19 de Mayo
"Yo en
ellos, y tú en mi, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca
que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado."
Juan 17:23.
Demos a conocer la provisión que se hizo para nuestra
redención, Cristo dejó las cortes celestiales y vino a este mundo para hacer
expiación por nosotros. Todos los que se aproximen a El con una fe viviente
serán capacitados para permanecer sobre terreno ventajoso. Mientras los siervos
de Dios proclaman estas cosas, Satanás se acerca a alguna de esas personas que
tienen mentes inquietas y les presenta problemas científicos. Los hombres serán
tentados a colocar la ciencia por encima de Dios. Pero, ¿quién puede encontrar a
Dios mediante el escudriñamiento? Los hombres pueden tener sus propias
interpretaciones acerca de Dios, pero ninguna mente humana puede comprenderlo.
Este problema no nos ha sido dado para que lo resolvamos. Nadie se permita
entrar en especulaciones acerca de su naturaleza. Aquí el silencio es
elocuencia. El Omnisciente está por encima de toda discusión.
Dios es
uno con el Padre, pero Dios y Cristo son dos personas distintas. Lean la oración
de Cristo, registrada en el capítulo 17 de Juan, y encontrarán este punto
claramente presentado. Cuán fervorosamente oró el Salvador para que sus
discípulos pudieran ser uno con El así como El era uno con el Padre. Pero la
unidad que existe entre Cristo y sus seguidores no destruye la personalidad de
uno ni de los otros. Ellos deben ser uno con El y El es uno con el Padre.
Mediante esta unidad deben expresar claramente al mundo que Dios envió a su Hijo
para salvar a los pecadores. La unidad de los seguidores de Cristo con El, debe
ser la prueba grande e inequívoca de que Dios ciertamente envió a su Hijo al
mundo para salvar a los pecadores. Pero una religión débil y vacilante deja al
mundo confuso y desorientado.
Mis hermanos y hermanas, colóquense sobre
una plataforma elevada y obren hasta ser uno con Cristo. El corazón del Salvador
está con sus seguidores que cumplen los propósitos de Dios en toda su altura y
profundidad. Deben ser uno con El, aun cuando estén dispersos por todo el mundo.
Pero Dios no puede hacerlos uno con Cristo a menos que estén dispuestos a
abandonar sus propios caminos para seguir el que El traza.
En vista de
todo lo que Cristo ha sufrido por nosotros, ¿debiéramos quejamos cuando se nos
llama a sobrellevar la abnegación y el sufrimiento? ¿No haría esto que Dios se
avergonzara de nosotros? Regocijémonos de que es nuestro privilegio participar
en los sufrimientos de Cristo, porque solamente así podemos llegar a ser idóneos
para ser partícipes de su gloria. . . Vivamos vidas tales que puedan conducir a
los pecadores al Salvador. Cristo llevó consigo su humanidad a las cortes
celestiales, y toda la humanidad tiene derecho a tenerlo como su representante.
Podemos alcanzar la plenitud en El (Manuscrito 58, tema presentado el 19 de mayo
de 1905, "La obra en Washington").
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