"Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea
vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo
debéis responder a cada uno." Col. 4: 5, 6.
No exageren tanto los
cuidados de la vida, que se sientan tentados a dedicarle tiempo a muchas cosas
que no son esenciales. La gravedad de este asunto me embarga la mente con una
fuerza que no puedo expresar. El tiempo pasa, y cuando se me presentan las
numerosas iglesias que no están preparadas para trabajar por el Maestro, y que
por el contrario se encuentran en un estado de descuido e indiferencia, me
alarmo y pregunto qué puedo decir, qué puedo hacer para cambiar esta situación.
Puedo decir: "Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y
perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma" (Mar. 8: 36,
37).
Creo que ninguno de nosotros está en condiciones de comprender que
debemos ser colaboradores de Dios. Muchos no entienden lo que significa y lo que
abarca la verdadera conversión. Y ahora yo me dirijo a ustedes y a su familia
para que despierten y comprendan el solemne deber que tienen de tratar de
despertarlos también con el fin de que sientan la necesidad de velar
diligentemente, y procurar salvar las almas que perecen sin Cristo. Amonesten
cada día a los que no saben que el. . . se acerca.
Ni una jota ni un
tilde de los santos requerimientos de Dios serán cambiados jamás para ponerlos a
la altura del hombre que no está preparado. Su santa Palabra nunca cambiará ni
será desechada. El mundo está dormido en sus pecados. El cielo y la tierra
pasarán, mas su Palabra no pasará. Todos nosotros debemos ser guiados por la
Palabra de Dios. ¡Qué trabajo nos espera, y los profesos cristianos no se dan
cuenta! "Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de
los cielos" (Mat. 18: 3). . .
¡Cuán pocos comprenden la influencia de
las cosas pequeñas en esta vida! Los que resistan la prueba de Dios serán
aceptados por Cristo. La verdad, la salvadora verdad de la Palabra de Dios,
cuando se la vive, nos prepara para gozar de la compañía de los redimidos. Dios
nos ayuda a apreciar la excelencia moral. Las cualidades mentales refinadas y
santificadas valen más que el oro de Ofir. La formación de conceptos morales que
concuerden con Dios es la obra de toda una vida. Enseñen esto, mis queridos
hermanos, por preceptos y ejemplos ( Carta 37 a , del 1 de abril de 1903, a los
Hnos. Burden, del Sanatorio de Sydney, Australia).
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