"Para que
no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los
unos por los otros. . . Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros
cada uno en particular." 1 Cor. 12: 25, 27.
En Cristo todos somos
miembros de una familia. Dios es nuestro Padre, y desea que nos interesemos en
los miembros de la familia, no de vez en cuando, sino mediante un interés
decidido y permanente. Como pámpanos de la vid, obtenemos alimentos de la misma
fuente, y mediante nuestra obediencia voluntaria llegamos a ser uno con Cristo.
Si un miembro de la familia de Cristo cae en tentación, los otros
miembros deben cuidarlo con profundo interés, tratando de detener los pies que
se están desviando por sendas falsas para ganarlo a fin de que viva una vida
pura y santa. Dios requiere este servicio de cada miembro de su iglesia. (Véase
1 Cor. 12: 12-27.)
Algunos, porque no reciben ni imparten luz, no gozan
de una experiencia espiritual genuina. A menudo los sorprenden tentaciones que
les sobrevienen en forma tan fascinante que no las reconocen como engaños del
malvado enemigo. Cuán importante es entonces que obtengan la experiencia que
necesitan. Los miembros de la familia del Señor deben ser prudentes y vigilantes
y hacer todo lo posible para salvar a sus hermanos más débiles de las
disimuladas redes de Satanás.
Esta es obra misionera, y es tan útil para
los que la hacen como para los que reciben sus beneficios. El amable interés que
manifestamos en el círculo del hogar, las palabras de simpatía que dirigimos a
nuestros hermanos y hermanas, nos preparan para trabajar por los miembros de la
familia del Señor, con quienes, si permanecemos leales a Cristo, viviremos por
la eternidad.
"Sé fiel hasta la muerte" -dice Cristo-, "y yo te daré la
corona de la vida" (Apoc. 2: 10). Por lo tanto, ¡con cuánto cuidado debieran
proteger a sus hermanos y hermanas los miembros de la familia del Señor! Háganse
amigos de ellos. Si son pobres, y necesitan alimento y ropa, atiendan tanto sus
necesidades temporales como espirituales. Así serán una doble bendición para
ellos. . .
Con cuánta ternura debiéramos tratar a los que están luchando
por obtener la corona de la vida. El que haya ayudado a un alma en necesidad con
amor y ternura, puede necesitar en otra ocasión palabras compasivas de esperanza
y ánimo ( Manuscrito 63 , del 18 de mayo de 1898, "Obra misionera").
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