"Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que
tengas salud, así como prospera tu alma." 2 Juan 2.
Miles, sí, millones
de los que caminan por la tierra están sufriendo como consecuencia de su
conducta equivocada. ¿No debieran valorar más su felicidad, su paz y su salud
aquellos por los cuales Cristo dio su vida mediante su obediencia a las leyes
naturales? Somos propiedad del Señor por creación y redención, y nos pide que
estudiemos cómo cuidar nuestros cuerpos, observando cuidadosamente las leyes de
la vida, la salud y la pureza.
Es nuestro deber preservar y honrar
nuestros cuerpos, a fin de que no se conviertan, como consecuencia del descuido,
la complacencia egoísta, los apetitos y las pasiones pervertidas, en antros de
corrupción e impureza, detestables a la vista de Dios, moribundos mientras aún
seguimos con vida.
Cuán vigorosa y espléndidamente resplandece la
misericordia y la bondad de Dios en su proceder hacia su herencia. Todo el cielo
tiene un profundo interés en nuestro bienestar, en que Satanás no nos controle
ni nos amolde de acuerdo con su carácter. "Porque he aquí, viene el día ardiente
como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa;
aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les
dejará ni raíz ni rama. Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol
de justicia, y en sus alas traerá salvación: y saldréis, y saltaréis como
becerros de la manada" (Mal. 4: 1, 2). . .
Al despreciar las leyes de la
naturaleza, los hombres y las mujeres ponen el fundamento de la miseria y el
sufrimiento. Debido a la debilidad de sus facultades morales se convierten en
abyectos esclavos de sus pasiones. Algunos están cavando su tumba con sus
propios dientes; otros inficionan sus cuerpos y sus almas, y debilitan sus
facultades mentales, al someterse a viles actos que implican contaminación
moral. De ese modo se cierran ellos mismos las puertas de la ciudad de Dios,
porque el castigo que reclama la violación de la ley se debe cumplir. La sanción
debe recaer sobre ellos. . .
Hay lecciones que aprender en esto, que si
las ponemos en práctica, traerán salud al cuerpo y la mente. Si los hábitos
relativos al comer y el beber se mantuvieran inteligentemente bajo el dominio
del ser humano, y entonces éste comiera y bebiera para gloria de Dios, su vida
se prolongaría. Comamos para vivir; no vivamos para comer ( Manuscrito 53 , del
24 de abril de 1896, "Un conocimiento de la fisiología necesario para la
educación").
No hay comentarios:
Publicar un comentario