"La
lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará
lleno de luz." Mat. 6: 22.
La tarea que desempeña hoy Satanás es la de
engañador y acusador. El Señor declara que acusa a los hermanos de día y de
noche. Debido a su experiencia, se ha puesto muy diestro en su oficio de
criticar, y preparará a todo hombre que pueda usar para que se le una en su
tarea. Está engañando a muchos que avanzan a ciegas por los senderos que él
mismo traza.
El poder central de la tierra le pertenece a un demonio. Su
trono está en medio del mundo, donde tendría que haber estado el trono de Dios.
Recibe el apoyo de la iglesia que se ha amoldado al mundo, y que está
transgrediendo la santa ley de Dios.
Cristo se dio a sí mismo para
rescatar al hombre del poder del destructor. Al convertirse en el portador del
pecado, quebrantó el poder de Satanás. Dice: "Llegaré a ser el Centro del mundo
redimido". . .
"Pondré en actividad todo santo instrumento -dice Dios-,
para que se oponga al ejército del enemigo invisible; para destruir su poder. El
eterno poder del Espíritu Santo rescatará al hombre de los efectos del pecado, y
restaurará en él la imagen de Dios". . .
El Señor no permitirá que su
tesoro humano, ganado por Cristo, la Cabeza, se pase a las filas del enemigo,
sin hacer todos los esfuerzos posibles en su favor. La única esperanza de los
redimidos consiste en cumplir los mandamientos de Dios. Este es el Evangelio que
ha resonado a través de los siglos hasta llegar a nuestros días.
A todos
Cristo nos hace llegar la invitación: "Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga" (Mat. 11: 28-30). Por
mucho tiempo esta invitación, venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, ha resonado en claros tonos en medio de un mundo confundido y lleno de
problemas. Dios no dejará que el hombre siga sus propios caminos y haga su
propia voluntad, para que se pierda, sin hacer un esfuerzo definido para
recuperarlo. El propósito del ministerio de Cristo, el ámbito de su misericordia
y su poder, no tienen límites ( Carta 78 , del 20 de enero de 1900, dirigida al
Hno. Haysmer y Sra.).
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