"Amado,
yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como
prospera tu alma." 3 Juan 2.
Dios desea que cada uno de nosotros
encuentre su lugar. Cuando cada uno esté en su sitio, haciendo la obra que Dios
le ha dado, habrá unidad perfecta. . .
Necesitamos decir al mundo
claramente que Dios envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. ¿Cómo
debemos hacerlo? Haciendo todo esfuerzo posible en favor de la unidad. Cada uno
debe sentir que es necesario confesar sus propias equivocaciones y errores, no
las equivocaciones y errores de algún otro. . .
Necesitamos unirnos como
hombres responsables ante Dios. Fuimos comprados por precio. Tenemos solamente
un Juez, el Hombre Cristo Jesús. No se nos dio la obra de medirnos el carácter
mutuamente. Son nuestros propios caracteres los que debemos medir mediante la
verdad contenida en las Escrituras. Dios puede capacitarnos para hacer esto y
puede impresionar en nuestras mentes lo que debemos hacer a fin de heredar la
vida eterna . .
Dios ama a su pueblo y anhela que sus integrantes hagan
paz con El. Desea que cada uno esté en una relación tal con los demás, que se
muestre dispuesto a hacer cualquier sacrificio a fin de salvar las almas de sus
hermanos, Puede ser que éstos no hayan hecho lo correcto, pero Dios desea que
trabajemos fervorosamente para ayudarlos, de tal forma que su nombre no se vea
deshonrado delante del mundo. Dios no nos da promesas porque siempre hemos
obrado correctamente, sino para que su nombre pueda ser glorificado.
Nadie trate de cubrir sus propios pecados revelando los errores de algún
otro. Dios no nos ha encomendado esta obra. Debemos dar lugar para que los otros
humillen sus corazones, de tal manera que puedan venir a la luz del conocimiento
de Dios. . .
Hay algunos que se han estado cargando con
responsabilidades que el Señor les ha prohibido desempeñar. Durante años les
llegó luz, pero no le prestaron atención. ¿Qué debe hacerse? ¿Debiéramos
permitir que estos hombres se hundan bajo las responsabilidades que eligieron
tomar sobre sí? No, debemos ayudarlos a salir de su difícil situación. Nos
corresponde hacer lo mejor que podamos para levantar la presión que pesa sobre
estas almas agobiadas. . .
Hágase cada uno la pregunta: ¿Cómo está mi
alma hoy? Y mañana repítase la pregunta: ¿Cómo está mi alma hoy? De esta manera,
día tras día, humille cada uno su corazón delante del Señor (Manuscrito 56, del
23 de mayo de 1904, un tema matutino presentado en Berrien Springs, Michigan,
Estados Unidos).
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