"Confía en Jehová, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te
apacentarás de la verdad." Sal. 37: 3.
"Confía en Jehová". Cada día
tiene sus preocupaciones, cuidados y perplejidades; y cuando conversamos, ¡cuán
dispuestos estamos a hablar de nuestras dificultades y pruebas! Aparecen tantos
problemas innecesarios, nos explayamos en tantos temores, damos a conocer un
cúmulo tan grande de ansiedades que se podría suponer que no disponemos de un
Salvador amante y piadoso, listo para escuchar nuestras plegarias y para ser
nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
Algunos están continuamente
albergando temores y cargándose de problemas. Cada día están rodeados de las
manifestaciones del amor de Dios, cada día gozan de las bondades de su
providencia, pero pasan por alto estas bendiciones. Sus mentes se espacian
continuamente en algo desagradable que temen pueda sobrevenir; o pueda ser que
exista realmente alguna dificultad que, aunque pequeña, no les permite ver las
muchas cosas que demandan su gratitud. Las dificultades que encuentran, en lugar
de conducirlos a Dios, la única fuente de auxilio, los separarán de él, porque
les sugieren inquietud y los inducen a quejarse.
Hermanos y hermanas:
¿Hacemos bien en ser tan incrédulos? ¿Por qué tenemos que ser tan ingratos y
desconfiados? Jesús es nuestro amigo. Todo el cielo está interesado en nuestro
bienestar; y nuestra ansiedad y nuestro temor entristecen al Santo Espíritu de
Dios. No debemos permitir que nos embarguen preocupaciones que sólo nos
desgastan y nos cansan, y que no nos ayudan a sobrellevar las dificultades. No
debiéramos dar lugar a esta desconfianza en Dios que nos induce a descuidar la
preparación necesaria para cumplir en el futuro el principal propósito de la
vida, como si nuestra felicidad dependiera de las cosas terrenales, y pudiéramos
lograrlas mientras ignoramos el hecho de que Dios controla todo.
Los
negocios pueden sumirlos en perplejidad; las perspectivas pueden ser cada vez
más oscuras e incluso pueden enfrentar la amenaza de alguna pérdida financiera.
Pero no se desanimen; depositen en Dios sus preocupaciones y permanezcan
tranquilos y alegres. Comiencen cada día con una ferviente oración, sin
olvidarse de alabar y dar gracias. Pidan sabiduría para administrar sus asuntos
con discreción, para que no experimenten pérdidas ni desastres. Hagan todo lo
posible para lograr resultados favorables. Jesús ha prometido ayuda divina, pero
no sin el concurso del esfuerzo humano ( Review and Herald , del 3 de febrero de
1885).
No hay comentarios:
Publicar un comentario