"Porque
si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la
verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados." Heb. 10: 26.
La
fiesta celebrada en casa de Simón atrajo a muchos judíos porque sabían que
Cristo estaba allí. Y vinieron no solamente para ver a Jesús, sino a Lázaro, a
quien había resucitado. La resurrección de Lázaro fue el milagro culminante de
la vida de Cristo. la nación judía había recibido su última prueba. Lázaro había
sido resucitado de entre los muertos para dar testimonio en favor de Cristo.
Muchos pensaron que Lázaro tendría un maravilloso incidente que relatar.
Estaban sorprendidos de que no les dijera nada. Pero Lázaro no tenía nada que
decir. La pluma que movió la inspiración nos ha dado luz acerca de este punto:
"Los muertos nada saben. . . su amor y su odio. . . fenecieron ya" (Ecl. 9: 5,
6).
Pero Lázaro tenía un maravilloso testimonio que dar con respecto a
la obra de Cristo. Era un testimonio viviente del poder divino. Con seguridad y
poder declaró que Cristo era Hijo de Dios, e interrogaba a la gente acerca de lo
que podría ganar si daban muerte a Cristo.
Los sacerdotes recibieron
evidencias contundentes de la divinidad de Cristo. Pero estaban decididos
íntimamente a resistir toda luz, y cerraron las cámaras de la mente para que la
luz no pudiera entrar.
El honor atribuido a Jesús exasperaba a los
escribas y fariseos. Se consultaron acerca de la posibilidad de dar muerte a
Lázaro también, "porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían
en Jesús" (Juan 12: 11). El testimonio de Lázaro era tan claro y convincente que
los sacerdotes no podían resistir sus argumentos. . . Por lo tanto trazaron
planes para dar muerte a Lázaro. . . Resolvieron eliminar a Lázaro en secreto,
para que de ese modo la muerte de Cristo tuviera menos publicidad. Argumentaban
que el fin justificaría los medios, pero que no invitarían a sus concilios ni a
Nicodemo ni a José de Arimatea, para que no se opusieran a sus designios
asesinos.
No tenían acusación alguna que lanzar contra Lázaro; no
obstante, en lugar de admitir evidencias que no se podían negar, complotaron
para matarlo. Así harán los hombres cuando se separen de Dios. Cuando la
incredulidad toma posesión de la mente, el corazón se endurece y no hay nada que
lo pueda ablandar ( Manuscrito 47 , de 20 de mayo de 1887, "Judas").
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