"Por
tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria
del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por
el Espíritu del Señor." 2 Cor. 3: 18.
Mi querido esposo: Hoy recibí unas
pocas líneas de Guillermo, con el animador informe de la constante mejoría de tu
salud. Esto es lo que esperábamos y por lo que no cesamos de orar
fervientemente. El Señor tiene una obra que debes hacer. No debes desanimarte,
ni siquiera si te sobrevienen días de sufrimiento, dolor y fatiga. . .
Te extraño muchísimo aquí, pero el Señor no me ha dejado sola. Hoy
tuvimos un día precioso en Oregon. El Espíritu del Señor se manifestó de una
manera notabilísima en la reunión de testimonios de las nueve. Se presentaron
muchos testimonios humildes y buenos, y el Espíritu enternecedor de Dios reposó
sobre los predicadores y la gente. Traté de hablar por un corto tiempo. Les dije
que es privilegio del cristiano acudir a Jesús con fe viviente, fervorosamente,
reclamando el cumplimiento de las promesas de Dios, sin depender de los
sentimientos, sino aceptando lo que Dios dice en su Palabra. Es un Dios de amor,
de tierna compasión, de gran paciencia, más bondadoso y benévolo que el más
virtuoso padre terrenal. Podemos descargar totalmente ante El nuestro corazón,
decirle aquellas cosas que nos atreveríamos a confiar a oídos mortales, y
arrojarnos humildemente en sus brazos sustentadores. "Esta es la victoria que ha
vencido al mundo, nuestra fe" (1 Juan 5: 4).
Mientras hablábamos de la
fe y presentaba a Jesús como nuestro fuerte ayudador, mi corazón se quebrantó y
derramé muchas lágrimas. Rara vez lloro, pero el enternecedor amor de Cristo
derritió mi corazón y abrió las fuentes de las lágrimas cuando presenté el gran
rescate que Jesús pagó por nuestras almas a fin de que pudiéramos obtener
perdón, pureza, paz y un cielo de felicidad. Dios quiere tener seguidores útiles
sobre la tierra y honrarlos y glorificarlos en su reino. . .
Tratamos de
inducir a la gente a extenderse hacia adelante, a las cosas que están más allá
de nosotros, procurando fervientemente obtener las mayores alturas de un
carácter cristiano. Para ello debemos descansar sencillamente en los méritos y
la justicia de nuestro Garante. Necesitamos despertar en nosotros el celo y
cultivar un espíritu de oración vigilante. Necesitamos el espíritu fervoroso y
el deseo anhelante que tuvo Moisés cuando oró: "Te ruego que me muestres" tu
gloria" (Exo. 33: 18). Esta petición no fue presuntuosa. Dios no reprendió a su
siervo como si hubiera sido atrevido e irreverente.
El Señor quiere que
día a día seamos más semejantes a Cristo, que guardemos sus palabras, que
conformemos nuestra vida con sus preceptos y ejemplo, que entremos cada día más
y más profundamente en el espíritu y significado de las demandas y promesas
llenas de gracia de Dios. . . En Dios confiamos. Ten buen ánimo en el Señor.
Entrégate en los brazos sustentadores de Jesús. . . [Firmado], Tu Elena (Carta
37, del 28 de junio de 1878, dirigida a Jaime White, quien estaba viajando por
la parte oriental de los Estados Unidos).
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