"El
Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os
he hablado son Espíritu y son vida. . . Desde entonces muchos de sus discípulos
volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce:
¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién
iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos
que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente." Juan 6: 63, 66-69.
Para los que obedecen la Palabra de Dios, ésta es el árbol de la vida.
Es la Palabra de salvación, recibida para vida eterna. Los que siguen sus
enseñanzas comen la carne y beben la sangre del Hijo de Dios. Del efecto que
produzca esta Palabra en nosotros depende nuestro destino eterno. Posee los
elementos necesarios para la formación de un carácter perfecto. Se requiere que
el cristiano esté tan íntimamente relacionado con el Señor que su vida esté
ligada con la de Cristo en la vida eterna de Dios.
Cristo dijo en su
maravillosa oración: "Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que
han de creer en mí por la palabra de ellos" (Juan 17: 20). Esto se aplica a
todos los que creen en el Evangelio. "Para que todos sean uno; como tú, oh
Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el
mundo crea que tú me enviaste" "(Juan 17: 21). Nuestra unidad y amor mutuos son
las credenciales por medio de las cuales damos testimonio ante el mundo de que
Dios ha enviado a su hijo para salvar a los pecadores.
. "La gloria que
me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en
ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca
que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado"
(Juan 17: 22, 23). Cada vez que leo estas declaraciones, me parecen casi
demasiado buenas para ser verdad. Pero las recibo y las creo, y agradezco a Dios
por sus abundantes y ricas promesas, dadas con la condición de que alcancemos la
norma de la justicia de Cristo.
Los cristianos deben vivir por la
Palabra de vida. De esta Palabra debemos recibir un conocimiento creciente de la
verdad. De ella debemos recibir luz, pureza, bondad y una fe que obre por el
amor y purifique el alma. Se nos concede que podamos ser redimidos y que se nos
presente sin falla delante del trono de la divina gloria. ¡Maravillosa victoria
obtenida por Cristo en favor del hombre! ( Carta 60 , del 21 de abril de 1900,
dirigida a un joven que buscaba el consejo de Elena G. de White).
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