"Mas por
él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios
sabidurías, justificación, santificación y redención; para que, como está
escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor." 1 Cor. 1: 30, 31.
Tuvimos una preciosa reunión de oración en nuestra pequeña carpa [en el
congreso anual de Fresno, California] esta mañana. Sentí que mi alma se elevaba
en fervorosa oración por ti [su esposo, Jaime White] y por mí. El precioso
Salvador me pareció muy cercano y lleno de gracia, pleno de misericordia y amor.
Tomé la decisión de servirle con afecto indiviso. . .
El poder divino
debe combinarse con el esfuerzo humano o de lo contrario esta terrible parálisis
de indiferencia, esta inactividad mortal, nunca se disipará de las almas de
quienes están en las tinieblas y el error. Jesús es nuestra fortaleza. El es
nuestra justicia. Debemos orar más y ejercer fe continuamente. Siento que debo
elevar mi mente constantemente a Dios, si es que he de obtener la victoria sobre
las tentaciones de Satanás.
¡Oh, se me mostró cómo se alegra Satanás
cuando somos vencidos y manifestamos espíritu de impaciencia y de crítica! Se
siente alborozado por el triunfo porque sabe que esto entristece al Espíritu de
Dios y nos separa de nuestra fortaleza. Nuestro hablar debe ser intachable,
nuestro espíritu paciente, amable, longánime y sufrido, manifestando mediante
nuestras palabras y acciones que hemos aprendido de Jesús y que todavía estamos
aprendiendo en la escuela de Cristo.
Querido esposo, estamos edificando
para la eternidad. Dios es rico en fortaleza y poder, y podemos permitir que su
semblante resplandezca sobre nosotros para que reflejemos la luz a otros. . .
Dios no excusará el pecado en quienes hemos tenido una luz tan grande. No
tenemos en nosotros mismos un solo átomo de justicia propia en el que podamos
apoyarnos. Todo lo que alguna vez hayamos hecho lo hicimos porque Jesús nos dio
su fortaleza y su poder, y no porque hubiera habido en nosotros alguna bondad,
sabiduría o justicia inherentes. Somos pecadores, débiles e imperfectos, y
debemos sentirlo en grado suficientemente fuerte como para tratar de lograr una
ayuda más fuerte y un poder más santo que el que poseemos. La vida de Jesús es
un modelo perfecto. No debemos construir sobre la arena. Si lo hacemos, se
producirá luego un terrible desmoronamiento. Somos edificio de Dios. Mostrémoslo
por medio de un carácter armonioso (Carta 25, del 23 de abril de 1880, dirigida
a Jaime White).
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