"Otra
parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó
una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado."
Mat. 13: 33.
Cuando se pone levadura en la masa, penetra por todas
partes hasta que se produce un cambio total. Lo mismo ocurre con la acción del
Espíritu Santo sobre el corazón. La verdad recibida y creída introduce en la
vida nuevas pautas y nuevos principios de acción. Se establece una nueva norma
de carácter: La vida de Cristo. Los que reciben la verdad de ese modo dependen
de Cristo, y reciben más y más fortaleza, y cada vez más luz. Cada día expulsan
del corazón la vanidad, el egoísmo y la justicia propia.
Al recibir el
Espíritu de Cristo, la luz resplandece sobre ellos con fulgores claros y
definidos. Tienen un solemne sentido de las realidades eternas. La mente y el
corazón se renuevan por completo. Tal como la levadura introducida en la masa la
leuda completamente, la levadura de la verdad, al penetrar en el corazón,
impregna todas las facultades del alma, el cuerpo y el espíritu . . .
La
transformación del corazón implica un cambio completo de la totalidad del ser.
"El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" declaró Cristo (Juan
3: 3). Esta transformación del corazón es invisible; porque es una obra
interior; no obstante, se puede ver, porque actúa desde el interior.
¿Ha
estado obrando la levadura de la verdad en su corazón? ¿Ha impregnado todo el
corazón y todos los afectos mediante su poder santificador?. . .
Nuestra
primera tarea tiene que ver con nuestro propio corazón. Debemos practicar los
principios verdaderos que conducen a la reforma. El corazón se debe convertir y
santificar; en caso contrario, no tendremos relación con Cristo. Mientras
nuestro corazón esté dividido, jamás estaremos preparados para servir en esta
vida o en la futura. Como seres inteligentes, necesitamos sentarnos a pensar si
realmente estamos buscando el reino de Dios y su justicia. Lo mejor que podemos
hacer es meditar seria y sinceramente en si estamos dispuestos a hacer el
esfuerzo necesario para obtener la esperanza y lograr el cielo que aguarda al
cristiano. Si por la gracia de Cristo llegamos a la conclusión de que realmente
lo queremos, la siguiente pregunta será: ¿Qué debo abandonar en mi vida para que
no me sea una piedra de tropiezo? ( Manuscrito 14 , del 9 de febrero de 1898,
"Como la levadura").
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