"Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y
discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho." Tito 3: 9.
El Espíritu Santo no obra por medio de hombres que gozan siendo
incisivos y criticones. Este espíritu se adquiere como consecuencia de
relacionarse con polemistas, y algunos tomaron el hábito de alistarse para el
combate. No se honra a Dios de este modo. Refrene los impulsos hirientes; no
aprenda en la escuela de Satanás sus métodos de guerra. El Espíritu Santo no
inspira palabras de censura. Nos hallamos ante un tiempo de prueba, y toda alma
honesta que no ha recibido la luz de la verdad se pronunciará entonces por
Cristo. Los que creen en ella han de convertirse nuevamente cada día. Entonces
serán vasijas de gloria.
No repita las palabras de sus adversarios ni
discuta con ellos. No sólo enfrenta a los hombres sino a Satanás y sus ángeles.
Cristo no acusó al enemigo en lo que respecta al cuerpo de Moisés. Si el
Redentor del mundo, que comprendió las estratagemas capciosas y malignas de
Satanás, no osó formular tal acusación contra éste, sino que dijo en humildad y
santidad: "El Señor te reprenda, oh Satanás", ¿no sería prudente que sus siervos
siguieran su ejemplo? ¿Tomarán los seres humanos finitos el rumbo que Cristo
rehuyó, ya que éste daría al diablo ocasión de pervertir, desfigurar y
falsificar la verdad?
A esta altura de la historia del mundo tenemos una
obra demasiado importante como para comenzar un nuevo tipo de contienda al
enfrentar el poder sobrenatural de los agentes satánicos. Debemos dejar de lado
las personalidades, no importa cuán tentados podamos sentimos a sacar ventaja de
palabras y acciones. Debemos dominar nuestras almas ejercitándolas en la
paciencia. Hermano, ponga de manifiesto que está del lado del Señor. Que la
verdad de la Santa Palabra de Dios revele la transgresión, y refleje su poder
santificador en los corazones. El espíritu arrogante no debe introducirse para
perjudicar la obra de Dios. En cada momento que tenemos el privilegio de
comunicarnos con el Eterno, tenemos motivos para agradecerle. . .
Es
necesario contristar el alma todos los días. El Altísimo declara el gran
provecho que obtiene todo el que humilla su corazón y se oculta en Jesús:
"Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es
el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde
de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el
corazón de los quebrantados" (Isa. 57: 15). . .
Deje que los que odian
la ley del Señor se enfurezcan y derramen sus anatemas contra quienes tienen el
valor moral para recibir y vivir la verdad. El Señor es nuestra fortaleza (Carta
21, del 13 de septiembre de 1895, dirigida a un evangelista en Australia).
No hay comentarios:
Publicar un comentario