"Y el
Dios de paz. . .os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad,
haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al
cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén." Heb. 13: 20, 21.
Estudiando la Palabra de Dios y practicando sus preceptos en todas sus
transacciones comerciales, los hombres pueden discernir claramente el espíritu
que controla las acciones. En lugar de seguir los impulsos humanos y la
inclinación natural, pueden aprender, mediante un estudio diligente, los
principios que debieran controlar a los hijos e hijas de Adán.
La Biblia
es el Libro Guía que debe resolver los muchos problemas difíciles que aparecen
en las mentes dominadas por el egoísmo. Es un reflejo de la sabiduría de Dios, y
no solamente proporciona principios grandes e importantes, sino que también
provee lecciones prácticas para la vida y la conducta del hombre en su relación
con su prójimo. Da detalles precisos que determinan nuestra relación con Dios y
del uno para con el otro. Es una revelación completa de los atributos y de la
voluntad de Dios en la persona de Jesucristo, y en ella se especifica la
obligación del instrumento humano de rendir a Dios un servicio de todo corazón,
y de preguntarse a cada paso: "¿Es éste el camino del Señor?". . .
La
voluntad de todo ser humano debiera estar bajo la disciplina y el control de
Dios, porque es un elemento peligroso si se ejercita en proyectos egoístas. . .
Una perversidad engañosa se discierne en las mentes de aquellos cuyos ojos no
están ungidos con el colirio celestial a fin de que puedan ver todas las cosas a
la luz de la Palabra de Dios. La voluntad se esclaviza, y tiende a proseguir en
una conducta que la Palabra de Dios no justifica. La voluntad no debe colocarse
bajo el control de ningún hombre; al hacerlo, ésta se torna engañosa. . .
La voluntad de Dios expresada en su Palabra debe ser introducida hasta
lo más recóndito del alma. Si así lo queremos, Dios identificará su voluntad con
todos nuestros pensamientos y propósitos, armonizando de tal manera nuestros
corazones y mentes con su Palabra, que cuando obedezcamos su voluntad estaremos
tan sólo ejecutando nuestros propios impulsos. Los tales no poseerán una
disposición no santificada y egoísta, lista para llevar a cabo sus propios
deseos, sino que manifestarán un celo ferviente y decidido por la gloria de
Dios. No querrán hacer nada con sus propias fuerzas, y se guardarán
estrictamente contra el peligro de promover el yo.
Todos los que quieran
perfeccionar el carácter cristiano deberán llevar el yugo de Cristo. Si han de
sentarse en los lugares celestiales con Cristo Jesús, deben aprender de El
mientras estén sobre esta tierra. Nuestra naturaleza necesita disciplina. Debe
conformarse a la naturaleza de Jesús, a fin de que El pueda cumplir el bien que
quiere hacer por todos aquellos que se someten para ser modelados, mediante la
entrega de su naturaleza a su autoridad. El gran Maestro se unirá en yugo con
toda alma que esté dispuesta a llevar el yugo de El (Carta 22, del 22 de junio
de 1896, dirigida a un administrador de la iglesia de Australia).
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