"El
cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo
malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre." Gál. 1: 4.
Al dar
su vida por la vida del mundo, Cristo franqueó el abismo abierto por el pecado,
para unir esta tierra maldita con el universo celestial. Dios escogió este mundo
para que fuera el escenario de sus poderosas obras de gracia. Mientras la
sentencia condenatoria pendía sobre él a causa de la rebelión de sus habitantes,
mientras nubes de ira se iban acumulando debido a la transgresión de la ley de
Dios, se escuchó una voz misteriosa en el cielo que decía: "He aquí, vengo. . .
El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado" (Sal. 40: 7, 8).
Nuestro
sustituto y seguridad vino del cielo para declarar que había traído con él el
inmenso e incalculable don de la vida eterna. Se ofrece perdón a todos los que
quieran volver a ser leales a la ley de Dios. Pero hay quienes rehusan aceptar
un "Así dice Jehová". No reverencian ni respetan su ley. Promulgan rigurosas
leyes humanas que se oponen a un "Así dice Jehová", y por precepto y ejemplo
inducen a pecar tanto a hombres, como a mujeres y niños. Exaltan las leyes
humanas por encima de la ley divina.
Pero la condenación y la ira de
Dios penden sobre los desobedientes. Ya se están juntando las nubes de la
justicia de Dios. Por siglos y siglos se han estado acumulando los materiales
destructivos, y sin embargo sigue aumentando la apostasía, la rebelión y la
deslealtad contra Dios. El pueblo remanente de Dios, los que guardan sus
mandamientos, comprenderán las palabras de Daniel: "Muchos serán limpios, y
emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los
impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán" (Dan. 12: 10).
Satanás ha declarado que este mundo es su territorio. Aquí está su
trono, y considera suyos a todos los que no quieren guardar los mandamientos de
Dios y rechazan un claro "Así dice Jehová". Están bajo el estandarte del
enemigo, porque hay sólo dos bandos en el mundo. Todos están bajo el estandarte
de los obedientes o bajo el de los desobedientes.
Jesús está enviando
ahora su mensaje a un mundo caído. Se complace en tomar elementos aparentemente
sin esperanza que han sido instrumentos de Satanás, para someterlos a la
influencia de su gracia. Se regocija al librarlos de la ira que caerá sobre los
desobedientes ( Manuscrito 41 , del 16 de marzo de 1898, "La medida del amor de
Dios").
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