"Este
Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a
ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre
bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos." Hech. 4: 11, 12.
Cuando tantos de los seguidores de Cristo lo dejaron, y el Salvador les
preguntó a los doce: "¿Queréis acaso iros también vosotros?" "Simón Pedro
contestó:" "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Juan 6:
67, 68). El corazón de Cristo se llenaba de pesar cuando veía que alguien se
apartaba de él, porque sabía que la fe en su nombre ysu misión es la única
esperanza del hombre. El alejamiento de sus seguidores era una humillación para
él. ¡Oh, cuán poco saben los seres humanos del pesar que llenaba el corazón de
amor infinito cuando tales cosas ocurrían!
Nadie en el mundo jamás
anheló con tanto fervor que se lo apreciara y que se le brindara amistad como
Cristo. Tenía hambre de simpatía. Su corazón estaba lleno de un deseo ardiente
de que los seres humanos apreciaran el don de Dios al mundo, y lo honraran
creyendo en sus palabras y alabándolo. "Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16).
Cuán tristes eran sus
palabras: "¿Queréis acaso iros también vosotros?" Tocaron el corazón de todos
los discípulos menos el de uno. Este era Judas. Sólo tenía corazón para el
dinero. Su mayor deseo consistía en ser el más importante.
Bien podían
decir los discípulos: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna". Piensen en lo que era Cristo: El Hijo del Altísimo, pero al mismo
tiempo varón de dolores y experimentado en quebrantos. ¿Hemos recibido la
bendición que produce el confiar en él con todo el corazón, y honrarlo
manifestándole siempre amor y devoción? Cristo anhela cosechar frutos que calmen
el ansia que experimenta su alma en nuestro favor. Desea que llevemos "mucho
fruto".
Mantengamos abierto el corazón a su amor. "¿Qué aprovechará al
hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" (Mar. 8: 36). ¡Oh, cuando
podamos expresar con comprensión las palabras de Pedro: "Señor ¿a quién iremos?
Tú tienes palabras de vida eterna", recibiremos maravillosas bendiciones! (
Carta 171 , del 29 de junio de 1905, dirigida a Edson y Emma White).
No hay comentarios:
Publicar un comentario