"Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y
toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo
todo pensamiento a la obediencia de Cristo. " 2 Cor. 10: 4, 5.
Al tratar
con hombres irrazonables y malvados, los que creen en la verdad deben tener
cuidado de no descender a la misma altura y no usar las mismas armas satánicas
que emplean sus enemigos, es decir, no deben dar rienda suelta a sus fuertes
sentimientos personales, no sea que al hacerlo susciten contra sí mismos y
contra la obra que el Señor les ha confiado una enemistad apasionada y amarga.
Mantengamos en alto a Cristo. Somos colaboradores de Dios. Se nos han
proporcionado poderosas armas espirituales para derribar las fortalezas del
enemigo. De ningún modo debemos representar mal nuestra fe introduciendo
elementos anticristianos en nuestra obra. Debemos exaltar la ley de Dios como el
medio de unirnos con Jesucristo y con todos los que guardan sus mandamientos.
También debemos manifestar amor por las almas por las cuales Cristo murió.
Nuestra fe debe ser un poder que tiene en Cristo su origen. Y la Biblia, su
Palabra, debe hacernos sabios para la salvación.
Penetre en el alma la
justicia de Cristo con su influencia vivificadora, y entonces podremos cantar
porque él ha perdonado todas nuestras iniquidades. Ustedes dicen: "Estoy muy
enfermo espiritualmente". El gran Médico los llama para que acudan a él a fin de
sanarlos. El sana todas nuestras enfermedades. Las peores de esas enfermedades
son la envidia, los celos, la desconfianza, la maledicencia, el deseo de seguir
planes que se oponen a la obra de Dios. Las vidas de todos debieran ser santas,
pero como están llenos de depravación, los hombres caen fácilmente en las
tentaciones de Satanás. Pero si Cristo mora en sus corazones, ustedes pueden
decir que ha redimido sus vidas de la destrucción. Nos corona de bondades y
misericordias. Entonces, haya himnos de alabanza en nuestros labios y nuestro
corazón. Meditemos en lo que Cristo sufrió por nosotros. En lugar de escudriñar
para encontrar algo de qué acusar a los demás y condenarlos, agradezcamos al
Señor porque nos perdona. Contristamos a Cristo cuando criticamos y acusamos,
porque ésta es la obra de Satanás. Saquemos agua de las fuentes de la Salvación
y alabemos al Señor ( Manuscrito 46 , del 31 de marzo de 1898, "La obra en favor
del pueblo de Dios").
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