"Por
cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la
hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que
moran sobre la tierra." Apoc. 3: 10.
Estas palabras son importantes y
solemnes, y sería provechoso para nosotros que las lleváramos a casa, y
escudriñáramos allí las Escrituras para descubrir su verdadero significado. La
hora de la prueba ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran
sobre la tierra; y aunque no deseemos provocar un tiempo de prueba ahora, ni
estemos dispuestos a quejarnos de las pruebas que han de venir en el futuro,
debiéramos estar en tan íntima comunión con Dios que no caigamos en tentación
cuando ésta sobrevenga. "¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la
voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre
de Jehová, y apóyese en su Dios" (Isa. 50: 10).
El Señor levantará
bandera en favor de nosotros contra el enemigo. Debiéramos creer que tenemos un
ayudador en Dios, que no necesitamos temer, ni llenarnos de admiración y
espanto, porque sabemos que el Dios de Israel ha estado con su pueblo desde el
mismo principio, que desde la misma infancia de este mundo el Señor ha estado
con sus hijos obedientes. Debemos demostrar que tenemos confianza en Dios y
manifestar al mundo que podemos confiar en él porque creemos en él. Ha empeñado
su palabra en el sentido de que no nos sobrevendrá tentación, sin que venga el
auxilio necesario para sostenernos. . .
Esperamos que sobrevengan
pruebas en estos últimos días; no esperamos otra cosa; pero quiera Dios darnos
gracia para que podamos soportarlas cuando vengan, y para que no desmayemos ante
la persecución. No quisiéramos que ese momento nos encontrara sin fuerzas. Por
lo tanto, amistémonos con Dios ahora mismo.
Dios tiene un pueblo que no
recibirá la marca de la bestia en la mano derecha ni en la frente. Dios tiene un
lugar que quiere que su pueblo ocupe en este mundo, para que refleje luz.
Ustedes son los centinelas de Dios. Cristo dice de su pueblo: "Vosotros sois la
luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder" (Mat. 5:
14). . . Dios hizo su ley para todo el universo. Creó al hombre, dio las
generosas provisiones de la naturaleza, tiene nuestro aliento y nuestra vida en
sus manos. Debe ser reconocido; su ley debe ser honrada ante todos los grandes
hombres y los más elevados poderes terrenales ( Review and Herald , 15 de abril
de 1890).
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