"El
alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado. "Prov.
11: 25.
La generosidad es una de las virtudes que nos infunde el
Espíritu Santo, y cuando el profeso pueblo de Dios priva de al Señor de los
diezmos y las ofrendas experimenta una pérdida espiritual. El Señor no
recompensa la mezquindad. Invita a su pueblo a que lo honre con sus bienes y con
las primicias de todos sus frutos.
No se puede trazar una regla para
cada caso, porque si así lo hiciéramos, muchas veces desanimaríamos al dador.
Hay que tomar en cuenta las circunstancias en que se encuentran algunos, y que
Dios permite por alguna razón. El Señor espera que el hombre dé de lo que tiene,
y no de lo que no tiene. Para algunos la décima parte de sus entradas no sería
la proporción adecuada de lo que debería dar al Señor, mientras que para otros
sería perfectamente aceptable.
¡Cuántos están perdiendo ricas
bendiciones y se están convirtiendo en enanos espirituales porque privan al
Señor de lo que le pertenece! El enemigo de Dios y el hombre obra constantemente
para desviar los tesoros que pertenecen a Dios, para deleite, honra y gloria del
ser humano. Los hombres dicen: Las necesidades de mi familia requieren que
compre esto y aquello, y la casa se llena de comodidades tales como muebles,
ropas y manjares. No ponen límite a sus deseos cuando, si lo hicieran,
recibirían bendiciones ellos mismos y para sus familiares.
Dios nos ha
hecho sus mayordomos, colaboradores suyos en la gran obra de promover el
progreso de su reino en la tierra. Podemos seguir la conducta del mayordomo
infiel, y al hacerlo así perder los más preciosos privilegios jamás concedidos a
los hombres. Por miles de años ha obrado Dios por medio de instrumentos humanos,
pero a su arbitrio puede dejar de lado al egoísta, al amante del dinero y al
codicioso. Puede darle impulso a su obra sin nuestra participación. Pero, ¿quién
entre nosotros se sentiría complacido si el Señor lo hiciera?. . .
Dios
lee cada pensamiento del corazón, cada impulso de la mente no estamos dispuestos
a dar generosamente, nos estamos burlando de él ( Manuscrito 47 , del 29 de
marzo de 1899, "Dios ama al dador alegre").
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