20 de abril
"Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su
gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los
santificados." Hech .20: 32.
¿Qué es santificación genuina? Lee Éxodo
31. En ese capítulo podemos comprender el término, porque Dios mismo lo ha
definido. El Señor Jesús había dado directivas especiales acerca de cómo
construir el tabernáculo. Como los hijos de Israel habían sido obligados a
trabajar en sábado, el carácter sagrado de ese día no se preservó. Siendo
esclavos en Egipto, habían perdido en gran medida el conocimiento del sábado.
Esta es la razón por la que los mandamientos de Dios fueron dados en medio de
una temible grandeza sobre el monte Sinaí. El Señor quería preservar el sábado
en particular, y sabía que el pueblo olvidaría el mandamiento del sábado y que
en su celo el trabajador diría: "Esta obra es del Señor, y está bajo su
supervisión; por lo tanto podemos rechazar su obra sin observar el sábado". . .
Por eso el séptimo día fue distinguido como memorial de Dios y debía ser
santificado para el Señor a fin de que el pueblo supiera "que yo soy Jehová que
os santifico". Esto es santificación genuina. . .
Pero la obra necesita
ser más profunda y afianzarse en la vida y el carácter. Algunos han pensado que
fácilmente podrían persuadir a un pecador a abandonar sus ídolos, a guardar los
mandamientos de Dios, a creer que Jesús vendrá pronto en las nubes de los
cielos. Cuando no logran despertar el interés ni el deseo de escudriñar las
Escrituras para ver si estas cosas son la verdad; cuando no ven que la
convicción se posesiona de las mentes de aquellos que transgreden la Ley de
Dios; cuando son frecuentemente confrontados con excusas baladíes, con
indiferencia u oposición decidida y con el ridículo; cuando sus oyentes se
apartan arrojando oprobio sobre la santa Ley de Dios, se desaniman. Donde
esperaban éxito, se encuentran con derrota. No tienen paciencia sufrida y fe
inalterable.
¡Oh, cuántas lecciones tendrán que aprender los que son
jóvenes en la fe y en el trabajo de ganar almas para Cristo! Algunos aprenderán
en las derrotas y el fracaso las lecciones que no hubieran obtenido de otro
modo, pero unos pocos rechazos tienen una influencia tan desalentadora que la
chispa de la gracia casi llega a extinguirse en sus propias almas. Piensan que
no vale la pena emplear esfuerzos para salvar a las almas y dejan de brillar
como luces en el mundo. Muere en ellos el pensamiento de apartar a las almas de
los errores de sus caminos, el sentido de obligación de impartir a otros la
preciosa luz de la verdad, y no hacen nada...
Estas dificultades, la
oposición, los chascos y el desánimo deben ser enfrentados otra vez en forma más
definida e intensa, y deben ser firmes como una roca a los principios. Si somos
cristianos, debemos ser como Cristo, debemos reflejar la luz (Carta 19c. del 20
de abril de 1874, dirigida a W. C. White).
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