"Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí
mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante." Efe. 5: 2.
En toda la plenitud de su divinidad, con toda la gloria de su humanidad
inmaculada, Cristo se dio a sí mismo libremente por nosotros como un sacrificio
pleno, y todo el que acude a él debiera aceptarlo como si fuera la única persona
por quien se pagó ese precio. Así como en Adán todos mueren, en Cristo todos
serán vivificados, porque los obedientes resucitarán para inmortalidad, y los
transgresores saldrán de entre los muertos para sufrir la muerte, el castigo que
les aplica la ley que transgredieron.
La obediencia a la ley de Dios es
santificación. Hay muchos que tienen ideas erróneas con respecto a esta obra que
se realiza en el alma, pero Jesús oró para que sus discípulos pudieran ser
santificados por medio de la verdad y añadió: "Tu palabra es verdad". La
santificación no es una obra instantánea sino progresiva, así como la obediencia
es permanente. Mientras Satanás lance sus tentaciones contra nosotros, tendremos
que librar una y otra vez la batalla para vencernos a nosotros mismos; pero
mediante la obediencia, la verdad santificará al alma. Los que sean leales a la
verdad, vencerán por los méritos de Cristo toda debilidad de carácter que los
haya inducido a recibir el molde de las diversas circunstancias de la vida.
Muchos han creído que no pueden pecar porque están santificados, pero
ésta es una trampa engañosa del maligno. Existe el constante peligro de que
caigamos en pecado, y por eso Cristo nos ha advertido que debemos velar y orar
para que no caigamos en tentación. Si somos conscientes de la debilidad de
nuestro yo, no manifestaremos confianza propia ni seremos temerarios frente al
peligro, sino que sentiremos la necesidad de buscar la Fuente de nuestra
fortaleza, que es Jesús, nuestra justicia. Vendremos arrepentidos y contritos,
con la desesperada sensación de nuestra finita debilidad, para aprender que cada
día debemos requerir los méritos de la sangre de Cristo, a fin de que podamos
ser vasos preparados para que el Maestro los pueda usar. Al depender de este
modo de Dios, no se nos encontrará combatiendo contra la verdad, sino que
siempre estaremos en condiciones de ponernos de parte de lo recto. Debemos
aferrarnos a las enseñanzas de la Biblia, y no seguir las costumbres y las
tradiciones del mundo, ni los dichos ni las obras de los hombres ( Signs of the
Times , 19 de mayo de 1890, "Obediencia y Santificación").
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