5 de abril
"Clama
a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no
conoces." Jer. 33: 3.
No siempre nos damos cuenta de que la
santificación, que tan fervorosamente deseamos y por la cual oramos tan
fervientemente, se produce mediante la verdad, y por la providencia de Dios,
como menos lo esperamos. Cuando buscamos gozo, he aquí tristeza. Cuando
esperamos paz, frecuentemente tenernos desconfianza y duda debido a que nos
encontramos sumergidos en tribulaciones que no podemos evitar. En estas pruebas
estamos recibiendo las respuestas a nuestras oraciones. A fin de ser
purificados, el fuego de la aflicción debe encenderse sobre nosotros, y nuestra
voluntad debe ser puesta en conformidad con la voluntad de Dios. Para ser
semejantes a la imagen de nuestro Salvador, debemos pasar por un penosísimo
proceso de refinamiento. Los mismos que consideramos como los seres más queridos
sobre la tierra pueden causarnos las mayores tristezas y aflicción. Pueden
contemplarnos bajo una luz equivocada. Pueden pensar que estamos en el error y
que nos estamos engañando y rebajando debido a que seguimos los dictados de una
conciencia iluminada, en la búsqueda de la verdad y de los tesoros escondidos. .
.
Las oraciones en las que pedimos semejanza a la imagen de Cristo
pueden no ser contestadas exactamente como quisiéramos. Puede ocurrir que seamos
examinados y probados, porque Dios puede ver que lo mejor es colocarnos bajo una
disciplina que es esencial para nosotros antes que seamos súbditos idóneos de
las bendiciones que anhelamos. No debiéramos desanimarnos ni dar lugar a la duda
ni pensar que nuestras oraciones no ha sido advertidas. Debemos descansar más
seguramente sobre Cristo y deja nuestro caso con Dios para que El responda
nuestras oraciones en la forma que crea más conveniente. Dios no ha prometido
otorgar sus bendiciones a través de los medios que nosotros establecemos. Dios
es demasiado sabio para equivocarse y demasiado solícito por nuestro bien como
para permitirnos elegir por nosotros mismos.
Los planes de Dios son
siempre los mejores aunque no siempre podamos discernirlos. La perfección del
carácter puede obtenerse solamente mediante trabajo, conflicto y abnegación. . .
Cuán inestimablemente preciosos son los dones de Dios -las gracias de su
Espíritu - y cómo debiéramos desechar la idea de huir del proceso de examen y
prueba, no importa cuán penoso o humillante nos resulte ¡Qué fácil sería e
camino al cielo si no fuera por la abnegación o la cruz! ¡Cómo correrían los
mundanos por ese camino y cómo lo transitarían en innumerable cantidad lo
hipócritas! Gracias a Dios por la cruz, por la abnegación. La ignominia y la
vergüenza que nuestro Salvador soportó por nosotros no es de ningún modo
demasiado humillante para los que son salvados por su sangre. A no dudarlo, el
cielo resultará muy barato (Carta 9, del 5 de abril de 1873, dirigida a la
hermana Billet, de San Francisco, California ).
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