27 de abril
"Mas
vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas
a su luz admirable." 1 Ped. 2: 9.
Dios otorga luz a los hombres, pero
muchos están llenos de un espíritu dominante y de autosuficiencia; y luchan para
llevar adelante sus propias ideas a fin de alcanzar una altura en la que serían
como Dios. Sus mentes están e primer lugar, como si Dios debiera servirles a
ellos. Aquí es donde yace el peligro: a menos que Dios haga que en alguna forma
estos hombres comprendan que El es Dios, y que deben servirle, se introducirán
invenciones humanas que los apartarán de la verdad bíblica, a pesar de todas las
advertencias que se han dado.
El Señor Jesús siempre tendrá un pueblo
escogido que le servirá. Cuando el pueblo judío rechazó a Cristo, el Príncipe de
la vida, El les quitó el reino de Dios y se lo dio a los gentiles. Dios continúa
obrando de acuerdo con este principio en cada rama de su obra. Cuando una
iglesia demuestra que es infiel a la obra del Señor, no importa cuán alto y
sagrado pueda ser su llamado, Dios no puede seguir trabajando con ella. Otros
son escogidos entonces para llevar importantes responsabilidades. Pero si éstos
a su vez no purifican sus vidas de toda acción errónea, si no establecen
principios puros y santos en todos sus límites, entonces el Señor los afligirá y
humillará dolorosamente y, a menos que se arrepientan, los quitará de su lugar y
hará que sean un baldón. . .
Dios no "es honrado por manos de hombres,
como si necesitase de algo" (Hech. 17: 25). Ningún despliegue de magnificencia
exterior puede agradar a Dios cuando el corazón está sirviendo a los ídolos y
las manos están contaminadas de iniquidad. El Espíritu Santo se unirá con los
que estén en la iglesia caminen humildemente con Dios, con contrición de
corazón. Santifica a todo los que miran a Dios y caminan en las huellas de
Cristo, los consuela y les da la victoria sobre el mundo. El pueblo de Dios, su
reino elegido, no es como una fuente estancada. Es como un río que fluye
constantemente y que a medida que avanza se vuelve más profundo y más ancho,
hasta que sus aguas vitalizantes se extienden sobre toda la tierra. Dondequiera
el Evangelio de Dios es recibido, su gracia sana las enfermedades producidas por
el pecado. El Sol de Justicia se levanta llevando sanidad en sus rayos. Luz,
fortaleza y refrigerio vienen del Señor, y el buen fruto producido da testimonio
de una obra de justicia (Manuscrito 33, del 27 de abril de 1903, "El propósito
de Dios para su Iglesia").
No hay comentarios:
Publicar un comentario