"Me
mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a
tu diestra para siempre." Sal. 16: 11.
Este mundo es nuestra escuela,
una escuela de disciplina y preparación. Estamos aquí para formar caracteres
semejantes al de Cristo, y para adquirir los hábitos y el idioma de la vida
superior. Las influencias que se oponen al bien abundan en todos lados. La
evolución del pecado ha llegado a tales niveles de abundancia y profundidad, y
ha llegado a ser tan abominable para Dios, que pronto se levantará en su
majestad para sacudir terriblemente la tierra. Tan astutos son los planes del
enemigo, tan aparentemente correctos los resultados que producen, que los
débiles en la fe no pueden discernir sus engaños. Caerán en las trampas
preparadas por Satanás, quien obra por medio de instrumentos humanos para
engañar si fuera posible aun a los escogidos. Solamente los que están
íntimamente relacionados con Dios serán capaces de descubrir las falsedades y
las intrigas del enemigo.
¡Piensen en la gloria que espera a los que
venzan! Verán el rostro de Aquel en cuya presencia hay plenitud de gozo y
delicias a su diestra para siempre. . .
Me siento muy triste al pensar
cuán pocos hay que han experimentado la profunda bendición de estar en comunión
con un Salvador que ha resucitado y ascendido al cielo. Los hombres del mundo
luchan por la supremacía. Los seguidores de Dios nunca pierden de vista a Cristo
y preguntan: ¿Es éste el camino del Señor? El santo anhelo de vivir la vida de
Cristo debe llenar nuestros corazones. En él reside la plenitud de la Divinidad
corporalmente. En él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el
conocimiento.
¡Oh, si nuestros hermanos pudieran comprender las ventajas
que tendrían si miraran siempre a Jesús! " "Por tanto, nosotros todos, mirando a
cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de
gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" (2 Cor. 3:
18). El es nuestra Alfa y nuestra Omega. Al ponernos íntimamente a su lado y al
mantener comunión con él, llegaremos a ser semejantes a él. Por medio del poder
transformador del Espíritu de Cristo cambia nuestro corazón y nuestra vida. Sus
palabras son grabadas en las tablas del alma, y somos sus testigos para
representarlo en la vida diaria ( Carta 47 , del 28 de marzo de 1903, dirigida a
F. C. Gilbert, un pastor judío que trabajaba en favor de su propio pueblo).
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