"Pero
temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean
de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo." 2 Cor. 11: 3.
Debemos revelar a Cristo en todas nuestras relaciones con los demás.
Mostraremos así que tenemos una conexión genuina con el Salvador. Dios debe
recibir todo el honor y la gloria. Cuando Cristo aparezca, reconocerá a los que
estén unidos con El mediante una fe viva. No se avergonzará de llamarlos
hermanos. . .
El Señor es Dios, y no hay ningún otro fuera de El. Cuando
Satanás puede hacer que su astucia fructifique en las mentes humanas, las
influencias engañosas son recibidas como si procedieran del cielo. Si se da
entrada a sus engaños, muchas almas serán entrampadas antes de percibir que
tales cosas no proceden de Dios sino del enemigo de toda justicia. Puedo
asegurarles que una de nuestras perplejidades será distinguir lo genuino de lo
espurio. El engaño se introduce inadvertidamente así como se introdujo en las
cortes celestiales.
Satanás trató de socavar la confianza de los ángeles
en el gobierno de Dios. Ambicionaba el lugar ocupado por Cristo, con la
convicción de que si él obtenía esa posición podría realizar un esfuerzo para
lograr el lugar de Dios. Habilidosamente presentó sus sugerencias a los ángeles,
y muchos las recibieron. Dejó estas insinuaciones en sus mentes para que se
desarrollaran. Ellos, no tan cautelosos como su jefe, comenzaron a comunicar sus
nuevas teorías. Satanás era el originador de las dudas que expresaban, pero las
presentaba como las opiniones de un gran número de ángeles, y como tales, dignas
de ser consideradas.
Satanás obra hoy con estratagemas engañosas para
cautivar a los seres humanos mediante teorías falsas. La advertencia de que
seamos cuidadosos a fin de no permitirle que se introduzca, llega a través del
tiempo hasta nuestros días.
Que nadie se considere suficiente por haber
sido usado como instrumento del Señor. Dios utiliza a los hombres, y los honra
otorgándoles sabiduría por tanto tiempo como le sean fieles y no se atribuyan la
gloria a sí mismos. Los que se retiran de las manos del Señor y se valoran a sí
mismos como capaces de conducir la obra, no están guiados por el Espíritu de
Dios sino por "otro espíritu". Satanás se introduce, y cambian de conductor. Y
así entran la perversión y la sutileza del engaño de la serpiente (Manuscrito
37, del 1 de mayo de 1903, "Directivas para la obra").
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