"Por lo
cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección;
porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás." 2 Ped. 1: 10.
El que
contempla a Cristo, comprendiendo lo que El es para nosotros y lo que somos
nosotros para El, será diligente. Vivirá el plan de adición, añadiendo a su fe
virtud, y a la virtud conocimiento, y al conocimiento templanza, y a la
templanza paciencia, y a la paciencia piedad, y a la piedad afecto fraternal, y
al afecto fraternal caridad. Este es un proceso de crecimiento. El que coopera
con Cristo no se encontrará mañana donde se halla hoy. Cada día continuará
conociendo al Señor, para poder saber que su salida está preparada como la
mañana. De los que viven de esta manera se escribirá en el final: "Estáis
completos en él".
Debemos trabajar no solamente por nuestras propias
almas, sino por las de todos aquellos con quienes estamos relacionados. Los
padres han de tener siempre en cuenta el blanco por el cual deben trabajar: la
perfección de los caracteres de sus hijos. Deben luchar fervientemente para
perfeccionar los caracteres de sus niños, porque la futura vida inmortal
mostrará el resultado de la labor que realizaron.
Los padres que educan
a sus hijos rectamente, erradicando todo rasgo de insubordinación, los están
capacitando para convertirse en misioneros de Cristo en verdad, en justicia, en
santidad. Aquel que en su infancia sirve a Dios, añadiendo a su fe virtud, y a
la virtud sabiduría, y a la sabiduría templanza, y a la templanza paciencia, y a
la paciencia piedad, y a la piedad amor fraternal, y al amor fraternal caridad,
está aprestándose para oír las palabras: "Hijo, ven más arriba. Entra en la
escuela superior".
¿Piensan ustedes que no aprenderemos nada allí? No
tenemos la menor idea de lo que entonces se nos revelará. Con Cristo caminaremos
ante las aguas de vida. Desplegará ante nosotros la belleza y la gloria de la
naturaleza. Nos mostrará lo que El es para nosotros y lo que somos nosotros para
El. Hay lecciones que no conocemos ahora pero que conoceremos entonces.
Significa todo para nosotros que procuremos nuestra salvación con temor
y temblor. Dios obra en nosotros el querer y el hacer, por su buena voluntad. Si
le permitimos actuar, lo hará. Nuestra recompensa en los cielos arriba depende
de nuestro diario transitar y de nuestra conducta aquí abajo. Podemos ser
cristianos aquí. Y para serio no es necesario que vivamos deprimidos, lamentando
no poder hacer nuestra propia voluntad. Si somos realmente cristianos, Cristo es
en nosotros la esperanza de gloria. Esto proporciona luz a las cámaras de la
mente y al templo del alma. Es imprescindible que cumplamos los principios de la
verdadera piedad (Manuscrito 102, del 9 de julio de 1899, "Observaciones hechas
por la Sra. E. G. de White en el templo del Colegio").
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