"Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable
para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los
que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la
verdad." 2 Tim. 2: 24, 25.
Todos los que se empeñan en la obra necesitan
que estas palabras sean puestas en un marco y colgadas en el vestíbulo de la
memoria: "Somos colaboradores de Dios" ( 1 Cor. 3: 9). Entonces no habrá tantos
fracasos en los esfuerzos que se hacen con el fin de ganar almas para
Jesucristo. Es necesario traerlos al fundamento, y edificarlos para que sean una
firme estructura, que resista el fuego del gran día final. No podremos alcanzar
a la gente, ni sus corazones podrán ser quebrantados, si no contamos con el
poder de Dios.(Vea 1 Cor. 3: 9-15.). . .
Escuchen esta exhortación de
Pablo a los hombres que están empeñados en la obra solemne de dar el último
mensaje al mundo: "Que prediques la Palabra" (2 Tim. 4: 2). No escuchemos ni la
ciencia de la frenología, ni el producto de las especulaciones humanas, sino las
palabras de la inspiración dirigidas a Timoteo: "T e encarezco delante de Dios y
del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su
manifestación y en su reino, que prediques la Palabra; que instes a tiempo y
fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo
comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,
y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas" (2 Tim. 4: 1-4).
Al ministro del Evangelio nunca se lo exhorta a esforzarse por ser un
predicador ingenioso o un orador popular, sino que se le da esta orden: "Procura
con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué
avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. Mas evita profanas y vanas
palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad" (2 Tim. 2: 15, 16).
¿Prestará atención cada mensajero de Dios a estas palabras? Somos colaboradores
de Dios, y si los que aceptan la responsabilidad de presentar la Palabra de vida
a otros no se unen cada día en el yugo con Cristo y llevan sus cargas, y no
aprenden cada día de Jesús, sería mejor que buscaran algún otro empleo (
Manuscrito 29 , del 20 de abril de 1893, "Obreros que aprenden lecciones al pie
de la cruz").
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