12 de mayo
"¿Has
visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará
delante de los de baja condición." Prov. 22: 29.
Mi querido hijo Edson:
Me temo que no siempre organizas sabiamente tu trabajo. A veces haces demasiado
y luego permites que pasen horas preciosas sin ser aprovechadas, creando de esta
manera la necesidad de un esfuerzo adicional posterior. Un trabajo temperante,
perseverante y metódico logrará mucho más que lo que puede realizarse por
esfuerzos esporádicos. . .
El trabajo le fue asignado al hombre por su
Creador. Dios proveyó de empleo a nuestros primeros padres en el santo Edén. Y
desde la caída, el hombre ha sido un trabajador y ha comido el pan con el sudor
de su frente. Cada hueso de su cuerpo, cada rasgo de su contextura, cada músculo
de sus miembros evidencia la verdad de que ha sido hecho para la actividad, no
para la pereza. . .
El fiel cumplimiento de los deberes de la vida,
cualquiera sea tu posición, demanda el mejoramiento sabio de todos los talentos
y habilidades que Dios te ha dado. Evita el estar siempre apurado, por lo menos
cuando no realizas nada digno de esfuerzo. Estos esfuerzos infructuosos a menudo
son el resultado de no realizar el trabajo a su debido tiempo. Cualquier cosa
que por descuido no se realiza en el tiempo cuando debía ser hecha, ya sea en
los asuntos seculares o en los religiosos, difícilmente se hacen bien. Muchos
pueden aparentar estar trabajando diligentemente cada hora del día, y sin
embargo no producir resultados que correspondan a sus esfuerzos. . .
Cuídate de no malgastar tu tiempo en insignificancias, y dejar de
cumplir las tareas que son de real importancia. La iglesia y el mundo necesitan
hombres calmos, bien equilibrados. Andar bien por algún tiempo no es suficiente.
Una adhesión constante a un propósito garantizará que se alcancen los objetivos.
A un hombre distinguido se le preguntó cierta vez cómo era posible que pudiera
realizar tantas tareas. Su respuesta fue: "Hago una sola cosa a la vez". . .
Enrique Martyn, como hombre tanto como misionero, dependió notablemente
de sus hábitos de regularidad. Los cumplió en tal grado que en la universidad
fue conocido como el estudiante que nunca perdía una hora. . . Cuántos jóvenes
que podrían haber llegado a ser hombres de utilidad y autoridad, fracasaron
porque en su vida temprana contrajeron hábitos de indecisión que luego siguieron
a través de la vida para estropear todos sus esfuerzos. De vez en cuando se
sienten llenos de un súbito celo por hacer alguna cosa grande, pero dejan su
obra a medio terminar y nunca llegan a nada. Una paciente perseverancia en el
bien hacer es indispensable para el éxito.
Mi querido hijo, sé
concienzudo en todo lo que emprendas, descansa constantemente en tu Salvador, vé
a El en busca de sabiduría, de valor, de firmeza de propósitos y para todo
cuando necesites. Que el Señor te bendiga, es la oración de tu madre (Carta 3,
del 12 de mayo de 1877, dirigida a su hijo Edson, de 27 años de edad).
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