23 DE ABRIL
"Y
serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en
que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le
sirve." Mal. 3: 17.
Tengo palabras de aliento para ti. Jesús te ama. Dio
su preciosa vida para que no perecieras, mas tengas vida eterna. Entonces alza
tus ojos a él. Mira hacia el lado luminoso. No te hará bien mirar hacia el lado
oscuro. Sé paciente, venga lo que venga. Puedes obtener fortaleza de Jesús,
porque en él habita toda plenitud. Cuando la desesperación amenace arrastrar tu
alma, sigue mirando a Jesús. Pon tu alma desamparada en él. El vive siempre para
interceder por ti. Eres precioso a su vista. El que contempla con interés al
gorrioncillo, considera con amor y piedad a su hijo probado y afligido.
Dios nos somete a disciplina para nuestra felicidad actual y nuestro
bien futuro. La bendición más grande que tienen sus hijos es la disciplina que
les aplica. Nunca los guía de modo diferente al que ellos eligirían si pudieran
ver el fin desde el principio, y discernir la gloria del propósito que están
cumpliendo como colaboradores de Dios.
El Obrero divino dedica poco
tiempo a material sin valor. Sólo pule las joyas preciosas a manera de las de un
palacio, limando las aristas. El proceso es riguroso y penoso. Cristo elimina
las aristas que sobran y al aplicar la piedra al esmeril la aprieta con fuerza,
para que toda aspereza desaparezca. Entonces, al llevar la joya a la luz, el
Maestro ve en ella un reflejo de sí mismo, y decide que es digna de ocupar un
lugar en su cofre. . .
Mi querido hermano: Mira siempre a Jesús, y pon
cielo en tu vida aquí. El camino al cielo es angosto y la puerta es estrecha,
pero todos los que quieran pueden entrar por la puerta estrecha y caminar por la
senda angosta. Si por fin llegamos al cielo, nuestro cielo debe comenzar acá.
Mientras más cielo pongamos en nuestra vida aquí, mayor será nuestra felicidad
en el hogar celestial.
Espáciese tu mente en la bondad de Dios, en el
gran amor con que te ha amado. Si no te amara, no habría dado a Jesús para que
muriera por ti. Sus brazos eternos te sostienen. Le afligen todas tus
aflicciones. "Grande es la fuerza que Dios concede por medio de su Hijo eterno"
( Carta 69 , del 23 de abril de 1903, dirigida a un joven que sufría aflicción).
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