9 de mayo
"Pues si
vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?" Luc.
11:13.
Quienes inscriben sus nombres en los libros de la iglesia
debieran hacerlo con una comprensión plena e inteligente de lo que involucre
esta acción. Significa que se han comprometido solemnemente a servir a Dios.
Significa que han sometido plenamente el yo, a fin de que Cristo pueda reinar en
su lugar Significa que han abandonado sus ideas y prácticas acariciadas y han
rendido su mente a la mente de Cristo. Significa que tienen el firme propósito
de ser uno con Dios, uno con su pueblo; que se ejercitarán en la abnegación y el
sacrificio para hacer avanzar los intereses de su reino; que se esforzarán para
vencer todo aquello que obstaculice el crecimiento de la gracia.
El
Señor no deja en tinieblas a ningún hombre que tenga oídos para oír y corazón
para comprender. Tengamos todos siempre en vista la gloria de Dios. No se
desorienten por las trampas del maligno. "Así que, el que piensa estar firme,
mire que no caiga" (1 Cor. 10: 12). Que las advertencias que Dios ha dado en su
Palabra sean proclamadas por los atalayas sobre los muros de Sión y escuchadas
por cada alma que está en el servicio del Maestro.
Cada caso será
juzgado; cada alma será probada. Pregúntese cada uno: "¿Soy un siervo infiel?
Por precepto y por ejemplo, ¿conduzco a otros por senderos equivocados?"
Recuerden que su influencia afecta a otros para bien o para mal.
Ruego a
los miembros de cada iglesia que busquen ahora la mayor bendición que el Cielo
puede otorgar, el Espíritu Santo. Si buscan con fe una medida mayor del Espíritu
de Dios, estarán constantemente recibiéndola y comunicándola. Diariamente
recibirán una provisión fresca, su experiencia cotidiana será enriquecida con la
abundante corriente del amor. Delante de ustedes yacen vastos campos de verdad,
vastas fuentes de poder. Que la oración diaria sea: "Quita de nosotros lo que
quieras quitar, pero no nos prives de tu Santo Espíritu". Debemos tener el don
del Espíritu Santo.
La verdad de Dios es para nosotros. La religión de
Jesucristo nunca desagrada al receptor sino que lo hace puro, de tal manera que
pueda ver a Dios. Le da un intenso deseo de ser como Jesús, quien es el único
totalmente amable, el señalado entre diez mil . . . ¿Por qué no amarlo y
prestarle un servicio indiviso?
Como el pueblo de Dios en la antigüedad,
nosotros también debiéramos estar preparados para marchar cuando la nube se
levante y avance, y detenernos cuando la nube se pose en un cierto lugar. Nadie
puede estarse quieto, sin avanzar (Manuscrito 56, del 9 de mayo de 1902,
"Escrito para nuestra admonición").
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