"Ni nunca oyeron, ni oídos percibieron, ni ojo ha visto a Dios
fuera de ti, que hiciese por el que en él espera." Isa. 64: 4.
Usted me
pide que le describa la Nueva Jerusalén. Me rehúso definidamente a hacerlo. No
tengo capacidad para lograrlo ni siquiera aproximadamente, y le aconsejo que no
intente basarse en una idea particular que cause la impresión de que es una
descripción de la Nueva Jerusalén. La representación más elocuente de la ciudad
de Dios es apenas un intento de descripción.
Todo aquel que quiera
tratar con el invisible mundo del futuro podrá describir muchísimo mejor esas
glorias inenarrables si cita las palabras de Pablo: "Cosas que ojo no vio, ni
oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para
los que le aman" (1 Cor. 2: 9). Creo que muchos se refieren a las cosas sagradas
como si sus facultades finitas fueran capaces de abarcarlas. . .
Hay
tantos que pisan tierra santa con pies profanos, que nos obligan a ser muy
cautelosos incluso cuando les hacemos declaraciones con respecto a las cosas
sagradas y eternas, porque las ideas finitas y comunes se mezclan con lo santo y
lo sagrado. El hombre puede tratar de representar algo del cielo mediante sus
facultades heredadas y cultivadas, para finalmente hacer de todo ello sólo una
confusión.
Sus facultades artísticas, llevadas al máximo de su
capacidad, caerán desfallecientes y fatigadas al tratar de captar las cosas del
mundo invisible y, no obstante, todavía habrá una eternidad más allá. Mediante
estas declaraciones quiero pedirle que me exima de tratar de describirle
cualquier cosa concerniente a las obras del gran Artista y Maestro.
Aunque la imaginación de la gente se extienda al máximo para tratar de
concebir las glorias de la Nueva Jerusalén, apenas estará en los umbrales del
eterno peso de gloria que será la posesión de los fieles y vencedores. Sáquese
los zapatos de los pies, porque el lugar donde se encuentra es santo. Esta es la
mejor respuesta que puedo dar a su consulta ( Carta 54 , del 4 de abril de 1886,
dirigida a la Sra. de Stewart, una artista que le pidió una descripción de la
Nueva Jerusalén).
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