la bebida (Lev. 10:9; Núm. 6:3; Prov. 20:1; 21:17; 23:20, 29-35; Efe.
5:18). La dieta vegetariana es el ideal de Dios para el ser humano (Gén.
1-3), y también la abstinencia de cualquier tipo de bebida alcohólica y
de todo lo que sea perjudicial para la salud humana, como las bebidas
con cafeína y las drogas (Éxo. 20:13; 1 Cor. 3:17; 6:19; 10:31). Las
cosas buenas que Dios creó para el ser humano deben ser usadas con
equilibrio y sabiduría (Prov. 25:16, 27). Las cosas malas deben ser
totalmente evitadas.
La alimentación adecuada y la abstinencia de todo lo que es
perjudicial para la salud son dos de los ocho remedios naturales que
Dios prescribió para sustentar una vida saludable y equilibrada, y para
la cura de muchas dolencias y sufrimiento: “El aire puro, el sol, la
abstinencia, el descanso, el ejercicio, un régimen alimenticio
conveniente, el agua y la confianza en el poder divino son los
verdaderos remedios. Todos deberían conocer los agentes que la
naturaleza provee como remedios, y saber aplicarlos [...].
“Los que perseveren en la obediencia a sus leyes encontrarán
recompensa en la salud del cuerpo y del espíritu” (Elena de White, El
ministerio de curación, p. 89).
Conclusión
Las recomendaciones presentadas en este documento son consejos y
orientaciones a ser seguidos con oración, como resultado de la profunda
relación personal con Dios, en la búsqueda de sus verdades y de su
presencia en la primera hora de cada día. Ellas no deben ser usadas como
un elemento de crítica o juicio de otros, si no como apoyo para la vida
personal.
La Palabra de Dios y los consejos divinos que nos fueron transmitidos
por el ministerio profético de Elena de White nos exhortan, como
adventistas del séptimo día, a vivir un estilo de vida que sea una
respuesta de amor a la bondad, la gracia y el infinito amor de Dios por
nosotros. El fruto del Espíritu debe permear todas las dimensiones de
nuestro vivir, proporcionando equilibrio entre los aspectos interiores
del ser y los exteriores del hacer. El resultado de eso será nuestra
propia felicidad y bienestar, y el desarrollo de nuestra salvación en
todos los aspectos deseados por Dios. Y, por último, estaremos sentando
una de las bases fundamentales para el cumplimiento de nuestra misión
profética, esperando en breve oír de los labios del mismo Jesús: “Bien,
buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré;
entra en el gozo de tu señor” (Mat. 25:21).
Fuente:
http://www.adventistas.org/es/institucional/organizacion/declaraciones-y-documentos-oficiales/estilo-de-vida-y-conducta-cristiana/
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