"Las obras
de sus manos son verdad y juicio; fieles son todos sus mandamientos, afirmados
eternamente y para siempre, hechos en verdad y en rectitud." Sal. 111: 7, 8.
Satanás está trabajando desde las profundidades para estimular a los
poderes diabólicos de su confederación de maldad en contra de los justos. Imbuye
a los agentes humanos de sus propios atributos. Los ángeles malos unidos a los
hombres impíos, realizarán el máximo esfuerzo para atormentar, perseguir y
destruir. Pero el Señor Dios de Israel no abandonará a los que confíen en El. En
medio de la intensificación de la infidelidad y la apostasía, en medio de una
luz fingida que es la más ciega presunción y engaño, la luz del Santuario
celestial brillará sobre el pueblo de Dios. Su verdad, triunfará.
Los
mandamientos del Señor serán pisoteados como lo fueron por Satanás en el cielo.
A menos que Dios derrame sobre el alma su poder y su gracia que convierten, no
habrá intento alguno de oposición al enemigo, sino que los hombres estarán bajo
su control; serán cautivos voluntarios. La enemistad contra Satanás la pone Dios
mismo en el hombre. El llama a su pueblo a ocupar una posición definida y
distinta. El justo fervor con el cual Cristo denunció cada abominación en
nuestro mundo, la pureza inmaculada que puso de manifiesto la corrupción de los
que engañaban al pueblo con una apariencia de santidad, provocó amarga
hostilidad contra El.
En la actualidad, una actitud similar por parte de
su pueblo dará origen al mismo trato. Cada persona estará en formación,
dispuesta para la batalla, bajo una de las dos banderas. Los escogidos y fieles
se colocarán bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel, y todos los
demás bajo el de Satanás. Los que estén de su lado se unirán a él para honrar el
falso día de reposo, rindiendo así homenaje al hombre de pecado, quien se ha
exaltado a sí mismo por encima de todo lo que se denomina Dios y ha pensado en
cambiar los tiempos y la ley. Hollaron la ley de Jehová y forjaron otras para
obligar a todos a adorar el sábado espurio, el ídolo que ensalzaron. Pero el día
de la liberación de los hijos de Dios no está muy lejos.
Desearía que
todos pudieran apreciar la maravillosa obra del Señor en favor del hombre. Para
los ángeles caídos no se hizo ninguna expiación; pero en favor del hombre caído
se entregó una completa y amplia ofrenda a fin de salvar hasta lo sumo a todos
los que vayan a Dios por Cristo. No rechazará a un pecador arrepentido. "Porque
ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de
Abrahán [de modo que la humanidad pudiera alcanzar a la humanidad y la divinidad
se asiera de la divinidad]" (Heb. 2: 16) (Carta 30, del 5 de septiembre de 1892,
dirigida a S. N. Haskell).
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