7 de mayo
"Para
que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean
uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste." Juan 17: 21.
Todos necesitarnos la ayuda que podemos recibir de otros. Dios obrará en
otras mentes además de las nuestras. Los diversos dones entregados a diferentes
individuos deben combinarse para "perfeccionar a los santos para la obra del
ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo" (Efe. 4: 12). . .
El Señor Jesús sanará nuestras flaquezas y debilidades. Somos
pertenencia suya. Somos suyos por creación y por redención. Todos debemos estar
unidos a El. Es la única Fuente de sanidad, Todo poder restaurador procede de
El. Ha abierto una fuente "para los habitantes de Jerusalén, para la
purificación del pecado y de la inmundicia" (Zac. 13: 1). Extiende a cada uno la
invitación a venir y ser sanado, a beber del agua de la vida. No confiemos en
nosotros mismos, sino en Jesús.
Siempre habrá obstáculos delante de
nosotros pero hemos de seguir a nuestro Líder y enfrentar nuestras dificultades
en forma unida, tomados de la mano. Hay un solo camino al cielo. Debemos caminar
en las huellas de Jesús, haciendo sus obras en la misma forma como El hizo las
obras de su Padre. Debemos estudiar sus caminos, no los caminos del hombre;
debemos obedecer su voluntad, no la nuestra; debemos caminar cuidadosamente. No
se adelanten a Cristo. No hagan ningún movimiento sin consultar a si¡
Comandante. Pidan humildemente en oración y recibirán. El es "el camino, y la
verdad, y la vida" (Juan 14: 6).
Lean y estudien cuidadosamente la
oración que Cristo elevó justamente antes de su enjuiciamiento, y que se
registra en el capítulo 17 de San Juan. Sigan sus enseñanzas y obtendrán la
unidad. Nuestra única esperanza de alcanzar el cielo está en ser uno con Cristo.
Entonces, y a través de Cristo, lograremos la unidad. Ninguno es llamado a
caminar solo. En Cristo salen a luz la vida y la inmortalidad. El abrió el
camino al reino de los cielos a los que creen en El, pero no asigna a nadie un
sendero diferente de aquel que todos deben transitar. Demanda unidad y debemos
tener unidad. Dios nos pide que sumerjamos nuestro yo en Cristo. Para el hombre
natural esto no es fácil. Pero mediante el poder de la encarnación de Cristo
-Dios manifestado en la carne- la fortaleza de Dios se revela en bondad y
belleza. "A todos los que le recibieron. . . les dio potestad de ser hechos
hijos de Dios" (Juan l: 12). Mediante este poder podemos vencer nuestras malas
tendencias y modificar así nuestras disposiciones imperfectas, de tal manera que
la voluntad de Dios pueda cumplirse en nosotros (Carta 79, del 7 de mayo de
1903, dirigida a J. A. Burden, quien trabajaba en el Sanatorio de Australia y su
esposa).
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