"Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid
a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento." 2 Ped. 1: 5.
Dios nos
ha llamado a la gloria y la virtud. No tenemos derecho a asemejamos al mundo en
el vestir, en la conversación y en su estilo de vida. Dios nos ha dado una
elevada norma para alcanzar. A fin de capacitar al hombre para llegar a ella,
Dios envió al mundo a su Hijo unigénito. Cristo hizo un sacrificio infinito en
nuestro favor. Puso a un lado su corona regia y su manto real, revistió su
divinidad con humanidad, y vino al mundo a enseñar a los hombres las leyes de la
vida y la salvación, las que ellos debían cumplir al pie de la letra a fin de
tener vida eterna en el reino de gloria.
Satanás sostenía que era
imposible que los seres humanos pudieran guardar la ley de Dios. A fin de probar
la falsedad de esta denuncia, Cristo dejó su elevado imperio, tomó sobre sí la
naturaleza del hombre y vino a la tierra para colocarse a la cabeza de la raza
caída, a fin de mostrar que la humanidad podía soportar las tentaciones de
Satanás. Se convirtió en la Cabeza de la humanidad, para ser asaltado con
tentaciones en cada punto, como la naturaleza humana caída habría de ser
tentada, a fin de que pudiera saber cómo socorrer a los que son tentados.
Llevando nuestra naturaleza, fue leal a la norma de justicia de Dios y obtuvo la
victoria sobre Satanás. Fue tentado en todo tal como nosotros lo somos, pero sin
pecado.
Antes que Cristo viniera en persona para revelar el carácter de
su Padre, Satanás pensó que tenía a todo el mundo de su lado, y todavía hoy el
enemigo está empeñado en ganar la partida con cada uno. Trata de introducir
disensión y divisiones. Pero si somos partícipes de la naturaleza divina,
permaneceremos unidos. Que nadie piense que nuestras iglesias podrán gozar de la
bendición de Dios mientras haya desunión en ellas. Hemos de ser representantes
de Cristo en este mundo. El nos llamó a la gloria y la virtud. Tal como Cristo
representó al Padre, así debemos hacerlo ante el mundo, porque al representar a
Cristo estamos representando al Padre, quien se encuentra en todo lugar para
ayudar donde sea necesario.
Tenemos una gran obra que realizar por el
Maestro. Considerando cuánto sacrificó Jesús en nuestro favor al dar su vida por
nuestra salvación, ¿permitiremos que se avergüence de nosotros por nuestra
conducta?
Es para la gloria de Dios que nos da de su virtud. Anhela que
nos elevemos al más alto nivel. Cuando mediante una fe viva nos aferramos del
poder de un Cristo viviente: cuando imploramos sus promesas indefectibles y las
reclamamos como nuestras; cuando buscamos el poder del Espíritu Santo, estamos
comiendo la carne y bebiendo la sangre del Hijo de Dios (Manuscrito 77, del 7 de
junio de 1902, sermón dado en el lugar de campamentos de Petaluma, California,
Estados Unidos, "Lecciones extraídas del segundo capítulo de la segunda epístola
de Pedro").
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