"Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en
Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras." Sal. 73: 28.
Si alguna vez hubo un tiempo en la historia de los adventistas cuando
deberían levantarse y brillar, ese tiempo es ahora. A ninguna voz se le debiera
impedir proclamar el mensaje del tercer ángel. Que nadie, por temor de perder
prestigio en el mundo, oscurezca un solo rayo de luz que proviene de la Fuente
de toda luz.
Se requiere valor moral para hacer la obra de Dios en estos
días, pero que nadie sea conducido por el espíritu de la sabiduría humana. La
verdad debiera ser todo para nosotros. Que los que quieren hacerse de renombre
en el mundo se vayan con el mundo. El gran conflicto, en el que todos tomarán
parte, está a punto de producirse. En él, todo el mundo cristiano se verá
involucrado. Diariamente, hora tras hora, debemos actuar de acuerdo con los
principios de la Palabra de Dios. El yo debe ser santificado por medio de los
principios de la justicia, la misericordia y el amor de Dios.
En cada
situación de incertidumbre, oren y pregunten fervorosamente: "¿Es éste el camino
del Señor?" Con las Biblias delante de ustedes consulten con Dios qué es lo que
quiere que hagan. En la Palabra de Dios se revelan principios santos. La fuente
de toda verdadera sabiduría se encuentra en la cruz del Calvario.
Por
todas partes vemos crecientes evidencias de que el mensaje que tenemos de Dios
es el último mensaje de advertencia a las iglesias del mundo. Con todo, año tras
año pasa a la eternidad y las iglesias quedan sin ser advertidas. He sido
instruida para dirigirme a mis hermanos y preguntarles: "¿Son ustedes
conscientes de este descuido?" He dado mensaje tras mensaje a nuestros hermanos,
animándolos a comenzar la obra en todo lugar donde se abra el camino. Si los
obreros salieran al campo de labor, el Señor los bendeciría y haría que sus
esfuerzos fueran fructíferos. Al escuchar la gente las razones de nuestra fe, se
interesará y convertirá. Hay muchos lugares importantes abiertos para aquellos
que desean trabajar por las almas. No debiéramos ser egoístas, tratando de
retener por largo tiempo a los obreros en un solo lugar, sino que debiéramos
estar dispuestos a sacrificarnos a fin de que la obra pueda comenzar en otras
ciudades que necesitan la luz de la verdad.
Animemos a quienes se han
convertido del error a la verdad a transformarse en misioneros, a fin de
extender el conocimiento de la verdad. Inventen alguna forma de familiarizarse
con la gente. . . Si obran con sabiduría, con interés de corazón y alma, y con
oración ferviente a vuestro Padre celestial, encontrarán acceso a las almas. . .
Los que están ya trabajando abran el camino para otros que desean
trabajar y que están calificados para tomar parte en los esfuerzos misioneros
(Carta 94a, del 6 de junio de 1909, dirigida a los "Queridos hermanos y hermanas
de Washington").
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