7 de abril
"Por
fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón,
escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites
temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que
los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mira en el galardón." Heb.
11: 24-26.
Piense en la vida de Moisés. ¡Qué resistencia y paciencia
caracterizaron su vida! Pablo, en su epístola a los Hebreos, dice: "Porque se
sostuvo como viendo al Invisible" (Heb. 11: 27). El carácter de Moisés no reveló
simplemente resistencia pasiva al mal, sino perseverancia en un curso de acción
firme y consecuente. Mantuvo siempre al Señor delante de sí, y El estuvo a su
mano derecha para ayudarle.
Moisés tuvo un sentido profundo de la
presencia de Dios. Vio a Dios, No sólo miró a través de las edades al Cristo que
habría de ser revelado, sino que vio a Cristo acompañando de manera especial a
los hijos de Israel en todos sus viajes. Dios era real y estaba presente en sus
pensamientos. Cuando se vio obligado a enfrentarse con el peligro, a soportar
insultos y a ser mal comprendido por causa de Cristo, perseveró en ser paciente
y en no tomar represalias.
Moisés creyó en Dios como en Alguien a quien
necesitaba y que lo ayudaría porque él necesitaba esa ayuda. Dios era para él un
auxilio presente en todo tiempo de necesidad. Tenemos una fe muerta y nominal,
mientras nos falta la real confianza, la fe perseverante. Dios era para Moisés
el Recompensador de los que lo buscaban diligentemente. Moisés estimaba la
recompensa. Aquí hay otro punto de la fe que deseamos estudiar, y que si es
introducido en la vida y la experiencia de los que temen y aman a Dios, los
capacitará para soportar las pruebas. Dios recompensará al hombre de fe y
obediencia. Moisés estaba lleno de confianza en Dios porque tenía una fe
correcta. Necesitaba la ayuda del Todopoderoso, oraba por ella, creía en ella y
entretejía en la experiencia de su vida la convicción de que Dios cuidaría de
él. Creía que Dios gobernaba su vida en particular. Sabía que el Señor le había
asignado una obra especial y que la llevaría al éxito más completo que le
resultara posible. Pero sabía que no podía hacerla sin la ayuda de Dios, porque
tenía que tratar con un pueblo perverso. Sabía que la presencia de Dios era
suficientemente fuerte como para llevarlo través de las situaciones más
difíciles en las que un hombre pudiera ser colocado. Podía ver y reconocer a
Dios en cada detalle de su vida; sabía que estaba bajo la mirada de un Dios que
todo lo ve, que pesa los motivos y prueba los corazones. Contemplaba a Dios y
creía en El para recibir la fortaleza que le permitiera atravesar toda forma de
tentación sin contaminarse.
Moisés no solamente pensaba en Dios sino que
lo veía. Veía a Jesús como su Salvador. Creía que los méritos del Salvador le
serían imputados. La fe era en él un realidad, no una conjetura. Esta es la
clase de fe que necesitamos, la fe que soportará la prueba (Carta 42, del 7 de
abril de 1886, dirigida al hermano Ramsey).
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