"¿No es
más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las
cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo
yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes
albergues en casa?" Isa. 58: 6, 7.
Estamos viviendo en los últimos días
de la historia de esta tierra, y es tiempo de que comprendamos lo que debemos
hacer para ser salvos. El Señor obrará inteligentemente en favor de quienes
trabajan inteligentemente para El. Mis hermanos y hermanas, deben hacer algo más
que sentarse en sus iglesias sábado tras sábado y escuchar la predicación de la
Palabra. Tienen una obra que realizar por [sus] amigos y vecinos. Dios requiere.
. . que visiten a estas familias y procuren crear interés en la verdad para este
tiempo. No están trabajando junto con Dios si descuidan la labor de ayudar a
otros a asirse de las realidades eternas.
No se ha de alentar a nuestros
ministros a revolotear sobre las iglesias para repetir a los creyentes, semana
tras semana, las mismas verdades. Poseemos una verdad que es preciosa y
salvadora. La Palabra de Dios debe ser implantada en muchos corazones, el Pan de
Vida debe ser impartido a muchas almas hambrientas. Si estudiamos cuidadosamente
el capítulo 58 de Isaías con estas palabras que les he leído de los capítulos 55
y 54, verán que el pueblo de Dios tiene una obra valiosa y extensa que hacer; es
una labor bienaventurada elevar a Cristo ante el mundo.
Cuando el juicio
haya concluido y las decisiones hayan sido tomadas para la eternidad, se verá
que los que se entregaron de todo corazón al servicio del Señor son los que
estarán en pie ante el Cielo. Algunos acaso no pudieron alejarse de sus
familiares para ir al campo misionero, pero fueron misioneros en su propio
vecindario. Sus corazones se colmaron de tal manera del amor de Dios que su
mayor ansiedad fue ganar almas para El. Para ellos esto significa más que el oro
y la plata, y que las cosas preciosas de este mundo. Y como se esforzaron con
sencillez para ministrar la Palabra de verdad, el Espíritu de Dios la puso en
los corazones de la gente.
Mis hermanos y hermanas, conozcamos la
sencillez que hay en la Palabra de Dios. Veamos qué podemos hacer para adelantar
la causa de Cristo en la tierra. El estuvo en este mundo como varón de dolores,
experimentado en quebranto. Muchos se opusieron a su obra. Muchos se opondrán a
ustedes. Pero su tarea es predicar a Cristo y a éste crucificado; y cuando lo
hagan, la salvación de Dios se revelará en la conversión de las almas...
Que la luz brille donde ustedes estén. Aférrense al poder que hay en
Cristo, y aprendan a vencer por los méritos de su sangre y la palabra de su
testimonio (Manuscrito 93, del 7 de septiembre de 1909, dirigida a la Iglesia de
Salt Lake, Utah, EE. UU.).
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