17 DE ABRIL
"Y como tus
días serán tus fuerzas... El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos
eternos."
Deut. 33: 25, 27.
Estoy tan agradecida a mi Padre
celestial por bendecirme diariamente. Hace una semana me sentía completamente
fatigada debido al esfuerzo que había hecho para escribir. Mi mente no quería
trabajar, y me sentía muy deprimida. Casi había abandonado la esperanza de
volver a sentirme bien. Pero una noche oré a Dios muy fervientemente para que me
proporcionara su poder sanador y fortalecedor, a fin de que pudiera escribir
algunas cosas que debían ser publicadas. Entonces me dispuse a dormir. Durante
la noche me pareció estar hablando a diferentes congregaciones con respecto al
poder sanador y vivificante del Espíritu Santo. A las dos y media me desperté.
El dolor de cabeza había desaparecido, y la suavizante influencia del Espíritu
Santo reposaba sobre mí. Caminé por mi habitación y alabé a Dios. Tomé la pluma
y descubrí que mi mente estaba despejada y que podía escribir tan bien como
antes. Desde ese momento he escrito mucho. Nuestro Salvador es el médico más
experto del mundo. Lo alabo por la notable bendición que me concedió en ese
momento.
La verdadera religión tiene siempre presente la honra y la
gloria de Dios. Debemos considerar a nuestro Padre Celestial con santo temor y
reverencia. Requiere gozosa obediencia de su herencia adquirida con sangre. Al
comprender su gran amor, nuestros corazones se llenarán de gratitud, lo
serviremos con alegría, y pondremos firme y confiadamente toda nuestra fe en él.
Deseo expresar en mi vida de servicio mi gozo en Cristo. Deseo ser
imbuida de su Espíritu a fin de ser una bendición para los demás. Tenemos la
promesa: "Y les daré un corazón, y un camino, para que me teman perpetuamente,
para que tengan bien ellos, y sus hijos después de ellos. Y haré con ellos pacto
eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el
corazón de ellos, para que no se aparten de mí" (Jer. 32: 39, 40).
Dios
es "grande en consejo, y magnífico en hechos; porque tus ojos están abiertos
sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno según
sus caminos, y según el fruto de sus obras" (Jer. 32: 19) ( Carta 139 , del 17
de abril de 1904, dirigida al Hno. Robert Vickery, miembro laico de la
Asociación de Illinois).
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