"Si
guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado
los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor." Juan 15: 10.
Cristo le da suma importancia a la obediencia de su pueblo a los
mandamientos de Dios. Deben tener un conocimiento inteligente de ellos, y
aplicarlos a su vida diaria. El hombre no puede guardar los mandamientos de Dios
a menos que esté en Cristo y Cristo en él. Y no es posible que esté en Cristo si
tiene la luz de sus mandamientos y pasa por alto el menor de ellos. Mediante su
firme y voluntaria obediencia a su Palabra, dan evidencia de su amor por el
Enviado de Dios.
El no guardar los mandamientos de Dios implica no
amarlo. Nadie guardará la ley de Dios a menos que ame al Unigénito del Padre. Y
con no menos seguridad, si alguien lo ama, expresará su amor mediante su
obediencia. Todos los que amen a Cristo serán amados por el Padre, y él se les
manifestará. En todas sus emergencias y perplejidades tendrán el auxilio de
Jesucristo.
Que Cristo se les manifestara y que al mismo tiempo fuera
invisible para el mundo, era un misterio para los discípulos. No podían entender
las palabras de Cristo en su sentido espiritual. Estaban pensando en una
manifestación externa y visible. No podían entender el hecho de que podían gozar
de la presencia de Cristo mientras éste fuera invisible para el mundo. No podían
entender el significado de una manifestación espiritual.
El gran Maestro
anhelaba proporcionar a los discípulos todo el ánimo y el consuelo posibles
porque habrían de ser duramente probados. Pero les resultaba difícil entender
sus palabras. Todavía tenían que aprender que la vida espiritual interior,
perfumada por la amante obediencia, les iba a proporcionar el poder espiritual
que necesitaban. . .
La misma imagen de Dios debe ser impresa en la
humanidad y reflejada por ella. El viejo corazón debe ser vivificado por el amor
divino y resplandecer gracias a él: Un amor que pulse al unísono con el amor que
el Redentor ha manifestado por él. . .
Mientras el pueblo de Dios no
experimente pruebas, su fe nunca será conocida, ni tampoco la fortaleza del
ancla que mantiene segura la barca de la humanidad ( Manuscrito 44 , del 13 de
mayo de 1897, "Representantes de Cristo").
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