15 de mayo
"La
gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos
uno." Juan 17: 22.
Nuestra gran necesidad es la unidad. No hay una sola
alma que podamos pasar por alto. El Señor nos llama a unificarnos en armonía con
la verdad bíblica. Esto debiera repetirse vez tras vez en la familia y en la
iglesia. . .
Dijo Cristo: "Como el Padre me mandó, así hago" (Juan 14:
31). Vino a nuestro mundo comisionado por el Padre. Vino a tender un puente
sobre el abismo que el pecado había producido entre Dios y el hombre. Había que
hacer provisión para la reconciliación, para la unión de la naturaleza humana
con la divina. Cristo habría de santificar a todos los que creyeran en El. En el
don de Cristo al mundo, Dios proveyó el poder que cada uno necesita para vencer
el mal. Nos dio "preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis
a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que
hay en el mundo a causa de la concupiscencia" (2 Ped. 1: 4).
Como está
claramente revelado en la Palabra, la gran apostasía comenzó originalmente con
la negación del amor de Dios. Entonces se hizo provisión para que los hombres
caídos pudieran tener una poderosa revelación del amor de Dios, y la oportunidad
de volver a su alianza con Jehová. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16). "Pongo mi vida por las ovejas" (Juan 10:
15), dice Cristo. "El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida
del mundo" (Juan 6: 51). Aquí está la revelación del poder eficaz, capaz de
salvar "hasta lo sumo". Dios es luz y amor.
Después de la guerra que
hubo en las cortes celestiales, Satanás y sus seguidores fueron expulsados. Como
seres humanos, estamos sujetos a las tretas y tentaciones habilidosas de este
cruel enemigo caído. Y a menos que seamos protegidos por el poder de Cristo,
ciertamente seremos extraviados por los sofismas satánicos que inundan el mundo.
Nuestra seguridad está en apoyarnos no en el poder humano, en el brazo de carne,
sino en el brazo divino. Los que son partícipes de la naturaleza divina no serán
engañados por Satanás.
Cada uno será probado. Hombres que profesan ser
cristianos serán colocados en posiciones de confianza, como guardianes del
rebaño de Dios. . . Somos propiedad de Dios. En Jesucristo hemos de contemplar
un modelo de lo que debiéramos ser. Cada alma debiera disciplinarse en la
contemplación, no de sus prójimos, sino de Cristo. El es el Autor y Consumador
de nuestra fe (Carta 172, del 15 de mayo de 1907, dirigida a P. T. Magan,
co-fundador de las instituciones de Madison, Tennessee, Estados Unidos).
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