"Porque
vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra
él." Isa. 59: 19.
Los que profesan ser cristianos pero viven vidas
vacías y egoístas, son seres nauseabundos para Cristo. No seamos cristianos
tibios y sin corazón en nuestro trato con otros. Rodeémonos a nosotros mismos
con una atmósfera de valor y esperanza. Hablemos palabras amables y animadoras a
los que nos rodean. . .
Apreciemos la verdad de Dios. A menos que
tengamos éxito en la obtención de la vida eterna, mejor habría sido que nunca
hubiéramos nacido. No rehusemos los privilegios que son nuestros mediante el
sacrificio de Cristo. Aunque era igual a Dios, vino a este mundo para dar su
vida por nosotros. Sobre la cruz del Calvario sufrió una muerte vergonzosa, a
fin de hacer expiación por los pecados de quienes lo aceptaran como su Salvador.
A quienes lo reciben y creen en El, les promete poder para llegar a ser hijos de
Dios.
Jesús los ama. Los compró con su sangre. Si no los hubiera amado
no habría muerto por ustedes. Su corazón de amor se entristece cuando trabajan
contra El porque están frustrando su plan para salvarlos. Dios no puede bendecir
a quienes se le oponen, los que rehúsan aceptar las palabras de consuelo y paz
que podrían llevar luz y amor a sus almas.
A cada hombre le es dada su
obra. Los que están unidos con Dios lo revelarán trabajando con El. Son socios
de Dios y de Cristo. Son coherederos con Cristo de una herencia inmortal.
Si en este mundo hacemos lo mejor que podemos, siguiendo a nuestro
Ejemplo divino, venciendo con fortaleza que El nos da, se nos garantizará una
segura entrada en las cortes celestiales. Allí Cristo nos conducirá a ríos de
agua viva y nos hará comprender el significado de las providencias que en este
mundo no entendimos. Entonces seremos capaces de discernir el amor de Dios en lo
que nos parecen adversidades. Veremos que se permitió que las pruebas llegaran
hasta nosotros para eliminar nuestros rasgos de carácter desemejantes a Cristo y
para fortalecer nuestros puntos débiles.
Dios los está llamando para que
se entreguen a El. ¿No responderán? ¿No le darán los afectos mejores y más
santos de sus corazones? ¿No están dispuestos a recibir el oro refinado en fuego
para ser ricos, y vestiduras blancas para cubrirse? ¿No le permitirán que unja
sus ojos con el colirio celestial a fin de que puedan ver con claridad?
(Manuscrito 114, del 14 de junio de 1903, "Deberes y privilegios del cristiano",
tema dado en Calistoga, California, Estados Unidos).
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