"Antes
exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que
ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado." Heb. 3: 13.
Querida hermana:. . . "La cual tenemos como segura y firme ancla del
alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró Por nosotros como
precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec"
(Heb. 6: 19, 20).
Tenemos muchos motivos para confiar en Dios y para
llevar todas nuestras preocupaciones y ansiedades a Cristo Jesús, de modo que
podamos familiarizarnos más con El. No debiera ser algo difícil recordar que el
Señor Jesús desea que le llevemos todos nuestros problemas y perplejidades.
Presénteselos al Señor en oración, y luego deje sus perplejidades y cargas con
El. ¡Cuánto más felices seríamos si hiciéramos esto! Ud. puede dirigirse a El
como un niño se acerca a sus padres, diciendo: "Señor, he cargado con mi yo por
largo tiempo como si pudiera salvarme a mí misma. Mis cargas son demasiado
pesadas para seguir llevándolas. Tú puedes hacerlo por mí". El le contestará:
"Las tomaré. Con amor eterno tendré misericordia de ti".
Este amor es
tan fuerte como tierno. El amor de Jesús es más fuerte que la muerte, por cuanto
murió para ganar su amor, para conseguir que Ud. descansara más plena y
enteramente en El, y para unirla a El por toda la eternidad. El amor de Jesús se
expresa más tiernamente que el de una madre por su hijo, pero el amor de Jesús
es mayor aún que éste. Los afectos de las madres pueden cambiar; ellas pueden
llegar a ser despiadadas; pero Jesús nunca, nunca se mostrará desatento,
despiadado o cruel con sus hijos.
Por lo tanto, nunca, nunca debemos
mostrar desconfianza o falta de fe. Tan fuerte es el amor de Jesús que controla
todos los afectos de su naturaleza y emplea todos sus vastos recursos para hacer
bien a su pueblo. Su amor es perdurable, sin mudanza ni sombra de variación. No
deshonremos nunca a Dios dedicando todas nuestras energías a nosotros mismos,
fijando nuestra atención sobre nosotros y teniendo constantemente en vista
nuestro propio beneficio.
Contemplemos a Jesús quien es el Autor y
Consumador de nuestra fe. No hagamos como hasta ahora. No nos angustiemos por
las supuestas cargas del mañana, sintiéndonos miserables. Desempeñe animosamente
sus deberes de hoy. Hoy debemos tener fe. Hoy debemos confiar en Jesús. Hoy
puedo mirar a Cristo y vivir. Hoy puedo poner mi confianza en Dios. Hoy
descansaré en quietud y paz, mantenida por el poder de Dios. Diga: "Hoy
glorificaré al Señor teniendo ánimo y sintiéndome feliz en la seguridad de su
amor".
Con mucho amor, Elena G. de White (Carta 48, del 15 de junio de
1896, dirigida a una hermana que necesitaba aliento).
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