"Y con
todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el
amor de la verdad para ser salvos." 2 Tes. 2: 10.
Las verdades de la
Palabra de Dios poseen un poder transformador y santificador. Si se las acoge en
el corazón y se las pone en práctica en la vida resultarán ser un sabor de vida
para vida. . .
Hay una sola obra que realizar en favor de algunos que no
sienten ninguna necesidad especial de ayuda. Puesto que no advierten su
condición de necesidad, no se reforman. Siguen adelante con el molde de un
carácter viciado. A menos que esas almas experimenten el nuevo nacimiento, nunca
verán el reino de los cielos. A menos que la iniquidad sea erradicada de la
vida, no se les dará la bienvenida a la presencia de los santos ángeles. Dios
nunca más permitirá que entre en las cortes celestiales nada que dañe y
destruya.
Satanás nos acosa a cada paso. Permanentemente está procurando
deteriorar la fe de los que están relacionados con la obra de Dios. Pero nuestra
preciosa fe no ha de ser corrompida por agentes inconversos que el diablo puede
emplear para envenenar la mente y engañar el alma. Es menester que oremos más y
hablemos menos. Necesitamos aprender de Cristo y ser semejantes a El en
mansedumbre y humildad de corazón.
Es vital que comprendamos cuán
imprescindible es morir al yo. La crucifixión de éste colocará a las almas en
una posición ventajosa. Insto a todos los que profesan ser cristianos a que
mueran al yo de modo que puedan atizar una nueva vida por el poder del Espíritu
Santo. El archienemigo, está trabajando con todo engaño de injusticia en los que
se pierden. Diariamente necesitamos el poder de Dios que convierte, o no
podremos seguir en las huellas de Cristo. En tanto la mente se ilumine en lo que
respecta a la pureza y santificación y el corazón responda a los esfuerzos del
Espíritu Santo, el resultado será una conversión diaria.
En el día del
fallo final habrá dos grupos delante del Juez de toda la tierra. A los que no
hayan andado en las pisadas de Cristo se dirigirán las siguientes palabras:
"Apartaos de mí, hacedores de maldad" (Mat. 7: 23). Los que hayan aplicado en la
vida práctica las verdades puras y genuinas de la Palabra de Dios, oirán la
bendición: "Bien, buen siervo y fiel. . . entra en el gozo de tu Señor" (Mat.
25: 21). No podremos entrar en la ciudad de Dios hasta que no hayamos aprendido
a morir al yo y en su lugar more dentro del alma el espíritu de Cristo
(Manuscrito 69, del 12 de septiembre de 1909, "Los asistentes en nuestros
sanatorios").
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