"Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que
tiembla a mi palabra." Isa. 62: 2.
Se me presentó su caso como el de
alguien dominado por la duda y la desesperación. Cristo le dice lo mismo que le
dijo a Pedro: "He aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero
yo he rogado por ti, que tu fe no falte" (Luc. 22: 31, 32). Le traigo buenas
noticias: Jesús lo ama, alma sacudida por la tempestad. Su fe no ha naufragado,
aunque Satanás ha tratado de hacerle creer que esto es precisamente lo que ha
ocurrido, Mire y viva. Venga a Cristo tal como está. Acéptelo como su Salvador
personal.
Ha cometido errores, pero no premeditadamente. Ha sido
arrastrado por la tentación. La posesión de grandes sumas de dinero intoxicó su
mente y pervirtió su juicio. No sabía cómo usar sabiamente esos medios para la
gloria de Dios. No obstante, invirtió medios en su causa, y donde podían ser
usados para la gloria de Dios. Mi hermano, aunque usted no ha manifestado toda
la sabiduría que podría y debería haber ejercido, Dios acepta todo lo que ha
hecho con el deseo de promover su gloria.
Estas fueron las palabras que
se me dijeron acerca de usted: "Por lo cual debía ser en todo semejante a sus
hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios
se refiere, para expiar los pecados de¡ pueblo" (Heb. 2: 17). El pecador
arrepentido debe creer que Cristo es su Salvador personal. Es su única
esperanza. Puede recurrir a la sangre de Cristo para presentar a Dios, como
propios, los méritos del Salvador crucificado y resucitado. De ese modo,
mediante la ofrenda de sí mismo hecha por Cristo, el inocente en lugar del
culpable, se remueven todos los obstáculos y el amor perdonador de Dios puede
fluir en ricos raudales de misericordia en favor del hombre caído.
Acuda
a Jesús ahora mismo, entretanto que se dice hoy. La experiencia por la cual ha
pasado le resultará sumamente valiosa cuando se una en yugo juntamente con
Cristo para ser colaborador de Dios. Se ha deleitado en la verdad, la ha creído,
y la cree aún creyendo contra toda esperanza, porque el Espíritu Santo está
luchando con usted.
Se ha desviado de la senda por causa de la
tentación, pero resista al diablo y él huirá de usted; alléguese a Dios y él se
allegará a usted ( Carta 91 , del 30 de enero de 1895, dirigida a un comerciante
adventista de buena posición económica).
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